Jordi Rabascall Quintet, Frank Sinatra y…Tintín: Tres clásicos en una Noche de Verano

Texto por Federico Navarro y fotos por Ramón Hortoneda.

Una exposición dedicada al álbum Tintín en el Tíbet, cómic que marcó a muchas generaciones, daba la bienvenida al Museo de Historia de Catalunya en Barcelona.  De hecho, esta muestra se podrá ver hasta el próximo 2 de octubre de 2016. Esta aventura del reportero belga reflejó el estado de ánimo de su autor, Hergé, sumido en una gran depresión a causa de su divorcio y el color blanco, el de la pureza, tiñó las hojas de la expedición de rescate de Tchang, un joven chino que había desaparecido en las cimas del Himalaya tras un accidente aéreo y al que el periodista había conocido muchos años atrás. Pero la cultura no se detuvo en esas hermosas viñetas y recuerdos esa noche del 27 de julio porque en la terraza del museo, dentro de un ciclo dedicado al Jazz, esperaba el Jordi Rabascall Quintet para deleitarnos con el repertorio del Frank Sinatra más cercano. Por esa razón, este fascinante proyecto, que lleva ya un año de aplaudida andadura, posee el nombre de “Sinatra At The Apartament”.  No hablamos de aquel mito que llenaba estadios en sus últimas giras o el Hotel Sands de Las Vegas durante los años cincuenta y sesenta, sino de un crooner del que podríamos haber disfrutado en las distancias más cortas, en una barra donde un noctámbulo le confiesa sus penas al barman mientras la madrugada le roba horas a la oscuridad.

Tintín en el Tíbet en el Museo de Historia de Catalunya en Barcelona.

Y en ese terreno Jordi Rabascall, vocalista de este maravilloso quinteto, es un verdadero as, que combina una voz preciosa  y aterciopelada con un humor tan fino y elegante como la ropa que visten él y sus muchachos. Americanas, corbatas, sombreros y el swing que merecen piezas como “Lady Is a Tramp” o “One For My Baby”, que adquieren otra dimensión gracias a una vestimenta musical que combina el primor del que ama lo que hace con el atrevimiento del artista que se precia de serlo. La clave sigue estando en no copiar ni imitar -¡gran pecado sería en este caso, porque Frank sólo hubo uno!-, sino en hacer algo distinto con maravillas como “Strangers In The Night” o “I’ve Got You Under My Skin”, ambas más tenues y suaves que las originales, una serie de melodiosas caricias que acabaron en una montaña de besos musicales sin fin. Enorme en esas tesituras Claudio Marrero, superior siempre junto a su saxo, y un soberbio Rodrigo González Pahlen, que hizo del piano su reino salvo en “Where or When” cuando sorprendió con su dominio soplando la armónica mientras Marrero le sustituía al piano. Extraordinarios. Certero también a la batería Oriol González, que destiló simpatía y ritmo desde su puesto al tiempo que Manel Fortià marcaba desde su contrabajo ese sinuoso camino hacia una velada en forma de sueño de una noche de verano.

 Jordi Rabascall Quintet en el Museo de Historia de Catalunya en Barcelona

Ante un público que ocupó hasta la última localidad el lugar, rodeado de  preciosas vistas, también llegó el momento de transgredir, de ser todavía más valiente y agarrar una de esas joyas olvidadas en el fondo de algún disco, como “The Song Of The Sabia”, tema que nos remitió a un sonido con sabor a aquellos Beatles que también dieron su particular salto al vacío con el “Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (1967). O esos arreglos tan audaces que nos ayudaron en aquel viaje a la Luna, la deliciosa “Fly Me To The Moon”, satélite también visitado por el reportero de mechón rebelde. Hermosa es poco, hay instantes que deben ser vividos antes que explicados en un papel.

 Jordi Rabascall Quintet en el Museo de Historia de Catalunya en Barcelona

En medio de tantos sentimientos, justo en el centro del escenario, había una botella de whisky Jack Daniels perteneciente a una colección especial dedicada al intérprete de “My Way” y propiedad de Jaume Ramón Espigol, dueño del museo bar L’Oncle Jack (C/Roselles, 32, en L’Hospitalet de Llobregat), el lugar ideal donde el Capitán Haddock, gran especialista en esta bebida y compañero de andaduras de Tintín, degustaría un par de copas con el encantador Ol’Blue Eyes. Cuestión de detalle e imaginación, prerrogativas que sólo tienen los verdaderos clásicos.

 

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