Típico y tópico, pero real: nunca ha habido ni habrá nadie como él. Desde el apocalíptico y tenebroso Birmingham post segunda guerra mundial creó en 1968 junto a sus colegas Tony, Geezer y Bill esa pétrea hermandad llamada Black Sabbath. Una banda que sino cambió la historia de la música, si que la amplió y ensanchó.
Pero no podemos reducir la importancia de Black Sabbath a meros fundadores del Heavy Metal, sería demasiado reduccionista. Posiblemente la mejor virtud de su música es su total vigencia, tanto en las letras como en música : ¿alguien ha superado la contundencia y mala leche de “War pigs”?
¿Se puede sonar más metálico y lírico a la vez como en “Paranoid”? ¿Se puede dar voz a los que nunca creyeron en el Verano del amor? Black Sabbath consiguieron eso y mucho más.
La decadencia setentera de la banda (auspiciada por un consumo desmesurado de las drogas) junto al inicio de su relación con Sharon hizo despegar una carrera en solitario en el que fue total protagonista, creando una cantera de jóvenes guitarristas de la que algunos acabarían derivando en leyenda, como Randy Rhoads.
En 2002 estrenó su reality show, y aunque vimos su faceta más cercana y humana, la sobre exposición mediática le pasó factura a nivel musical.
Los continuos achaques médicos tiñeron de incertidumbre los recitales de sus últimos años, pero siempre dio motivos para que saliera a cuenta pagar una entrada para verlo encima de las tablas.
Ozzy nos ha dejado y nos duele tanto porque era uno de los nuestros, un tipo que se emocionó cuando conoció a McCartney, que sabía lo que era trabajar en la fábrica y que nos hizo saltar las lágrimas al despedirse en el último concierto de Black Sabbath el cinco de Julio: “Esta fue la última canción de todas.
El apoyo de ustedes nos permitió vivir una vida increíble. Muchas gracias desde lo más profundo de nuestros corazones”.
Fare thee well Ozzy……
Fotos Desi Estévez.