Miles Davis, John Coltrane y Branford Marsalis. Estos son los tres nombres que desde bien jovencito me inocularon el amor por el jazz, y con Marsalis siempre tuve una conexión especial. Después de hacerme con sus primeros vinilos, de bucear en sus conexiones pop/rock con iconos como Sting, Crosby, Stills & Nash o the Grateful Dead y de disfrutar con su puesta al día de los decálogos jazzísticos, con el tiempo le fui perdiendo un poco la pista.
También tenía la espina clavada de no haberlo visto en directo, por lo que su participación en el festival de jazz de Tiana para 350 afortunados ( única parada en nuestro país en 2025) se me antojó ineludible.
A punto de cumplir los 65 , uno de los abanderados de ese nuevo “open mind” jazz surgido a mediados de los 80’s continúa en plena forma : mantiene la intensa furia marca de la casa, añadiéndole un plus decisivo de madurez y contemporización.
Más que un concierto presenciamos una epifanía, una reivindicación del ARTE ( en mayúsculas), una forma de entender la música en que la falta de entrega es inasumible. Para asumir esta propuesta Marsalis hace más de una década que se acompaña de uno de los mejores tríos del planeta: el pianista Joey Calderazzo, Eric Revis al bajo y el batería Justin Faulkner.
El cuarteto presentó el reciente “Belonging” junto a clásicos de una trayectoria que siempre supo convivir entre la experimentación y el respeto por la tradición. Marsalis nos regaló el sueño de una noche de verano…
Fotos Noemí Pujolar.
