Entrevista a Montana Stomp

Pocas bandas en España suenan tan sinceras como Montana Stomp. Su música tiene la crudeza y vulnerabilidad del blues, la calidez del southern rock, y la verdad de quien ha aprendido a resistir.

Durante más de una hora de conversación con Susana Colt (voz y letrista de la banda), lo que empezó como una charla sobre su nuevo disco acabó siendo una reflexión luminosa sobre el arte, la perseverancia y el vértigo de seguir creyendo en lo que más amas cuando todo alrededor empuja en dirección contraria.

Lo que hemos aprendido es que debemos seguir siendo reales.

Pero Montana Stomp no es solo Susana. La banda es un engranaje preciso y apasionado formado por Óscar Díez a la guitarra, Adrián Garcés a la batería, Beto Foronda al bajo y Josete Meléndez en los teclados. Juntos han construido un sonido propio, poderoso y orgánico, que nace del blues pero que transpira raíz, sudor y verdad.

Su nuevo trabajo, The Horse and the Hill, se publicará oficialmente este viernes, 7 de noviembre, y es, sin duda, su obra más emocional y madura hasta la fecha. Grabado y mezclado por Diego García (Audio Feeling Studio) y masterizado por Javi Vacuum (Vacuum Mastering), el disco condensa todo lo que Montana Stomp ha vivido desde su debut: la distancia, el cansancio, la resiliencia y la alegría salvaje de seguir cabalgando cuesta arriba. “El caballo somos nosotros; la colina, todo el proceso”, me dijo Susana, y esa frase se quedó resonando como una especie de brújula interna.

[Nuestro nombre] viene de Tony Montana. De Scarface. Nosotros no creamos un imperio de droga pero queremos que te enganches a lo nuestro. Montana Stomp viene de ese golpe en la mesa de “no sé cómo, pero lo vamos a hacer”, y de la lucha. Somos obreros del blues rock.

A lo largo de la entrevista, hubo momentos de humor, emoción y vulnerabilidad: desde el miedo al síndrome del impostor hasta la certeza de que no hay redención sin herida. Hablamos de la vuelta a la canción, su fe en sus directos, de la magia de la conexión con el público (“Si no te emociona el concierto, te devolvemos el dinero”, bromea Susana), de su lema “Montana manda”, y de cómo cada miembro aporta una pieza esencial: el groove de Beto y Adrián, la intensidad melódica de Óscar, la textura elegante de Josete y la voz que lo sostiene todo… y lo rompe a la vez.

…es cinemático. Es visual. Tanto en palabras como en sonidos. Y a lo grande, porque los cuatro instrumentistas son unas bestias de la armonía

En Montana Stomp, nada es casual. Ni los bendings en el solo de “Unbroken”, (¡ojo! es el caballo que llora), ni la magia detrás de cómo surgió “Bourbon Call”. Hay algo profundamente conmovedor en la forma de Susana de hablar sobre lo que ama. Escribe para sanar, para espantar lo que llama “los mamuts mentales”. Canta para no mentirse, para dejar constancia de lo vivido. “Cuando canto Unbroken en directo, me rompo. Pero me reconstruyo”, dice. Y se le quiebra la voz.

Hablamos de los riesgos de cantar en inglés, del vértigo de las etiquetas, del humor que les salva (“¿Cómo voy a escribir sobre coches y whisky si no conduzco y solo bebo un chupito antes del concierto?”), del arte setentero de las portadas y de esa manera tan “Montana” de ser grandes siendo pequeños. Pero, sobre todo, hablamos de verdad. De cómo se construye una banda sin manual, solo con coraje y el trabajo duro.

Sé que me costará cada vez que la cante. Y lo vais a ver en los conciertos. No es una pantomima. La letra es mi vida y lo que siento con la banda. Si el caballo llora, yo también lloraré.

The Horse and the Hill no es solo un título; es una declaración. Es el sonido de una banda que ha aprendido a transformar la distancia en química y la fragilidad en fuerza. Escucharlo es acompañarlos en esa subida: a veces luminosa, a veces extenuante, pero siempre honesta.

Donde más brillan es en directo. La gira de presentación comenzará el sábado 22 de noviembre en La Gramola (Orihuela, Alicante) y continuará el 30 de enero en Zaragoza (Centro Cívico Delicias), con paradas confirmadas en Galicia (20 y 21 de febrero) y León (27 de febrero, Sala Babylon). Fechas que prometen ser una celebración de lo que Montana Stomp representa: música que te hará bailar, emoción sin filtros y la certeza de que todavía hay bandas que tocan como si les fuera la vida en ello.

Nuestra base rítmica es la vía, y Montana Stomp es el tren.

Sentarse a hablar con ellos es recordar por qué seguimos creyendo en el rock hecho con las manos, con el corazón y con cicatrices. Seamos como el caballo de Montana Stomp: recuerda que incluso cuando estamos cansados, hay que subir esa colina.

ENTREVISTA CON SUSANA COLT DE MONTANA STOMP:

JESS: Vamos a empezar por lo básico. La mitad de la banda estáis en Elche y la otra mitad en Zaragoza. Vosotros decís que tocáis southern blues rock, ¿qué sabe una banda de Zaragoza y Elche sobre el country, el blues sureño o el de Chicago?

SUSANA: Creo que la pregunta es muy justa para empezar, sobre todo para una banda en esas condiciones, y en este país en concreto. Precisamente por afinidad con todo lo que tiene que ver con la raíz del blues, que al final es lo que nosotros, como banda, consideramos la base de todo.
Creo que el pozo de todo lo que hemos ido nutriéndonos cada uno, los cinco, durante todos estos años —tanto para consumo personal como por trabajo con otras bandas, o incluso en jams o versiones por gusto— es lo que forma esa mezcla que yo creo que es la base, la crema que hidrata todo esto.

Para nosotros, todo tiene que ver con lo que sale del blues. De las raíces. Sí que es verdad que, en algunos aspectos, unos más que otros de nosotros. La mezcla de influencias de los cinco es muy variada, pero hay nexos comunes aparte de ese blues clásico del que te hablaba. Por ejemplo, Óscar viene de un blues muy delta, muy en su raíz, muy estudioso de todo lo que tiene que ver con eso en la guitarra, pero siempre con un punto en la otra mano del hard rock y del blues británico. Es más poderoso, con ramalazos de Rory Gallagher y ese tipo de sonido más incendiario.

Luego está, por ejemplo, la voz —yo—, que escucha cosas que están básicamente “muertas” (risas), con pantalones de campana y melena al viento (risas). Es decir, de esa otra parte de influencias: bandas como The Allman Brothers, Poco o Grand Funk Railroad. Toda esa gente que quizá es un poco más machacona, pero que también vuela en armonías y estructuras más abiertas.

Por otra parte, del bajo viene una base que quizás sorprenda, pero que se nota cuando estamos en directo. Beto viene del jazz y del funk. Ha estado muchos años estudiando y trabajando en Argentina, donde se formó como músico a pesar de ser de Zaragoza. Y toda esa inquietud musical se percibe, sobre todo, en las líneas de bajo.

De las influencias que parten de esa base y llegan al southern más moderno también forma parte Adrián, nuestro batería. Ahí hablamos de lo que nos une: bandas como Blackberry Smoke o Lynyrd Skynyrd, y ese punto más setentero que, por ejemplo, encontramos en las influencias del teclado, con Deep Purple como una de las bandas que más pueden haber influido en algunos de sus riffs.

En este país estamos muy acostumbrados a etiquetar y a poner géneros. A nosotros, la etiqueta de southern rock nos dio vértigo al principio. Secretamente deseábamos que alguien la mencionase, pero sí es cierto que quizá la etiqueta viene dada más por la necesidad de orientar al público sobre lo que va a escuchar, sin intención de “educar”. Sobre todo, siendo un producto nuevo, como lo fue el primer disco de Montana. Luego el que te escucha puede decidir si esa etiqueta es justa o no, pero todas nuestras influencias vienen de esa base. Si se nota, somos afortunados y honrados. Si no se nota, también, porque significará que hemos conseguido un sonido propio: el sonido Montana Stomp.

JESS: Sí, vuestro sonido es muy particular. Pero también es cierto que estáis hablando de raíces que no son propias de España, sino de otros países. ¿Habéis sentido algún tipo de rechazo por ser “no auténticos”?

SUSANA: Si eso ha sucedido, no somos conscientes de ello. También creo que hemos sido muy bendecidos por la crítica desde el primer momento. Nos gusta pensar que es porque nunca hemos sido pretenciosos. Hemos sido honestos siempre, tanto con lo que hacemos fuera del directo como con lo que llevamos a las tablas.

En los dos trabajos hay una clave común: son crudos, reales y viscerales. Creo que donde realmente se nos valora es cuando se nos ve en directo. Y no defraudamos. Podría adornarlo con palabras más grandiosas, pero al final somos una banda blue collar: de pico y pala, de llamar a puerta fría.

Si hubiésemos dicho que somos la reivindicación moderna del southern rock, todo el mundo tendría derecho a hacer fila para darnos una hostia en la cara (risas). No ha sido así. Creo que somos igual que el que nos escucha: el que se levanta pronto y se acuesta tarde sin haber comido.

JESS: Creo que lo importante que has dicho es la autenticidad, lo visceral y lo real. Eso, para mí, es lo trascendental, lo que serás capaz de recordar dentro de unos años. Si no es así, si es algo falso o artificial, realmente no conmueve. ¿Qué es lo “real” en vuestro caso? ¿Qué tiene Montana Stomp que os diferencia de otros grupos influenciadas por las bandas que mencionaste al principio?

SUSANA: Cuando nos ves en directo, no te sientes solo. Estás disfrutando del concierto igual que nosotros disfrutamos encima del escenario. Las letras son reales, historias totalmente sentidas. En un concierto, hacemos sentir que tanto nosotros estamos dentro de esa historia como que tú formas parte de ella.

Yo lo resumiría así: miramos a los ojos a los que están viviendo el concierto con nosotros. Y cuando te miramos a los ojos, ves que nos emocionamos. Consideramos que un concierto debe ser una experiencia grupal. Te devuelvo el dinero de la entrada si, cuando termine el concierto, me dices que no has conseguido conectar. ¡Y ahí no perderemos, eh! (risas)

JESS: Yo lo he experimentado. Os he visto, y se nota una clara conexión con el público y entre vosotros. Sois una banda muy unida, muy compacta. No sé si tiene que ver la formación en jazz de Beto o la formación más técnica de Óscar, pero la comunicación entre vosotros, aunque sea imperceptible para el público, está ahí.
Vamos a hablar de lo que viene nuevo, porque hablábamos antes de geografía. Sé que es fácil fijarse en que la banda esté repartida, pero debe de ser difícil componer así también, ¿verdad? ¿Eso forma parte del “hill”, de lo que cuesta, en vuestro nuevo álbum The Horse and the Hill?

SUSANA: ¡Exacto! (risas) ¡Eso es The Hill, la colina! (risas) Eso y la comunicación de la que hablabas antes. El caballo somos nosotros; la colina, todo el proceso.

Desde el primer disco, que era un toro salvaje que miraba en línea recta y arrasaba, este segundo animal —el caballo— sigue mirando hacia adelante, pero no olvida lo anterior. A nivel compositivo, es complicado, y hemos aprendido a base de ensayo y error.

No tenemos la suerte de poder vernos una vez a la semana y pasar horas juntos. Es difícil cuadrar cinco agendas —seis, si contamos a Andrea Silván, fotógrafa y videógrafa. No estaríamos donde estamos sin ella, porque sin cara no existes. Además de amiga desde hace muchos años, trabaja con nosotros desde el principio.

Surgen ideas que compartimos por drive, vemos un esqueleto, y cuando detectamos que hay “chicha”, nos juntamos. Normalmente en Zaragoza, porque Adrián tiene allí una nave enorme de locales de ensayo, el OK Corral, que también va con nosotros en el nombre (risas).

Allí ensayamos jornadas intensivas, maratonianas. Como, por ejemplo, el próximo viernes: toda la tarde, toda la noche, dormiremos lo que podamos y seguiremos el sábado por la mañana. Eso para las partes que ya están identificadas como posibles temas.

Pero luego suceden cosas mágicas, como con una de las canciones de este disco, “Bourbon Call”, que surgió in situ. Un día llegué al local y dije: “Tengo una idea que se me ocurrió en la ducha hace tres días”.

Empecé a cantar lo que nosotros llamamos “wachinei”: relleno dadaísta de palabras en inglés, español y suajili. Lo escucharon y no pasaron ni quince segundos cuando Adrián, el batería, dijo: “Vale, ¿a cuánto calculas que va esto?”. Empezó a marcar el ritmo y me dijo: “Cántalo otra vez”. Canté a capela.

De repente, me vino la imagen de una canción de barra de bar a las tantas, cuando todos los hielos se han derretido y tienes el codo mojado de apoyar el brazo. Y dije: “Pues si no llama, te va a llamar el bourbon”. Me emocioné (lo cual no es difícil, ¡porque lloro cada diez minutos!).

Ellos empezaron a mirarse entre sí con ese lenguaje mágico de quienes tienen tanta escuela detrás, porque todos son unos virtuosos. Adrián hizo un break muy romántico, muy bonito, muy doloroso, muy específico… un break que solo podría hacer él. Beto le miró, se miró con Óscar, y entre los dos se entendieron sin hablar. Josete empezó a caminar con las teclas. Yo seguí cantando.

Recuerdo que esa nota inicial, esos cuarenta segundos que tengo grabados, dieron origen al tema. Después, en casa, trabajé en el puente, en la estructura, en el estribillo. La letra terminó siendo: “No puedo más. Todos lo saben, yo lo sé, tú lo sabes. Quiero llamarte, pero no debo llamarte. Pero te va a llamar el bourbon.” Y así nació la canción.

Hay tres canciones muy especiales en el disco para nosotros. Igual que en el anterior nuestros “bebés” eran That Song, High y Mister, en este disco hay otras tres que todos comentamos: The Horse and the Hill, Unbroken y Bourbon Call. Esas tres canciones son resiliencia, fuerza y lo que queda después del dolor: la cicatriz.

Montana Stomp llega a un momento en que ya no piensa en las distancias. Somos quienes somos, los que tenemos que ser, y seguimos aprendiendo. Nos damos muchas hostias, físicas y mentales; se sufre mucho en una banda que no tiene cotidianeidad, pero hay un lema: “Montana manda.” Esas dos palabras cierran cualquier discusión, cualquier conflicto compositivo, logístico, empresarial o personal. Así que se compone como se puede y se ensaya cuando se puede… pero ensayar es de cobardes (risas).

JESS: Montana manda. Me gusta (risas).

SUSANA: Sí (risas). Yo creo que el tercer disco podría titularse Montana manda (risas). No creo que sea así, pero cerraría cualquier tipo de duda, porque somos siete personas —teniendo también en cuenta a Rafa, el marido de Andrea, cuando viene con nosotros—, pero hay un ente por encima de los siete, y ese ente es Montana. Aunque tengamos opiniones diferentes o decisiones complicadas, “Montana manda”.
Date cuenta: hemos hecho una gira internacional antes de presentar el disco, antes de tener siquiera los conciertos aquí. Imagínate el nivel de gestión logística que ha sido. Pequeñas diferencias, broncas…

JESS: …que siempre habrá.

SUSANA: Claro, pero en el momento en que alguien dice “Montana manda”, todos callamos. Como pequeña anécdota: este fin de semana estuvimos en el Montseny grabando el videoclip, y tuvimos que subir hasta la cima de la montaña con las botas y todo. Llegó un momento en el que Adrián dijo: “¡No quiero más caballos ni más animales!” (risas). Así que tendremos que ver cómo será el siguiente disco, si no es sobre un animal (risas).

JESS: La portada del caballo es preciosa.

SUSANA: Sí, es que en ningún caso queríamos una foto de nosotros.

JESS: Me encanta, y quería preguntar por ella. En inglés decimos “You shouldn’t judge a book by its cover”, pero en este caso, creo que se puede… ¿Qué me puedes contar sobre la portada de The Horse and the Hill? Esta vez la hizo Héctor Castañón, de Ossobuko Studio, ¿verdad?

SUSANA: Trabajar con Héctor Castañón, de Ossobuko Studio, ha sido un regalo. Es un artista al que yo ya seguía desde hace años. Una vez compuesta la canción “The Horse and the Hill”, nos dimos cuenta de que tenía mucho de “corte setentero”, o al menos eso nos gusta pensar. Es una canción en la que no se da importancia a ningún instrumento concreto ni a la voz: se da importancia a la historia. Y eso nos conecta mucho con todo ese rock setentero que nos fascina.

Si te fijas, en los años 70, las portadas daban más importancia al arte que al nombre de la banda o al título del disco. Formaba ya parte de la historia. Así que, ¿qué mejor que alguien que transmite y conecta con ese tipo de ilustraciones “juliovernescas”, de trazo fino y muy orgánico?

JESS: Sí, hace como si fuera litografía, ¿verdad?

SUSANA: Sí. Entonces escribimos a Héctor y le propusimos un reto, como a todos los que han participado en este disco. Le dije: “Héctor, necesito una portada para ayer. Para un disco que no está terminado, que no vas a escuchar. Necesito la portada, todo el arte y el rediseño del logo también”. Porque el anterior era bonito, pero parecía una copia artística del logo de los Allman Brothers. Era muy efectivo, pero…

JESS: …no tan vuestro.

SUSANA: Exacto. Le conté cómo era el disco, qué era Montana. Le mandamos cuatro referencias visuales porque teníamos claro que queríamos que fuese un caballo mirando desde una cima lo que había dejado atrás. Había elementos importantes: la libélula, las hojas… pero Héctor no escuchó nada del disco. No tuvo sugerencias sobre colores ni formato ni nada.

Y creó esa ilustración. Reinventó el logo, diseñó la contraportada y, para las letras —la parte interior—, otra ilustración. Nosotros no teníamos ni idea de cómo iba a ser. Y al final, no hicimos ni una sola corrección.

JESS: Guau. Eso dice mucho de lo que es el disco, ¿no? Realmente es algo compartido entre muchísima gente. Porque hicisteis lo mismo con MadVinyl, ¿verdad?

SUSANA: También. Con MadVinyl, Eugenio [López] fue, desde el primer disco, una persona con la que yo me sentí muy orgullosa de trabajar. Cuando lanzamos el primer disco, no sabíamos muchas cosas sobre cómo se gestionaba todo esto de tener una banda propia ni cómo crear físicamente un vinilo. Contactamos con ellos y todo fluyó de forma muy orgánica.

Tengo mil anécdotas. Ningún vinilo del primer disco de Montana Stomp es igual. Todos los vinilos son marrones, color madera, del toro, de la tierra removiéndose. Porque queremos “ser grandes siendo pequeñitos”, como esa idea romántica y tan bonita que transmiten los Lynyrd Skynyrd.

Esta vez, hemos querido dar protagonismo a todos los grafismos y al formato. Así que le mandé a Eugenio el disco, las letras y el arte, y le dije que no queríamos saber cómo iba a ser hasta el día en que fuéramos a recogerlos.

Fuimos los cinco, desde diferentes puntos del país, y cada uno de los discos era diferente: colores distintos, diseños distintos. En este primer pedido hicimos una pequeña edición limitada sin saberlo. Pedimos 200 vinilos y esta semana tenemos que reeditar, ¡y eso que aún no se ha puesto a la venta en la tienda online!

No existe ni uno igual. Es maravilloso. Estamos viendo cada disco único cuando la gente nos envía fotos por redes y tal. Toda la familia de MadVinyl nos ha adoptado. Es difícil de creer, porque no somos nadie, y es un nombre muy reconocido dentro de la producción discográfica en España. Nos sentimos muy agradecidos.

JESS: Pues es indicativo de lo que significáis vosotros, de cómo es el trato de Montana.

SUSANA: Somos muy agradecidos. Antes comentábamos la frase “Montana manda”, pero hay otra que también usamos desde hace años. En redes, de hecho, la mencionamos a menudo, y un día, hablando con Jared James Nichols, nos dio un consejo que se nos quedó grabado: “Play loud, stay humble.” Igual que fue humilde él con nosotros cuando nos dijo que tocáramos “Mississippi Queen”, una versión que sale en nuestro primer disco.

JESS: Claro, porque en esa época era un cover que Jared solía tocar en todos sus bolos.

(Inciso: Susana y yo pasamos unos diez minutos hablando de los problemas de voz que tuvo Jared James Nichols en esa gira, por la inflamación de sus cuerdas vocales. Yo misma me había cruzado con Jared antes de su prueba de sonido en Madrid: me comentó que venía del médico y de la farmacia, porque le habían puesto un pinchazo de cortisona para la inflamación, y que alguien le había dejado su nebulizador. ¡Resulta que era Susana!)

SUSANA: ¡Eso es! Se quedó tan impresionado con nosotros que, cuando se enteró de que “Mississippi Queen” formaba parte de nuestro debut, nos dijo: “Dos cosas: una, me gustan tus botas; y dos, vais a tocar Mississippi Queen”. Fue muy humilde, y nosotros estábamos muy, muy agradecidos por eso.

JESS: Sí, me acuerdo. Al final tocó War Pigs esa noche en la Nazca, creo. Es muy fan de Zakk, y, por ende, de Sabbath, así que tampoco desentonaba.

JESS: Pues, hablando de versiones… en este disco no tenéis ninguna, ¿no? ¿Os habéis hartado de covers o qué? (risas)

SUSANA: Creo que uno nunca se cansa de las versiones cuando las tocas por gusto, cuando haces una jam con otros músicos, cuando te dejas llevar, cuando disfrutas y cuando intentas honrar a alguien. Pero incluir una versión ya no tenía sentido para este segundo trabajo.

“Mississippi Queen” fue una de las primeras canciones que tocamos cuando nos conocimos los cinco como músicos. Pero la banda no surgió porque fuéramos amigos de toda la vida. Vivíamos en sitios distintos. No nos conocíamos. Queríamos divertirnos un rato y empezamos a tocar juntos en pandemia. Ni siquiera estaban Beto ni Josete hasta después de la pandemia. Así que, cada uno en su casa, grabamos una versión de “Mississippi Queen”. Así empezó todo.

JESS: Vaya, pues eso es muy interesante, porque al final creo que todo arte suele ser como una “foto del momento”: lo que estaba pasando en ese instante, para ayudarte a entenderlo un poco mejor. Entonces entiendo que incluir una versión no forma parte de la foto de este momento de Montana Stomp.

SUSANA: Sí, es un poco eso. Surgió de aquel momento, por eso queríamos incluirla en el primer disco.

JESS: Esos detalles son muy bonitos. Igual que lo que contabas antes con MadVinyl o con Héctor a la hora de hacer el arte. Aunque, claro, también hay que reconocer que el nombre mismo de la banda es muy sugerente. No debe de haber sido fácil crear el arte sin haber escuchado la música, pero el nombre ya evoca ideas muy claras. “Stomp”, con su estampida bestia, y “Montana”, que te lleva al oeste, a algo vasto y abierto. Es normal que evoque caballos, raíces y música americana o algo así.

SUSANA: Bueno, te voy a contar un detalle que no mucha gente sabe. Tienes razón, iba por ahí, pero originalmente, no os referimos al estado estadounidense. Estábamos hablando de Tony Montana. Scarface.

JESS: ¿En serio? ¡Guau! Claro, soy americana, y pienso directamente en el estado. ¿Cuál es la conexión con ‘Scarface’?

SUSANA: Cuando le pusimos el nombre a la banda, estábamos pensando en algo que fuera fiel a cómo empezó todo. Cuando comienzas, quieres que sea un imperio. Para nosotros, esto es nuestro imperio: algo nuestro, nuestra empresa, nuestra vida, nuestro bebé, nuestro todo. Desde cero, desde la calle.
Obviamente, Tony Montana creó un imperio de droga —que no es nuestro caso—, pero también queremos que te enganches a lo nuestro (risas). Pensamos en esa figura humana del “no tengo nada, no tengo ni papeles, pero lo voy a conseguir”.

JESS: De cero sobre todo en vuestro caso porque sois quienes hacéis todo: la gestión, la composición, la producción, la promoción…

SUSANA: Sí. Y “stomp” viene, obviamente, por ese gesto de la patada, del puño en la mesa, de la bota contra la puerta. Montana Stomp viene un poco de ese golpe en la mesa de “no lo tengo, pero lo voy a conseguir”, de “no sé cómo, pero lo vamos a hacer”, y de la lucha. Somos obreros del blues rock.

JESS: Sin embargo, el “pisado” en este segundo álbum es muy diferente. Sigue ahí la personalidad ‘Montana Stomp’, con todas las influencias intactas de toda esa buena música de la que hablábamos antes —soul, blues, hard rock, classic rock…—, pero me parece un trabajo mucho más introspectivo. No encuentro esa estampida del primero.

SUSANA: Tienes razón. Pasamos de un toro, que es un animal salvaje, a un caballo, que representa nobleza, lealtad, perseverancia y fuerza. Es el fruto de la resiliencia. Sin grandes expectativas, ni musicales ni personales, lo que hemos aprendido es que, para mantenernos en el punto en el que estamos (que ya juzgará cada uno cuál es), debemos seguir siendo reales. Las canciones de este disco son reales, igual que en el primero. Mira “That Song (The Right Track)”. Pero este es más maduro.

JESS: Sí, lo cual es natural. Pero volviendo a lo que hablábamos antes sobre conectar, creo que este disco conecta más, sobre todo por las letras. No sé si es porque soy americana o no, pero las letras son lo que más me llama la atención. Eso sí, tengo una duda: ¿crees que aquí, en España, vais a poder conectar tanto con el público, cantando en inglés?

SUSANA: Por una parte, la lógica me diría que no, porque es más complicado. Ya lo vi en el primer disco, ojo. Había un tema cuya historia es muy especial para mí: “High”. Cuando tocamos esa canción, he visto desde el escenario, cómo la gente me mira a los ojos y repite las frases conmigo. Pero las letras de Montana Stomp no son las más fáciles para cantar. Tienen mucho contenido.
Lo que pasa es que yo no escribo pensando en los demás: escribo por necesidad. En este disco hay una parte muy vulnerable, pero como ya he tenido la experiencia de presentar las canciones en el extranjero, no tengo miedo.

Al final, Montana podría cantar en chino, en un pueblo perdido de Palencia, y aun así transmitiría. Los gestos de mis compañeros mientras tocan lo transmiten. Entenderás sin palabras lo que estamos diciendo. Y si no, te haremos entenderlo, porque te vamos a coger por el pescuezo y… (risas).

En este disco, tanto para mis compañeros como para mí, estamos muy agradecidos porque la gente está valorando muchísimo ese aspecto. Para mí, las letras son esenciales. Podría hablar horas de ellas.

JESS: Pues no tenemos horas hoy (risas), pero sí quiero puntualizar algo. Según vosotros mismos:

“El caballo y la colina simbolizan los momentos duros de la banda, esos en los que a veces dan ganas de tirar la toalla, pero miras el camino recorrido y es imposible parar. Nos moriríamos: somos animales de directo, de calor, de cables y de humo. El caballo, estando agotado, llega a la falda de la colina, cerca del río, donde ve un sauce y dice: ‘Hasta aquí. Quiero morir y punto’. El sauce le mira y básicamente le señala la colina y le dice: ‘¡TIRA!’ Ese caballo ahora está contemplando no solo lo que ha recorrido hasta el momento, sino la siguiente cima.”

La canción que da nombre al disco, por supuesto, habla de todo eso:

“For every tear you’ve cried / I’ve cried a thousand more.”
(“Por cada lágrima que has derramado, yo he derramado mil más.”)
“Hurting like a first time lover.”
(“Dolor como el primer desamor.”)

SUSANA: Esas frases son del sauce, esa imagen mitológica que representa la sabiduría… Hay unos easter eggs maravillosos en el disco. Igual me he flipado un poco a lo Robert Plant con toda esa simbología (risas).

JESS: Bueno, pero no estáis hablando de sexo en forma de limones y pelotas, así que vais bien de momento (risas).

SUSANA: Es ese punto de lo que había en las canciones de los setenta. Cuando se la presenté a los chicos y canté esta canción en el local, me dijeron: “¿Quién coj0nes canta una canción sureña que tiene la palabra ‘libélula’?” (risas). ¡Pero yo quería meter “libélula” porque me las estoy encontrando en todas partes últimamente!

JESS: ¡Claro! No queremos esas letras tan tópicas, rollo música ochentera.

SUSANA: Las letras de Montana Stomp no pueden ser de coches, de la noche y del whisky, porque no conduzco, no salgo de noche y solo tomo un chupito de whisky antes de los conciertos, porque es un ritual con los chicos. ¿Cómo voy a hablar de un canalla cuando soy un ser de luz?

JESS: Eres un “ser de luz” y, sin embargo, me parece que gran parte de las letras tratan un dolor profundo y genuino. ¿De dónde viene todo eso?

SUSANA: Me vas a hacer llorar. Hay tres canciones muy especiales en el disco para nosotros. Igual que en el anterior nuestros “bebés” eran That Song, High y Mister, en este disco hay otras tres que todos comentamos: The Horse and the Hill, Unbroken y Bourbon Call. Esas tres canciones son resiliencia, fuerza y lo que queda después del dolor: la cicatriz.

El dolor no es físico. Es el dolor de ver que no puedes ser más, o de no conseguir algo antes, o de pensar siempre “llego tarde”. O el dolor que hay en las palabras de Adrián cuando me dice: “Jefa, tenemos que conseguirlo. He tocado lo que necesito con la punta de los dedos más de una ocasión y siento que se escapa. Tenemos que conseguirlo ahora.” Se me hace un nudo en la garganta al decirte esto.

JESS: … o sea, es un dolor también muy vuestro.

SUSANA: Sí, de todos. Hablando con Óscar sobre este proceso, le dije: “Tengo miedo a cantar Unbroken”. De hecho, es una canción que ya existía antes del primer disco. Era un germen que iba a entrar en el debut, pero nunca terminaba de encajar porque el estribillo no conseguía tirar vocalmente hacia ningún lado.

JESS: Pues menos mal, porque aquí encaja a la perfección.

SUSANA: Creo que sí. Y creo que va a ser difícil. Y también creo que todo el mundo va a cantar “I’m broken”, y no es así. Pero tengo que decir la verdad, y la verdad es que…
(llora)

… la verdad es que, a los 49 años, tuve miedo de algo que creo que tenemos todos los artistas: el síndrome del impostor. Tuve miedo porque hay momentos en los que me veo demasiado vieja, demasiado pequeña o llegando demasiado tarde al juego. Pero me dije: “Estoy rota. Pero me quedo.” Y esa es la canción. J0der.

Esa canción también define mucho lo que es la banda: no se rige por las circunstancias. Va con lo que decías antes, de que hacemos todo nosotros. Quiero dar un golpe, por los cinco, y hacer un llamamiento en letras de fuego: hemos hecho estos dos discos así por circunstancias, no por decisión.

Tenemos claro que nos encantaría contar con las facilidades de un equipo de trabajo como tienen otras bandas: un sello que apueste por nosotros, una oficina de management o booking que confíe en nosotros. Que nos lo facilite, porque somos muy trabajadores, muy duros, muy bestias, muy animales. Si el año que viene hay que ir a Japón, nadie hace preguntas. A Japón vamos. La única condición es que trabajen igual de duro que nosotros. Que trabajen a la misma velocidad. Que no duerman, que no coman.

JESS: Gracias por compartir todo eso conmigo, y con nosotros. Como bien dicen, se necesita un pueblo. Hace falta mucha gente experta en cada cosa. Vosotros sois expertos en lo vuestro. Y, además de las letras, algo que me ha llamado mucho la atención es la composición. Sobre todo, la vuelta a lo que es “la canción”: la estructura estrofa-estribillo, A-B-A-B, con sus puentes. Todo. Las canciones parecen himnos. Ignorando por un momento la letra, “Unbroken” es tan pegadiza… se instala en tu cabeza y simplemente vive allí. Es inquietantemente conmovedora. Las teclas… Y tu voz, tan soul, en ese “momento ¡j0der!” en el solo de guitarra, como un minuto antes del final… es como si sacaras algo del infierno.

SUSANA: Pues así fue. Y te lo digo a ti, a los lectores de Dirty Rock Magazine: ese “momento j0der”, como lo llamas tú, duele, porque la letra duele. Sale de una herida de infancia. Sale de la herida del abandono.

Esa letra duele, pero —y Dirty Rock es el primer y creo que único medio al que se lo vamos a mencionar— el solo de guitarra también es otro “momento j0der”, con los bendings. Es el caballo llorando. Si tienes ese dato y vuelves a escuchar la canción (a partir del minuto 3:30), puedes oír cómo Óscar Díez hace que el caballo llore. No es un bending por casualidad. Es el caballo subiendo la colina, diciendo: “Ya no puedo más.”

JESS: Guau…

SUSANA: Y el sauce diciéndole: “¡Ni hablar! ¡Levántate! ¡Tira!” Ese momento y lo de las libélulas son especiales. Lingüísticamente, la palabra tiene una musicalidad muy bonita. Además, la libélula simboliza la transformación y el renacer, igual que la mariposa.

Cuando estábamos componiendo las canciones, me las encontraba a todas horas. Ahí encontré una conexión con mi amiga Jodie Cash, de Barcelona, porque a ella le pasaba lo mismo: no paraba de verlas justo cuando componía una de sus canciones. Y con Inés, de Mississippi Queen & The Wet Dogs, lo mismo. Nos hemos quedado locas.

La voz del ser humano no la tiene para cantar: la tiene para gritar cuando viene un mamut, para que no te coma. Como ya no hay mamuts, los mamuts ahora son mentales. Y yo quiero espantar a esos mamuts también.

JESS: Qué fuerte.

SUSANA: Sí, hay algo que pasa con las mujeres en el rock en España y las libélulas (risas). Pero sí, hay mucha realidad en este disco.

JESS: Mucha realidad, y también mucho rollo cinemático. He leído alguna vez que “la música es parecida al fuego: te recuerda a otras hogueras”. Tu música es así. Pero las hogueras son muy diversas. No todo es dolor o sufrimiento. En “RnR Wheels”, te dije que casi podía ver las caras de todos en un bar. Soy de Michigan, y esa canción me recordó a mi infancia y al line dancing. Y luego “Bourbon Call” es muy honky-tonk.

SUSANA: Sí, es cinemático. Es visual. Tanto en palabras como en sonidos. Y a lo grande, porque los cuatro instrumentistas son unas bestias de la armonía. No tengo los conocimientos que tienen ellos —han escrito libros, dan formación técnica—, pero con ese espíritu de jam band nos han salido comienzos de canciones brutales, elegantes, con peso, muy a lo Gov’t Mule, que adoramos.

Todas las canciones del disco son cinemáticas porque queremos llevarte a la colina con nosotros. El shuffle de “Big Blind Special”, cuando el diablo va a jugar una partida de póker en un sitio al que tu madre jamás te aconsejaría entrar. Del mismo modo, “RnR Wheels” te lleva a una escena de Bonnie & Clyde, huyendo en coche, rodeado de humo y velocidad.

Son temas reales y grandes. “Big Blind Special” es un tema que gozamos; surgió de una idea de Beto, el bajista, y a mí me costó la vida ponerle letra. “Bourbon Call” también es uno de nuestros tres “bebés”. Es una canción que adoramos todos, pero especialmente Beto y Adrián. Son uno. Gracias a ellos, la banda funciona. Esa base rítmica es la vía, y Montana Stomp es el tren.

Considero que tengo una suerte tremenda de tener esta formación, y te lo digo no como parte de la banda, sino como melómana. Nos ponemos de rodillas cuando Adrián hace un solo de batería al final.

Como el disco tiene un aire más setentero, él ha dado más importancia a la dinámica dentro del groove, manteniendo patrones estables para dar sentido rítmico a las composiciones, sin virtuosismo, investigando cómo hacer los temas más musicales. Cuando dejamos espacio para un solo de bajo en “Big Blind Special”, que lleva toda la canción, es otro “momento j0der”. Todas las partes de este disco surgen del deseo de que cada uno encuentre su sitio dentro de cada canción.

JESS: ¿Y habéis experimentado con el equipo técnico?

SUSANA: Sí. Óscar experimentó con varios efectos y sonidos, como el trémolo o el fuzz. En composición y mezcla, intentó fijarse más en lo que necesitaba cada canción, adaptando los arreglos y sonidos a la historia que se cuenta, usando más guitarras y afinaciones distintas: Telecaster, Strato, Les Paul…

Josete amplió sus arreglos con sonidos que no aparecían en el primer disco, como el Fender Rhodes o un órgano más gospel para algunas partes. También probó a combinar un pedal wah con un Hammond distorsionado para uno de los solos.

En el caso de Beto, en vez de usar solo su Precision Bass, vio la necesidad de combinar ese sonido clásico con un Fender Jazz Bass para lograr un tono más puro, aunque en algunas canciones añadió un pedal MXR de distorsión. En Trouble experimentamos con varios efectos, y el caballo ganador fue la mezcla del Envelope Filter MXR con el octavador EBS.

Más o menos, dejamos espacio para que sea la canción la que hable. Pero vuelvo a repetir: poco se habla de la base rítmica de Montana Stomp, y voy a pelear para que se les dé el reconocimiento que merecen.

JESS: Pues enhorabuena a los cinco… o a los seis, o siete (risas). Me gusta muchísimo. Aunque me parece que este va a ser un disco que, en ciertas canciones —sobre todo por las letras—, va a ser difícil tocar en directo.

SUSANA: La primera vez que llevé “Unbroken” con letra al local, en Zaragoza, no llegué ni a la primera estrofa. Lloré. Lloro ahora, porque me cuesta hablar de ella, y sé que me costará cada vez que la cante. Y lo vais a ver todos en los conciertos. Porque no es una pantomima. La letra es mi vida. Y es lo que siento con la banda: sin lo que hacen los demás, no existe la canción.

Sin la herida, no existe la cicatriz. Cuando canto esa canción en directo, me rompo. Pero me reconstruyo. Y seguimos. Porque considero que un músico, si quiere llegar a su público, no debe mentirle. Nuestra obligación es ser real. No mentimos en la producción, no mentimos en las letras ni mentimos en quiénes somos. Si el caballo llora, yo también lloraré.

JESS: Recuerdo algo que me dijeron hace poco en otra entrevista: “Las letras, una vez que las has escrito, al exponerlas, el proceso de sanar —si es que hay que sanar algo—, o al menos de digerirlo, ya ha empezado.” Me pareció muy bonito. No sé si es tu caso.

SUSANA: Sí. En cuanto a las letras, en estos dos discos hay un aspecto que siempre visibilizo: la salud mental.

JESS: Sí, me viene a la cabeza “Alice”, del primer álbum.

SUSANA: Efectivamente. Y ha habido muchas personas que nos han dicho que esa canción significa mucho para ellas. Escribo las letras de un modo consciente, buscando sanar, buscando ser real.

Pensé: si no me gusta un michelín, ya sé lo que tengo que hacer para cambiarlo. Entonces, ¿por qué no usar otra de las medicinas que tengo a mi alcance? La voz del ser humano no la tiene para cantar: la tiene para gritar cuando viene un mamut, para que no te coma. Como ya no hay mamuts, los mamuts ahora son mentales. Y yo quiero espantar a esos mamuts también.

De soltar todo nace el dejar atrás. Y al final, eso es avanzar. Así que, quien escuche esa canción y sienta conexión porque entiende la letra, hemos cumplido. Quien la escuche y no entienda lo que canto, pero al verme sienta que se le encoge el estómago, hemos cumplido.
Quien la escuche y flipe con el paisaje rítmico que construyen mis compañeros, con el laberinto emocional de esa guitarra, con todas esas influencias detrás del teclado y el bajo… hemos fu€king cumplido.

JESS: Pues tengo clarísimo que vais a cumplir con todo eso y más. Una vez más, enhorabuena por el trabajo, por el resultado y por esta conversación tan honesta. Así es Montana Stomp, a fin y al cabo. Gracias.

Foto: Andrea Silvan

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