Fito Páez, el ALMA después del amor.

Fito Páez fue el encargado de inaugurar el nuevo festival surgido de las cenizas del Jardines de Pedralbes. Todo un lujo para abrir el ALMA.

Con el cartel de no hay entradas colgado desde hacía semanas para ver a Fito Páez, la jornada inicial del ALMA ya pintaba a una bonita fiesta de inauguración. El cambio de ubicación no impidió que repitieran con la idea del Village para hacer la previa al plato principal. En la gran zona donde disfrutar de la oferta gastronómica, un escenario que tendría a Los Niños Jesús como los encargados de dar la bienvenida a los primeros espectadores. Con un repertorio basado en clásicos del pop rock en castellano, la banda de Jordi Évole cumplió con su cometido. Divertirse y entretener a quien se acercaba con curiosidad a la zona.

20230711-Los-Niños-Jesus-ALMA-FESTIVAL_DSI5974©DesiEstevez

Tras el fin de semana con el Dale Argentina, la plaza del Poble Espanyol volvió a teñirse de albiceleste para recibir a uno de los grandes nombres de su música. Importancia que se ve reflejada en las ganas de verlo en vivo. No hacía ni un año de su excelente concierto en el Auditori del Fòrum, pero era capaz de tener dos fechas en este ALMA. Con puntualidad exquisita comenzaron a ocupar su lugar los músicos mientras sonaba la base de “El Amor Después del Amor”. Cantando tras bambalinas el primer verso, Fito Paez irrumpió en escena provocando que el tema explotara con todos los músicos uniendo sus instrumentos.

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A partir de aquí, y teniendo el disco de mismo título como columna vertebral del concierto, dos horas de excelencia y savoir-faire musical. Una banda con espíritu de gran big band donde la sección de vientos aportaba ese punto de club. El espacio central lo ocupaba el piano, al que Fito Páez iría volviendo en numerosas ocasiones. El repaso a “El Amor Después del Amor” continuó con “Dos Días en la Vida” y “La Verónica” manteniendo ese final tan libre al piano. Lejos de sus teclas llegó el turno de “11 y 6”, en la que el público se encargó del primer verso. Lo cierto es que si hubieran dado pie, aquello podría haber sido un karaoke con banda tranquilamente con Fito ejerciendo de director de orquesta.

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“Tráfico por Katmandú” endureció el sonido acercándonos al rock y sirvió para retomar el repaso por el disco clásico de Fito Páez. El recuerdo de trabajar con Spinetta llevó a otro nivel un tema como “Pétalo de sal”. Delicado y lleno de matices contrastaba la sonoridad de un tema como “Naturaleza sangre”. La vuelta al piano trajo consigo una gran ovación al escuchar las primeras notas de “Un vestido y un amor”. Y es que este es uno de los temas definitivos de la obra del rosarino. Con dedicatoria final a Cecilia, para muchos supuso ya el punto álgido del show por todo lo que significa. Pero aún quedaba mucho por oír.

Para Fito Páez, llegaba su momento favorito del concierto. Un medley de media hora sin parar durante el cual, tal y como había hecho en el concierto, ejercería de maestro de ceremonias en este viaje sonoro por su discografía. La banda salvó con maestría el nivel de exigencia al que se someten en cada uno de sus conciertos aunando tanta variedad de estilo en tan poco tiempo. La fiesta volvió a su cauce normal en el que la gente sentía cada tema como algo propio. Claro que si las canciones que suenan son “Tumbas de la gloria” y “La Rueda Mágica” es fácil que eso pase. 

Con una fluidez natural, temas como “Al lado del camino” o “Circo Beat” marcaban el camino hacia el final. “Brillante sobre el mic” puso la melodía relajada antes de que “Ciudad de pobres corazones” endureciera el sonido de la banda. Tanto fue así que el solo de guitarra final acercó el tema al rock duro. Ningún detalle está fuera del control de Fito Páez y por eso el paso al rock clásico que lleva en su pentagrama “A rodar la vida» fue perfecto. Y el Poble Espanyol más que rodar, saltó y saltó disfrutando de la particular fiesta que el trovador del rock había dispuesto para ellos.

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La salida del escenario de la banda dejó a más de uno contrariado porque le faltaban temas a escuchar. Pero es imposible terminar un concierto como este sin escuchar “Dar es dar” y “Mariposa tecknicolor” y salir triste del mismo. Y Fito lo sabe. Por eso las dejó como un gran fin de fiesta al que solo le faltaban una lluvia de confetis y unos fuegos artificiales. Quizás no lo hace porque aún le queda un as en la manga para terminar en forma de “Y dale alegría a mi corazón”. Aprovechó la cadencia del tema para presentar a la banda y dejar que el concierto terminara en voz del público coreando el estribillo una y otra vez.

No sorprende que la calidad de la banda sea tan alta, pero es Fito Páez, y su capacidad de encontrar compañeros de carretera está fuera de toda duda. Su dominio del escenario, del público y de cada uno de los instrumentos que suenan en sus canciones es espectacular. Una experiencia que incluso el más neófito de la carrera del rosarino disfrutará como el que más. Y lo mejor de todo es que a día de hoy aún hay otra oportunidad para vivirla en el mismo lugar. Una segunda fecha para la que aún quedan unas pocas entradas (aquí) y que, a título personal, recomiendo vivir al menos una vez en la vida.

Fotos: Desi Estévez

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