El Gran Teatre del Liceu fue el único testigo mudo de un nuevo paso de Miguel Ríos por su escenario. Dentro del festival Guitar BCN, el granadino ofreció un buen repaso a toda su historia sin olvidar que si los viejos roqueros nunca mueren es porque aún siguen creando. Y es que aprovechando esta gira por teatros, Miguel Ríos está presentando lo que será su nuevo trabajo en estudio “Un último vals” grabado junto a los Black Betty Boys. La formación lleva años siendo la mano derecha del veterano músico y parece que se han hecho imprescindibles para su rejuvenecimiento escénico.

Con un entorno como el del Liceu, poco más que los instrumentos se necesita en el escenario. The Black Betty Boys fueron los primeros en salir y lanzarse a una versión con mucho más swing que rock de “Bienvenidos” y el cantante escuchara una merecida ovación. Un tema que Miguel Ríos tuvo la deferencia de traducir al catalán llevándose, más aún si cabe, las simpatías del público. Tras “Mientras el cuerpo aguante”, nos recordó que gracias a José Nortes, en esta ocasión se ha dejado impregnar por los aires irlandeses y el folk. “Oro irlandés” fue la primera de las cinco canciones que sonaron de su próximo disco. Algo que me parece muy interesante para alguien que podría vivir de rentas creativas a estas alturas de su carrera. Lejos de hacer un repertorio de grandes éxitos aún mantiene viva la ilusión de presentar los temas nuevos.

Así, canciones como “No es la tierra, estupido”, “Si pudiera parar el tiempo” o “El último vals” se iban mezclando con sus clásicos. Está claro que no pueden equipararse a temas como “No estás sola”, “Vuelvo a Granada”, “El río” o “Año 2000” y no creo que lo pretenda, pero sí puede sentirse orgulloso de ellos. Se mostró muy hablador durante todo el concierto, mostrando su sentido del humor o incluso reivindicativo con el conflicto de Palestina. Incluso pudimos disfrutar de la presencia de dos amigos del granadino que lo acompañaron en el escenario. La guitarra de Jorge Salán en “Generación límite” y la voz de Dani Flaco en el “Blues del Autobús” fueron la pequeña muestra del respeto que las generaciones más jóvenes le muestran a Miguel Ríos.

Un sentimiento que se muestra en ambas direcciones. Eso explicaría las palabras de cariño con las que presentó a sus invitados y el espacio que le cede a Luis Prado en todos los conciertos para que cante “Estoy gordo”. Circunstancia que permite después una íntima interpretación de “Todo a pulmón” a piano y voz. Algo que no acabo de entender es la elección de “Insurrección” en el repertorio teniendo tantos buenos temas propios como tiene. Pero como manolero no me quejaré por escucharla. Aunque lo cierto es que aprovechando ese ánimo insuflado en el público “Los viejos rockeros nunca mueren” y “Rock and Roll Boomerang” sonaron más festivas. Y con “El rock de la cárcel” y “Sábado en la noche” fue capaz de levantar de sus asientos a todo un señorial Liceo.

Un último vistazo a su próximo trabajo con “En la rampa de salida” inició el tramo final del concierto. Si hay un tema que brilla con luz propia en la discografía de Miguel Ríos es “Santa Lucia”. Imprescindible e inamovible en los repertorios del músico de Granada podría ser una de las mejores canciones que se han compuesto nunca en castellano. Tras una “Oración” dedicada a las víctimas inocentes de los conflictos armados, un final tan claro como es el “Himno a la alegría”.
Dos horas de concierto, en el que Miguel Ríos sigue ofreciendo un alto nivel vocal. Quizás algo disperso en los discursos entre las canciones, aunque eso es buscarle algún pero mínimo a su trabajo. No queda otra que ponerse en pie ante una leyenda de nuestra música y seguir disfrutando de la calidad que ofrece en sus actuaciones. Espero realmente que este que hemos bailado no sea nuestro último vals y que el cuerpo nos aguante para seguir demostrando en vivo que los viejos rockeros nunca mueren.
Fotos: Desi Estévez