Malcolm Scarpa: “Me dan miedo mis guitarras”

   Malcolm Scarpa es uno de los artistas más valiosos y menos reconocidos de nuestro país. Ha dominado todo tipo de estilos sonoros. Sus registros abarcan desde el blues hasta el bolero pasando por el vodevil, cabaret, rock o balada francesa, una dispersión enriquecedora que desentona con las exigencias del negocio. Comenzó a publicar elepés en 1991, todos de asombrosa calidad y bajísima repercusión en el mercado discográfico. Arrastra una salud quebradiza que desde hace año y medio le ha alejado de sus guitarras. En esta entrevista con Dirty Rock se vislumbra el adiós a la forma de vida musical que abrazó siempre.

   Malcolm Scarpa (1959, Madrid) encarna la vida del bluesman como casi nadie en nuestro país. Vivió una infancia nómada por la cornisa cantábrica, al vaivén de las paradas del puesto de tómbola que alimentaba a la familia. Ese trasiego le sitúa desde los primeros compases en la senda de los pioneros de la música del Delta. Mientras los afroamericanos del Misisipi recorrían vías y carreteras para ganarse la vida en medicine shows o minstrels, el niño Malcolm mostraba sus precoces habilidades a los clientes que acudían a probar suerte en las ferias. “Bailaba y cantaba el twist. Recuerdo interpretar “Let’s Twist Again”, explica.

   A veces, cuando la tómbola echaba el cierre, se acercaba a la estación de tren en Santander para juntarse con los mendigos “que estaban meando en la calle” y escuchaba jazz en noches interminables de vino y rosas. Ha confesado en alguna ocasión que se pasó borracho los años ochenta. Tal vez así asentó un humor inteligente y personalísimo que salpica sus creaciones.

     Las cualidades musicales son la gran fortaleza de Malcolm Scarpa, pero aúna un talento literario que refleja en el único libro que ha publicado hasta el momento: Qué Te Debo, José? (Ediciones Gamuza Azul). Su fuerza narrativa es una sorpresa añadida en este personaje inclasificable, que desprecia el éxito tanto como cualquier camino trillado. En sus páginas se contempla un talento desbordante, con un ritmo frenético que levanta un torbellino creativo lindante con el vértigo. Ahora guarda en sus cajones otro libro escrito y aún no publicado, una oportunidad de oro para editores sensibles e inteligentes.

   ¿De dónde procede tu nombre artístico?

   Malcolm, porque me gustaba. Es el nombre de Malcolm Le Maistre, de la Incredible String Band, y luego Scarpa es mi segundo apellido, un apellido italiano, aunque, no sé, si las raíces son más cercanas, porque venían muchos italianos emigrantes a Guadalajara. Así que los Scarpa también somos de Guadalajara.

   No te has mudado en el último medio siglo de Pueblo Nuevo, un barrio al este de Madrid. ¿Marca el barrio en la forma de ser?

   Sí, según la parte del barrio. Desde esta parte para allá es como un pueblo -señala hacia Canillejas y la conversación se produce en la Calle Sámbara, nombre a caballo entre lo divino y lo diabólico, puro blues una vez más- y lo que me gusta es eso, vivir en un pueblo pudiendo tener acceso al mogollón de Alcalá, de las compras, de las tiendas y todo eso, pero sabiendo que tienes allí atrás un pueblo, de casas bajas, que hay silencio y te puedes sentar. Mi casa es como esas, las de edificios de tres o cuatro alturas, pero cuando salgo a dar un paseo -tengo que moverme por el corazón-, siempre voy por allí, por las calles esas, pequeñas, que no pasa nada, nunca hay ruido, no hay follones ni nada. Es como un pueblo.

https://www.rtve.es/alacarta/videos/mapa-sonoro/mapa-sonoro-malcolm-scarpa/2492610/

     ¿El blues iba por barrios en los viejos tiempos? Luego te mezclaste con músicos de la Prosperidad, que fue donde conociste al armonicista Ñaco Goñi.

   No lo sé. El encuentro con Ñaco Goñi fue fortuito. Sí, es que por ahí, por Prosperidad en esa época, había mucho ambiente de blues. Entonces fue como que me trasladé allí. Había salas para tocar y muchos músicos interesantes del blues. Pues entonces, ahí me metí, aunque tampoco estaba muy lejos Prosperidad de Pueblo Nuevo y me junté con la gente de Prosperidad.

   Creo que a Ñaco y a ti os llamaban “nuestros Sonny Terry y Brownie McGee”.

Fotos de Joaquín García Aguado publicadas en «El Blues en Madrid. Una mirada fotográfica.» por la Moratalaz Blues Factory

   Salvando las distancias. Terry era ciego y Brownie McGee, en realidad, sería yo, era cojo, pero vamos, con una plancha (alzador) aquí para andar. Pero como la fórmula era esa, de voz y guitarra yo, y Ñaco la armónica, entonces como era la misma formación, pues… Ya solo falta que pusieras que yo sea cojo y que Ñaco fuera ciego. Hablo de vez en cuando con él. Está viviendo en Torrevieja. También a veces con Flaco Barral, que me pone algún mensaje cuando gana el Real Madrid. Es que somos madridistas, como debe ser…

      Estuviste varios años tocando en el metro. ¿Cómo era la jornada de trabajo? ¿Cuánto se recaudaba? ¿Qué repertorio tocabas?

En el metro tocaba cinco horas. Tengo callos en las manos que todavía me duran. El repertorio, cualquier tema, Beatles, country, blues,… ganaba mil pesetas al día (unos seis euros). Era en los años setenta y pocos.

   ¿Compatibilizabas con un curro tradicional, convencional?

    Sí, me salió un trabajo en el Insalud. Era planchar el material que te mandaban de los hospitales. Allí estuve tres años. Tres años, pero estar planchando prendas de los hospitales, a 43 grados, era un fastidio. Estuve allí tres años hasta que dije: “Me la juego, me voy a por la música y dejo esto”. Pero muchas veces me arrepiento. Podía haber seguido así, en el Insalud, y ahora tendría una pensión.

   ¿Eres autoexigente en exceso? ¿Sigues componiendo música?

   Yo me dedico a componer las canciones y los demás que se dediquen a difundirlas. No echo de menos la vida en la carretera. Me centro solo en la composición y no tener que actuar ni nada. Eso es lo mejor que hay. Es la cosa más maravillosa que hay. Donde no hay nada, sacar algo. La música es maravillosa. Con las composiciones soy muy exigente, pero no soy perfeccionista. Me gusta que haya algo de debilidad. Porque la debilidad es humana. Entonces si haces una canción con un punto de debilidad, transmites, yo pienso, vamos, más hacia la otra persona. No pensar que todo es perfecto, sino que te fijas en los defectos, no en los defectos, sino en la debilidad. Yo creo que te acercas a lo que somos realmente.

   ¿Recuerdas tu primera guitarra?

   Sí. Ya no la tengo. Me costó 700 pesetas. Muy poco. Si bastante sobada. Pero yo tampoco, tampoco sabía tocar, ¿no? Entonces era como un aprendizaje. Sí, todo lo hacía solo. En la infancia y en la adolescencia todo lo hacía solo. También he tenido una Dan Electro, otra Framus alemana del 65, una Washburn canadiense…

   Dicen los que te conocen que eres una “enciclopedia musical”.

   Si desde que nací ahora no supiera nada de música, es que soy gilipollas.

   Una última pregunta: ¿Sigues tocando la guitarra?

   Eso es una cosa que me trae fatal. Sigo teniendo las guitarras en casa, pero llevo año y medio sin tocarlas. Me dan miedo. Como que me rechazan.

   Tres décadas de discografía

    Malcolm Scarpa comenzó a publicar sus primeros discos hace treinta años. En 1991 se edita Doin´ Our Kind, con Ñaco Goñi y los Jokers, a medio camino entre el blues y la experimentación. Es una ópera prima de variedad sorprendente que incluye hasta un yodel (Long Gone Lonesome Blues). Scarpa canta en un inglés muy trabajado, merced a un meritorio aprendizaje autodidacta mediante las carátulas de los elepés.

    En 1993, aparece el disco homónimo Malcolm Scarpa, en cuya portada se puede ver la tómbola de sus padres. También incluye las letras mezcladas con comentarios propios, un guiño literario al que dio rienda suelta en Qué te debo José? (2001), una obra de gran riqueza que desvela un universo creativo de proporciones casi inabarcables.

    Entre su producción, el disco preferido de Scarpa es My Devotion (1994), pero son también muy valiosos otros como Malcolm Scarpa Trio: The Road of Life Alone (1995); Disco 33 1/3 Microsillons (1996); el mini CD This Time (1996); Malcolm Scarpa & Ñaco Goñi. Berriz Blues Sessions (1997); Mamá es Boba (1998), banda sonora de la película del mismo nombre realizada por Santiago Lorenzo; Jaimita… Songs of Tragedy And Grotesque (2000), o el más reciente Something LIke That (2015), donde muestra la huella musical recibida de los Kinks (“Sí, los Kinks es el mejor grupo que hay. Pero de largo. No hay nadie como los Kinks. El mejor grupo”), aires country, y piezas sobresalientes como Shame on You, Laura, Tic Tac o La Alfombra Voladora. Es una obra que invita al placer de la música pura, sin reglas, sin ataduras, peligrosa, muy suya.

   Este catálogo muestra una libertad salvaje en busca de los abismos interiores, capaz de autodestruirse constantemente para encontrar a la fuerza otro sendero y redefinirse.

   Una buena fórmula para acercarse a su amplia y dispersa obra puede ser zambullirse en dos recopilatorios que salieron en 2001: 1993-Echoes of an era-1996 y Ñaco Goñi & Malcolm Scarpa 1980-2000, de gran valor. Ambos son tesoros fundacionales del blues en nuestro país.

Ana Hortelano y Miguel López

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