Casualmente este domingo estaba en casa con los críos pasando la tarde y mi hija puso a Robe. Me hizo pensar que estaría ya muy recuperado y debía estar ya componiendo nuevos temas.
Y me di cuenta de que yo tenía más o menos la edad de ella cuando en un verano que debía ser 1993 (año arriba o abajo) un amigo me pasó un cassette mal grabado que contenía La Hoguera.
También me hizo pensar que es de esas pocas bandas que me ha acompañado toda la vida. El nivel de obsesión que tuve con Deltoya o Pedrá es comparable al de muy pocos otros discos. Recuerdo también cuando salió Agila, que en cierto modo me defraudó porque ya era menos sucio y me jodía un poco que ahora a todo el mundo le gustase.
La primera vez que viajé para un concierto lejos de casa fue para irme a Madrid a verle en las Ventas en septiembre del 97, creo que era el fin de gira de Agila, y no sé como engañé a mis padres pero allí que me planté yo solo en un autobús a Madrid.
El final de Extremoduro y el comienzo de la carrera en solitario no los seguí tan de cerca, pero luego con Mayéutica me volví a subir al barco y a redescubrir su carrera. Los conciertos de las dos últimas giras son el mejor legado y el mejor recuerdo que se puede dejar. Entonces no lo sabíamos pero como se suele decir, si esa era la despedida, no puede haber una mejor. Esos conciertos eran a la vez una celebración de una carrera inconmensurable y una mirada esperanzadora al futuro.
Un futuro que se nos ha arrebatado de golpe y nos deja una herida que costará cerrar. Esta ha dolido como la pérdida de un familiar. Si hecho la vista atrás, en todas las etapas de mi vida tengo recuerdos asociados a su música. Y es algo que al menos 3 generaciones compartimos. Su rock transgresivo acabó por ser rock trascendente.
Gracias Robe, gracias por tanto.
Fotos Desi Estévez y Carlos P.Báez.
