Richie Kotzen: Más Allá de las Seis Cuerdas

Richie Kotzen 2014 - foto por Jessica Jacobsen

Desde su nacimiento el 3 de febrero de 1970 en Reading, Pensilvania, la pasión de Richie Kotzen por la música se manifestó desde una edad temprana, lo que llevó a un clamor por recibir clases de piano para este joven prodigio a los cinco años. Su talento innato no pasó desapercibido, y a los cinco años, ya encantaba a su familia con su voz mientras cantaba frente a ellos. Un día, un familiar reconoció su potencial y clamó: «¡Dadle clases de piano a ese niño, por favor!».

Sin embargo, su destino musical tomó un giro decisivo en 1977, cuando, con tan solo siete años, se encontró con una guitarra en un mercado de segunda mano. Impulsado por una curiosidad innata, Kotzen pidió a su padre que le comprara el instrumento, una Gibson Marauder, marcando así el inicio de su fascinante viaje hacia la maestría musical.

Su infancia y adolescencia estuvieron impregnadas de una rica mezcla de influencias musicales. Desde su temprano bautismo en la Valley Forge Music Fair viendo por primera vez a George Benson y Stevie Wonder, hasta la energía inconfundible de Kiss y Iron Maiden (más que nada por su supuesto vínculo satánico), su universo sonoro se expandió y evolucionó constantemente. Influenciado por la música soul y el R&B de Motown que sonaba en la radio local, así como por artistas como Paul Rodgers, Allan Holdsworth, Neil Schon, Terence Trent D’Arby o los primeros discos de Rod Stewart, Kotzen comenzó a explorar su propio estilo musical.

En el instituto, se convirtió en shredder y tocó en varios grupos, pero sacó sus primeros demos con un grupo de versiones llamado Arthur’s Museum; demos que mandaría a Mike Varney, presidente de Shrapnel Records, quien, ante la insistencia del joven Richie de solo 19 años, se convertiría en una especie de padrino de Kotzen durante los primeros años de su carrera.

Con la producción del disco a cargo de otro virtuoso de la guitarra, Jason Becker, y Steve Smith (ex Journey) detrás del kit, en 1989 salió a la luz el primer disco en la larga carrera musical de Richie Kotzen.

Pero todavía no había encontrado su voz. Evocando mucho a Coverdale y motivado por Varney, un año más tarde editó Fever Dream (Roadrunner Records), su primer disco en solitario no instrumental. Fue una incursión muy corta (solo 37 minutos de duración), pero los de Interscope se dieron cuenta, y pidieron que “Dream of a New Day” acompañara a la música de otros grandes artistas como Kiss, Steve Vai, Faith No More, Megadeth, Primus, Slaughter o Winger para formar parte de la banda sonora de la película El viaje alucinante de Bill y Ted (después de rehacer la voz y líneas de bajo a petición de Richie).

Pero vuelve a hacer un disco instrumental, Electric Joy, esta vez tocando él la guitarra, bajo y piano. A veces se nota que se divierte como en su debut, pero es más bien una colección de temas técnicamente complejos que abordan múltiples géneros en una mezcla innovadora y recuerda un poco a Steve Vai o Steve Morse (Deep Purple). Desde sus licks sureños rapidísimos con mucho funk, melodías pegadizas y líneas de bajo con slap que podrías pensar que vienen de Marcus Miller (“B Funk”) a una jam con piano que combina sus bends con arpegios que suenan a homenaje a Stevie Ray Vaughan (“Shufina”), hasta toques country, casi bluegrass, en “Dr. Glee”, con ese pseudo-slide y armónicos que recuerdan a Satriani, este disco lo tiene todo.

Con solo 20 años estaba ya considerado un gran guitarrista de la época. Tanto que pidieron su colaboración para la iniciativa «Guitars that Ruled the World» (Metal Blade Records) en la que participaron otros shredders como Paul Gilbert o Nuno Bettencourt (Extreme).

Sin embargo, los desafíos no tardaron en llegar. La transición a Interscope Records en 1992 marcó un punto de inflexión en la carrera de Kotzen. Para empezar, hay que recordar que el cambio de Shrapnel (con los mejores guitarristas y shredders de la época) a Interscope (un sello en el que Mark Wahlberg fue de los primeros artistas en tener un hit – “Good Vibrations”) no debió ser fácil. Y no tener el respaldo de tu sello, menos fácil aún. El tiempo pasaba y Kotzen se estaba frustrando. Había hecho un álbum que pensaba que era la hostia: hard soul con guitarra eléctrica. Pero, Kotzen se encontró en desacuerdo con el enfoque del sello, que no quería las baladas souleras que Kotzen había compuesto. Kotzen ya se estaba ganando una reputación como un maverick que no estaba dispuesto a comprometer su visión artística. Tras una serie de disputas, Kotzen finalmente logró ser liberado de su contrato con Interscope, aunque con la condición de hablar con Bret Michaels de Poison, un paso que abriría nuevas puertas en su carrera.

Bandas como Poison se encontraban en una encrucijada. En un solo año, grupos como Pearl Jam (Ten), Soundgarden (Badmotorfinger), Guns ‘n Roses (Use Your Illusion) y Metallica (con su álbum negro) habían cambiado el panorama musical para siempre. Y el desastroso directo de Poison en los Premios MTV Video no ayudó nada. CC DeVille salió de la banda y entró Richie Kotzen, un joven virtuoso que proviene del mismo Pensilvania que el líder Bret Michaels. La conexión fortuita entre los dos, alimentada por un amor compartido por los Allman Brothers y la música soul, sentó las bases para el audaz salto de Kotzen a las filas de Poison.

Aunque el primer encuentro fue algo fatídico, fue la interpretación de Kotzen de «Stand«, con su estribillo infundido de góspel, lo que resonaría con Michaels. De hecho, el tema de Kotzen se convertiría en un himno. Su inclusión en la ceremonia de investidura presidencial de Bill Clinton subrayó su importancia cultural.

Con Poison, solo grabó un disco, Native Tongue (1993, Capitol Records), pero es un testimonio de la marca indeleble de Kotzen en el paisaje sonoro de la banda. Desde los truenos tribales de la batería de la pista titular con Sheila E y el baterista Rikki Rockett (uno de los mejores momentos musicales de la carrera de Poison), hasta los solos llenos de alma de Kotzen en “The Scream”, el álbum desafió las normas del género, trascendiendo el ambiente ‘fiestera’ del glam metal de su época.

Pero cada rosa tiene su espina, como decía Bret. La estancia de Kotzen con Poison no estuvo exenta de pruebas. Surgieron rumores, las tensiones bulleron y, en última instancia, la salida de Kotzen de la banda en 1993 estuvo envuelta en controversia. Ya sea por su romance con Deanna Eve, la prometida de Rockett (luego se casarían Richie y Deanna y tendrían una hija llamada August Eve) o simplemente por un choque de visiones creativas, las consecuencias fueron palpables, pero no disminuyeron la determinación de Kotzen.

En ese momento, a Richie le encantaba lo que estaban haciendo The Black Crowes y quería incluir ese tipo de coros, rollo góspel, en su próximo trabajo. Su mujer, Deanna, hizo los coros en algunos demos, incluido el tema que daría nombre a uno de sus proyectos más grandes de su carrera: Mother Head’s Family Reunion. En realidad, el nombre viene de muchos años atrás: antes de que la madre de Kotzen conociera a su padre, ella salía con un músico que tocaba en una banda llamada The Mother Head’s Family Reunion. Era una banda de hippies y a Richie le recordó a Sly & The Family Stone, un grupo que le encantaba.

Los demos llegaron a Geffen Records, y les encantaron. Grabado en 1994 en los mismos estudios que Appetite for Destruction de los GnR (Rumbo Recording, Studio B), el nuevo álbum marcó un hito en la carrera de Kotzen, alejándolo del estigma de ser simplemente un ‘shredder de Shrapnel’ y destacando su habilidad vocal y de composición. Richie empieza a brillar en solitario con el respaldo de un sello importante.

Según el productor, Richie Zito (que también había producido Native Tongue), el álbum nunca iba a ser una simple colección de 12 canciones. Estaba destinado a ser una representación de Richie Kotzen, el artista, interpretando su música. La amalgama de funk, soul, metal y blues, captura la esencia de Kotzen como artista y un ‘sonido en vivo’ con overdubs mínimas. Desde el groove a lo James Brown de «Socialite» hasta la balada bluesera de «Where Did Our Love Go», o Wailing Wall”, el bonus track de la edición japonesa, que evoca el espíritu de Deep Purple de la era de Tommy Bolin y podría ser la mejor canción de todas, cada canción es un viaje por las diferentes facetas de su talento.

Una vez más, la odisea de Kotzen estuvo plagada de altibajos. Sometido a dos operaciones tras perder la voz (un revés que lo animó a finalmente incursionar en la enseñanza vocal, algo que le ayudaría a largo plazo según sus propias palabras), se vio inmerso en dificultades con su sello discográfico. A pesar del respaldo del presidente de Geffen, Rick Shoemaker, y de haberse consolidado como un ícono de la guitarra en Japón bajo el ala de MCA, su A&R se marchó con Aerosmith a Sony, y su nueva representante (quien en ese momento trabajaba con Counting Crows) no lograba captar su visión artística. Geffen retiró su apoyo, lanzaron al mercado 15 mil copias de su álbum (que, por cierto, ha sido reeditado recientemente) y, de repente, la puerta se cerró.

Aunque estos años fueron una montaña rusa de emociones, Kotzen considera su tiempo con Geffen como un punto de inflexión. Mother Head’s Family Reunion sentó las bases de quién era como artista y lo que llegaría a ser.

Tras flirtear brevemente con la idea de unirse a Ozzy (llegando incluso a tocar con Geezer y Deen Castronovo mientras Zakk trabajaba con la antigua sección rítmica de White Lion para grabar Pride & Glory), Kotzen se sintió atraído por los vibrantes y eclécticos sonidos de la fusión musical. Este giro inesperado marcó el inicio de una nueva y emocionante etapa en su carrera, llevándolo a explorar las complejidades del jazz, el rock y el funk de manera única y cautivadora.

En Tilt, su colaboración con otro virtuoso de la guitarra, Greg Howe, Kotzen exhibió su destreza técnica y su habilidad para fusionar elementos de distintos géneros musicales en una sinfonía vibrante y estimulante. Desde el frenético funk de «I Wanna Play» hasta «Contusion», la versión de Stevie Wonder, Kotzen y Howe crearon un álbum que sigue siendo un tesoro oculto para los amantes de la guitarra fusión.

Por su parte, The Inner Galactic Fusion Experience (Shrapnel, 1995) llevó a Kotzen aún más lejos en su exploración del género. Kotzen se sumergió en un viaje sonoro experimental que desafió las expectativas y expandió los límites de su creatividad. Canciones como «Dose» y «Stark» destacaron por su ejecución magistral y su capacidad para transportar al oyente a territorios inexplorados. Aunque personalmente considero que las dos últimas pistas, “Tramp” (un blues rock no instrumental) y la balada “Last Words” no encajan del todo, Kotzen considera este disco su interpretación de guitarra más inspirada.

Kotzen se aventuró en terrenos más oscuros y experimentales con su colaboración con Greg Howe en Project (Shrapnel, 1997). Pero también lanzó unos discos más convencionales que contienen un montón de baladas perfectas para su eventual disco acústico: Wave of Emotion (Polystar / Spitfire, 1996), que recuerda mucho a los Stones y Black Crowes y cuenta con Glenn Hughes en algunos coros (se dice que compuso “Stoned”); Something to Say (Polystar, 1997), donde destaca la balada “Rust”; What Is (1998) con sus baladas y wah; y BiPolar Blues (1999).

Richie Kotzen no solamente experimentaba con estilos musicales, sino también con las guitarras. Desde Fever Dream, Richie Kotzen había sido fiel a las guitarras Ibanez. Su conexión con la marca fue más que casualidad; de hecho, casi no llegó a consolidarse. En aquel entonces, Kotzen estaba siendo ‘acosado’ por reclutadores militares. Sin embargo, su determinación por perseguir su sueño de ser un rockero lo llevó a colgar el teléfono en más de una ocasión, confundiendo las llamadas de Hoshino, la compañía matriz de Ibanez y TAMA, con los persistentes reclutadores.

Probablemente cambió a Fender durante su etapa con Poison debido a que Bobby Dall utilizaba un bajo de esta marca. Pero no sería hasta 1996 cuando Kotzen se aventuraría en el mundo de las guitarras exclusivas. Richie es un músico muy percusivo y necesita una guitarra expresiva que responda bien cuando toca con fuerza. Junto con Fender, dieron vida a dos modelos de guitarra únicos: la Stratocaster STR-145RK y la Telecaster TLR-155RK, nº 1 en ventas en Japón desde hace muchos años.

Y entre todas estas hazañas, con apenas 28 años, Kotzen se unió a las leyendas del jazz, Stanley Clarke (Weather Report) y Lenny White (quien, con solo 19 años, había debutado como baterista con Miles Davis en Bitches Brew) para dar vida a un formidable conjunto llamado ‘VERTÚ’. Este proyecto, que fusiona la vigorosidad del rock de los 70 y 80 con la sofisticación del jazz, es el proyecto del cual Kotzen afirma sentirse más orgulloso. Fue aquí donde aprendió a escuchar y no solo tocar, y representa una muestra del eclecticismo y la versatilidad que caracterizan su carrera.

Sin embargo, la trayectoria de Kotzen es un laberinto de sorpresas, y el mundo del rock es tan volátil como un riff de guitarra, donde las amistades y alianzas pueden cambiar tan rápido como una progresión de acordes.

El destino lo llevó a un encuentro casual con Eric Martin cuando apenas tenía 19 años, y una década más tarde, Kotzen daría un paso al frente para ocupar el lugar dejado por Paul Gilbert en la banda Mr. Big.

Con álbumes emblemáticos como Get Over It y Actual Size, Kotzen demostró, una vez más, su destreza como compositor. Canciones como «Shine» son testimonios claros de su habilidad para fusionar la técnica con la emoción, creando piezas atemporales que resuenan en el alma del oyente.

Pero fue en el país del sol naciente donde el fervor por Richie Kotzen alcanzó su punto más álgido. En 1999, Japón se convirtió en el epicentro del culto al talento de Kotzen, culminando en eventos legendarios como sus colaboraciones con el venerado Yngwie Malmsteen, las 4 o 5 noches en el Budokan o el «Millennium Countdown» en Osaka, donde Mr. Big compartió escenario con Aerosmith, solidificando su estatus como un ícono del rock en el país.

A pesar de la presión de seguir los pasos de un ícono como Gilbert, Richie aportó su propio estilo y genialidad a la música de la banda. Es interesante recalcar que al unirse a dos bandas bastante asentadas y populares como Poison y Mr. Big, Richie cambió el rumbo de ambas.

Pero no todo era shredding y rock duro para este virtuoso. Si existiera un manual sobre cómo escribir arreglos, su álbum Break It All Down (Spitfire Records, 2000) sería el ejemplo perfecto. En este trabajo, Kotzen se sumerge en un estilo más blues rock, evocando la esencia del soul de los años 70 y el blues de la vieja escuela. Canciones como «I Would» son joyas preciosas, que destacan por su emotividad y profundidad, aunque en mi opinión, algunos coros podrían haberse omitido.

No contento con deslumbrar únicamente como músico, en 2002, Kotzen decidió adquirir un edificio comercial en Los Ángeles para establecer un estudio de grabación y creó una compañía de producción llamada Headroom, Inc. Desde entonces, ha colaborado con artistas de renombre como Gene Simmons, Stanley Clarke o Marco Mendoza, demostrando, una vez más, que su talento va más allá de las seis cuerdas.

Continuando con su carrera, lanzó Change (Frontiers, 2003), que cuenta con la colaboración de Yngwie Malmsteem. Se convirtió en un éxito rotundo, especialmente en Japón, donde temas como «Get a Life» y «Change» fueron utilizados en diversos anuncios publicitarios. Slow (Shrapnel, 2001), su undécimo álbum en solitario y Get Up (2004), que cuenta con temas como «So Cold» y «Remember» (muy aclamado en sus directos), muestran a un Kotzen más introspectivo y melancólico, pero igualmente brillante en su ejecución.

En 2004, Kotzen nos sorprende una vez más con Acoustic Cuts, un álbum íntimo y emotivo donde demuestra su destreza como compositor y su habilidad para transmitir emociones a través de la música. Canciones como «Don’t Ask» y «High» destacan por su belleza y profundidad, convirtiéndose en uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. (By the way, Richie, if you’re reading this, if you ever put out another acoustic album, I’d be more than happy to accompany you on the cello LOL)

En los siguientes años, Richie Kotzen no deja de prodigar creatividad. Se convirtió en un músico habitual en el Musicians Institute en California y forma parte de «Forty Deuce», un proyecto que capturaba la esencia del hard rock con melodías pegadizas y ritmos contagiosos. Con más enfoque en los directos en lugar de la habilidad técnica, es música para músicos y una de las pocas veces que Richie no toca con un power trio (sobre todo un trío de músicos formados en jazz, como suele hacer). El disco, Nothing To Lose, abre con “Oh my God”, un tema que compuso con la batería y luego con el bajo, por eso tiene tanto groove.

Y Kotzen no se detuvo ahí. En 2006, se embarcó en un proyecto único con Billy Sheehan en AI Senshi Soldiers of Sorrow (BMG Japón), lo que les llevaría a telonear los Rolling Stones). Sumergiéndose en el mundo del ánime con la banda sonora de ‘Gundam’, esta colaboración, comparada con su icónico álbum «Electric Joy», demostró una vez más la versatilidad y el alcance de Kotzen como artista.

Sin embargo, fue con Into the Black en 2006 que Kotzen alcanzó otro hito personal. Por primera vez, asumió el control completo de su música, desde la composición hasta la distribución, marcando un punto de inflexión en su carrera. Es el álbum ‘más celebrado’ para Richie porque fue la primera vez que hizo todo él mismo sin pedir dinero a nadie. Se dio cuenta de que podía subir las canciones a internet, iTunes, etc., y girar – sobre todo en Europa; y especialmente en Italia. Canciones como «You Can’t Save Me» se convirtieron en clásicos instantáneos. Es la canción más descargada de 5 décadas de música y la que llegó a obligarle, por primera y única vez, a poner una pegatina de ‘PARENTAL ADVISORY’ en la portada de uno de sus trabajos. Otro tema, “Doin What The Devil Says To Do” recuerda mucho a Chris Cornell. La voz es preciosa y es una canción lenta pero muy bonita. Cuando Richie toca ese tema en directo, suele jugar mucho con la canción e improvisar con los otros miembros de su banda.

En 2007, Kotzen nos obsequió con otra joya: Go Faster (en USA) / Return of the Mother Head’s Reunion. Una continuación perfecta de su álbum de 1994, nos lleva de vuelta al hard rock retro de los 70 con alma y blues. Uno de los temas más destacables en este disco es “Fooled Again”. Los 8 deliciosos minutos encapsulan toda su música y estilos (tanto a la guitarra como su voz): desde Curtis Mayfield al hard rock o funk, … lo tiene todo. Es un tema que casi siempre sale en sus directos. Además, su hija August hizo algunos coros, añadiendo un toque especial a este álbum ya excepcional.

La primera década de este siglo fue testigo del ascenso imparable de Richie Kotzen como uno de los músicos más talentosos y versátiles de su generación, gracias a su habilidad para reinventarse constantemente. Por ejemplo, después de lo que él describió como una ‘mala noche’ en Brasil allá por el 2008, decidió despojarse de su púa. Para él, tocar sin púa significaba una mayor conexión con su instrumento, una sensación renovada de motivación y una mejora técnica notable.

Mientras exploraba nuevos horizontes técnicos, Kotzen sacó una serie de discos dispares como The Road, un homenaje al sonido Motown impregnado de las raíces musicales del ‘Philly Soul’ que editó bajo el alias de ‘Wilson Hawk’; Peace Sign (2009), un álbum más accesible y algo mainstream; y 24 Hours (2011), que cuenta con la colaboración de Jerry Cantrell (Alice in Chains) y nuevamente, la participación de su hija, August, en «Stop Me». Aquí es cuando se nota un pequeño cambio en sus solos ya que por fin parece estar cómodo a la hora de tocar sin púa.

Y así llegamos al año 2012. Eddie Trunk, renombrado anfitrión de «That Metal Show», animó a Richie Kotzen a unirse a Mike Portnoy (Dream Theater, Sons of Apollo) y Billy Sheehan, creando así uno de los supergrupos más impresionantes de este siglo: The Winery Dogs. ¿El resultado? Una explosión de creatividad sin igual. Se rumorea que en solo un par de horas durante su primer encuentro en el estudio de Richie, compusieron tres canciones para su álbum debut. Desde entonces, este power trio ha deleitado a públicos de todo el mundo con su fusión única de funk, rock y metal, desatando una energía contagiosa y un virtuosismo musical que desafía toda descripción.

The Essential Richie Kotzen (2014) se presenta como el punto de partida ideal para cualquiera que aún no ha tenido el placer de sumergirse en su obra. Este doble disco recopilatorio ofrece un viaje a través de su ecléctica carrera hasta el 2014, culminando con unos demos originales que prefiguran el surgimiento de The Winery Dogs. Según el propio Richie, lograr que una grabación de estudio suene como un directo con un solo músico tocando todos los instrumentos fue todo un desafío, ¡pero lo logró!

Pero como suele decirse, todo vuelve a su origen, y en 2015, Kotzen saca Cannibals, regresando a sus raíces de R&B y soul. Como casi todos sus discos, no es totalmente homogéneo. Cuenta con un theremin en “Walk with Me”, «You» es una pieza preciosa al piano que su hija, August, compuso con tan solo 13 años y «Time for the Payment» se acerca a la guitarra española en ocasiones. Al parecer, un amigo suyo, Ben Woods (creador del ‘Flametal’ – la fusión del flamenco y metal), le había enseñado algunos trucos del flamenco.

Y Kotzen no se detiene ahí. Con más de 30 años en la industria y más de 21 álbumes en solitario (sin contar sus colaboraciones y proyectos con The Winery Dogs, Mr. Big, Vertú o Poison), este incansable músico celebró su quincuagésimo cumpleaños con un regalo para el mundo: 50 FOR 50. Este monumental lanzamiento contiene 50 nuevas canciones, la mayoría interpretadas íntegramente por él mismo, desafiando las convenciones de la industria musical contemporánea y demostrando una vez más su genialidad inagotable. Richie decidió que, dado el estado actual del mercado, ¿por qué no compartir su música tan pronto como termina de grabarla? Total, si todo el mundo hace sus propias listas en Spotify o donde sea y hoy en día, casi nadie escucha un álbum completo. Así que, lanzó 50 temas del golpe.

Con otro álbum en vivo y dos trabajos más con los Winery Dogs, además de colaboraciones con músicos legendarios como Lemmy (toca en «Desire») y Adrian Smith (Iron Maiden), Richie Kotzen sigue demostrando su habilidad para reinventarse a sí mismo y mantenerse en la vanguardia de la industria musical.

Richie Kotzen, un músico que desafió las expectativas y encontró su voz en los altibajos de la escabrosa industria musical, ha sido siempre fiel a sí mismo y a la música que él quería hacer en cada momento.

Aunque la odisea sonora de Kotzen está lejos de terminar, su legado perdurará como un testimonio de su genio musical, su indomable espíritu creativo y su capacidad para inspirar a generaciones enteras de músicos con su pasión y coraje, asegurando (en mi opinión) su lugar en el panteón de los grandes músicos de nuestra era.

Escucha aquí el monográfico de Metal-And Rock radio de la carrera de Kotzen en el cual participé:

PRÓXIMAS FECHAS EN ESPAÑA (2024):

MADRID: 16 de Junio con Extreme (sold-out)
BARCELONA: 17 de Junio en la Sala Salamandra
CARTAGENA: 20 de Junio en el Rock Imperium Festival

Escrito por
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