Con Paul Collins la historia tristemente se repite a sí misma, además ya durante demasiado tiempo; una asistencia correcta en la sala Upload pero sin llegar a agotar el papel, un público muy devoto de su figura y carrera y toda esa ristra de hits que nunca fueron hits.
Pero poco parece importarle ya al bueno de Paul Collins, que hace de su capa un sayo y se presenta en el escenario alegre y dicharachero –con la garganta un poco mermada, todo hay que decirlo- y con ganas de gustar a ese público tan fiel que le sigue. Rezaba el cartel que iba a ser un recital basado en las canciones de The Beat y The Nerves, dicho y hecho.
La primera canción que acometió fue su celebérrima «Rock and Roll Girl», a partir de ahí puso el turbo a la Ramones, desgranando una tras otra esa colección de canciones que son pura gloria power pop; «I Don’t Fit In», «The Kids Are The Same», «USA» o la muy beatleniana «Crying Won’t Help». Todo energía y desparpajo, y además respaldado por su banda española, unos músicos que en lo suyo casi nadie les puede toser. Tocaba también el turno para recordar a los ya lejanos The Nerves poniendo la sala a bailar del todo con «Hangin’ On The Telephone», si, la que tocaban Blondie, pero que era de la banda en la que militó Paul Collins.
Tras cincuenta minutos se retiraron del escenario, pero no, afortunadamente aún quedaba marcha por dar. Un poco más desacelerado se encargó Paul de interactuar de manera muy cachonda con el público, con ese perfecto castellano que viene de la docena de años que residió en Madrid. El bis fue extenso y lleno de cera melódica como «Different Girl» o la idónea para cerrar el pase «Look But Don’t Touch».
Una estupenda velada, luminosa, con sonido pluscuamperfecto y llena de esa melodías de las que uno nunca se cansa ni de escuchar ni de tararear. Paul Collins volvió de nuevo a casa y siempre será ese hijo pródigo que te alegra y hace brillar tu día a base de canciones perfectas de tres minutos.
Fotos: Marga Pacheco.