En un país donde las modas cambian más rápido que los carteles de una sala de conciertos, resulta raro (y casi reconfortante) encontrar una banda que no trate la herencia del rock setentero como una pieza de museo, sino como un material vivo, inflamable y todavía capaz de encender un escenario.
Sara Lapiedra (voces), Juan Cervera y David Buila (guitarras), Daniel Penón (batería), Josete Meléndez (teclads) y Carlos Viejo (bajo) son White Coven, surgido de la escena zaragozana hace poco más de una década.
Pertenecen a esa minoría que no se limita a reverenciar el pasado: lo actualizan con una convicción que desarma incluso a los más escépticos. Y lo hacen con la energía de una banda veterana… pese a que ninguno de sus integrantes podría calificarse precisamente como un clásico.
No hablamos de una rareza provincial ni de un capricho revivalista: hablamos de una banda capaz de competir con propuestas internacionales en un terreno donde la calidad se nota al primer riff.
Después de una gira de dos años (¡casi setenta conciertos! que los han llevado de salas míticas a pequeños templos del rock independiente), la banda afronta este diciembre su último sprint antes de bajar el telón.
Miranda de Ebro, León, Benavente y Madrid serán los últimos territorios en caer. Una “last call” que no suena a despedida, sino al cierre digno de una etapa que los ha consolidado, por derecho propio, como una de las propuestas más sólidas y singulares del rock español actual.
Lo que distingue a White Coven no es solo la aparente facilidad con la que asimilan las influencias de Led Zeppelin, Deep Purple o los Allman Brothers. Es el modo en que las ponen a dialogar entre sí sin caer en el cliché ni en la mera imitación.
En directo, la arquitectura interna de la banda se entiende mejor. Las guitarras no compiten, se entrelazan, con unos solos sublimes de Juan, que buscan la emoción tanto como la técnica. El teclado aporta ese punto de densidad y color que hace avanzar las canciones, mientras la base rítmica trabaja con una firmeza determinante, sosteniendo cada giro con precisión. Y al frente, la voz de Sara: cálida, potente, capaz de elevar el conjunto sin imponerse por encima de él. Es un grupo que no parece intentar sonar grande. Ya suena grande y asume ese peso con naturalidad.
La gira que ahora termina no ha sido corta ni cómoda; tampoco parece haberlos desgastado. Más bien ha servido para reafirmar una identidad que, a estas alturas, está lejos de ser solo una promesa. Su segundo disco homónimo (más maduro y expansivo que su debut) los situó en un punto de inflexión, y estos dos años de carretera han acabado de darles músculo.
El broche final tendrá lugar en Madrid, en la Wurlitzer Ballroom, dentro del ciclo Mad Psych Fest. Una noche celebrada junto a los Heavy Brothers, que rematarán la velada a los platos.
Quien aún no haya vivido un concierto suyo o quiera acompañarlos en este cierre de etapa, tiene ahora la mejor oportunidad. Si hay un momento para entender por qué White Coven está destacando dentro del rock estatal, es este. Y, visto lo visto, esto es solo el principio.
4 de diciembre, MIRANDA DE EBRO – LA RAYUELA
5 de diciembre, LEÓN – BLACK BOURBON
6 de diciembre, BENAVENTE – BUDA
7 de diciembre, MADRID – WURLITZER BALLROOM