Hace apenas unos días se cumplieron 60 años del concierto en el Shea Stadium. Cuando decimos ‘del concierto’ es porque es más que obvio de qué recital se trata, y qué grupo intervino. El recinto neoyorkino, hogar de los New York Mets de béisbol, sede de algún evento de Football americano, ha sido testigo de conciertos de bandas como The Who, The Clash, The Rolling Stones o artistas como Billy Joel a lo largo de su historia, pero si hay un evento que lo ha marcado para siempre es el concierto de los Beatles celebrado el 15 de agosto de 1965. Se podría considerar el día 1 de la era de los macro eventos musicales que desde hace tiempo nos resultan tan comunes. ¿Hemos mejorado con respecto a aquél público? ¿Los artistas y promotores abusan de estos eventos en la actualidad? ¿ Y las entradas? ¿Y si paramos a reflexionar sobre algunos de estos aspectos? ¿Somos selectivos o crees que formamos parte de un rebaño?
La banda de Liverpool arrancaba su segunda gira por Estados Unidos en Nueva York, para presentar el álbum Help!, que había publicado a principios de mes y que llegaría a vender un millón de copias solo en América ese año. La beatlemania estaba en pleno apogeo. Antes de los Fab Four, pocos músicos británicos de rock and roll que habían pisado suelo estadounidense para giras, Cliff Richard, The Shadows, aunque estos como acompañamiento del propio Richard, y poco más. El fenómeno fan existía, pero The Beatles lo llevaron a la histeria más absoluta.
Cuando ves las imágenes y sonidos de la época, te das cuenta de que el negocio no estaba preparado para algo tan gigante. Entiéndase negocio como el pack completo, discográficas, seguidores, conciertos, management, merchandising, ingenieros, seguridad, etc. Y con esto llegamos a la segunda gira por Estados Unidos del grupo más famoso de la época, a iniciar ni más ni menos que en Nueva York.
‘Una oportunidad así no se puede desaprovechar’. Esto mismo habrán pensado al unísono, los promotores, fans con entrada, Dj’s radiofónicos, televisiones, fans sin entrada, merchandising oficial…y los piratas, era un pastel enorme, en una ciudad inmensa, en el país de las oportunidades.
Sid Bernstein era el promotor que ya había llevado un año antes a The Beatles al Carnegie Hall y la demanda de entradas del público fue tan extraordinaria que podía haber llenado 50 días con doble sesión diaria. El promotor le dijo a Epstein (manager de la banda), te voy a llevar a ver el Madison Square Garden para que me digas qué te parece para tu próxima visita. Epstein siempre preguntaba, ¿‘podemos llenarlo’?. Cuando Bernstein le confesó que habían tenido una solicitud de 100,000 personas (pongamos a 2 o 3 entradas por persona), entonces ya Bernstein pensó en Shea Stadium.
Sid Bernstein, tuvo buen ojo para convencer a Brian Epstein de llevar a su banda a Shea Stadium. ¿Tú crees que podremos llenar 55000 asientos?, (preguntó el manager) y el promotor le contestó, te doy 1000 dólares por cada asiento que quede libre.
Lo que siempre me ha llamado la atención de The Beatles at Shea Stadium es que el sonido del grupo salía directamente de la megafonía, no había altavoces con potencia para ese alcance, el griterío de la gente, la locura llevada al límite, la lejanía del grupo con la grada. Un circo. Y es que uno tiene la impresión de que si The Beatles no hubieran tocado y se hubieran dedicado a saludar a la gente le habría dado igual. Era un circo. No era un espectáculo musical, y a manager y promotor eso no les importó. Era un negocio. El maná había llegado.
The Beatles tuvieron el digno gesto de, un año más tarde, decidir que no querían seguir participando de este circo, y decidieron no hacer más giras y centrarse en el trabajo de estudio.
Pero esto ocurrió hace 60 años. ¿Qué ha cambiado? ¿Y si nos paramos a reflexionar sobre lo que hemos aprendido, o lo que algunos responsables, o promotores, y público, han aprendido de Shea Stadium? ¿Hay similitudes? ¿Tenemos Shea Stadiums en la actualidad? Sí, unos cuantos. No solo en conciertos grandes, también en festivales, y no solo en privados, también en eventos subvencionados. Parece inconcebible que esto ocurra en la actualidad con la tecnología, medios y conocimientos que hay.
Hay recintos que 60 años después de Shea no emiten su sonido por la megafonía, pero quizás no lo hacen para no ser tan descarados con las evidencias, si vamos a cometer un ‘crimen’, tampoco vamos a enfatizar, ¡pongámonos guantes! En ocasiones da la sensación de que ir a un concierto en 2025 es acudir a un circo en el que el promotor da por hecho que la gente va a ir y hace lo posible en rascar de donde pueda para aumentar el margen de beneficios. Hemos sido testigos de sonidos absolutamente deleznables después de pagar por una entrada 100€, y en Estados Unidos incluso entradas con precios dinámicos. Pero es que en 2025 el sonido tiene y debe ser casi perfecto, independientemente del precio o de la ubicación en la que te encuentres dentro del recinto, es una cuestión de respeto.
Para el Shea Stadium las entradas se vendieron por correo o por canales de venta anticipada en tiendas seleccionadas, hoy tenemos venta online, con gastos de emisión y demás cosas extrañas, por decirlo de forma suave. Hay webs oficiales muy conocidas que venden las entradas y luego te organizan la reventa. Y los conciertos de artistas grandes se venden a precio, en ocasiones, de oro. Shea Stadium las entradas costaban entre 4,50 y 8,50 dólares, el salario medio en USA en 1965 era de unos 540 dólares al mes. Hoy un grupo grande no baja de 100, con sonido en ocasiones parecido a Shea Stadium y un Merchandising a precio de locos, con las insufribles camisetas con las fechas de la gira en la espalda.
¿Y el público? El público sigue acudiendo religiosamente a los grandes eventos, bebe cerveza a precio de Johnnie Walker Blue Label, mientras vacía las salas pequeñas, en las que normalmente el sonido es mejor, la cercanía con la banda óptima y el precio de la entrada buenísimo.
En los grandes conciertos encontramos que el público ha sustituido el griterío absurdo y sinsentido de Shea Stadium por el selfie, algunos incluso cargando el stick extensible y se coloca para ello de espaldas a la banda o artista, usan el móvil de forma compulsiva para, ¿compartir? (sic) Y se ponen a grabar la grada, ya pueden tener a Mick Jagger moviendo las caderas a sus espaldas, el espectáculo es el entorno… Señor dame paciencia.
The Beatles estaban muy lejos para siquiera dirigirse al público con normalidad en Shea Stadium, pero en la actualidad no son pocos los músicos que incluso paran en mitad de una canción para pedir que por favor quiten el flash del teléfono, o rogar porque dejen los móviles para otra ocasión y recordándole al ‘respetable’ que están en un evento musical, tal y como hace Adele en el vídeo anterior, en la que le pide a un par de fans que dejen de grabarla, que esto no es un DVD, que ella está allí en carne y hueso.
No quiero que parezca que generalizo, y si lo parece, no es la intención. En Shea Stadium tenemos imágenes del público que no entiende lo que está pasando, que han ido a escuchar un concierto y no han podido. Hoy también hay gente que paga, va a escuchar el concierto y no puede. Estamos en 2025, lamento repetirme, pero tengo la sensación de que no hemos aprendido nada. Bueno, algunos sí, y cada día son más ricos.
Todo ha cambiado, pero no te engañan cuando te dejas engañar. Una frase atribuida Abraham Lincoln decía que ‘puedes engañar a algunas personas a veces, pero no puedes engañar a todas las personas todo el tiempo’. Esto llegará hasta donde el público quiera y permita, y no, esto no lo dijo Abraham Lincoln, lo escribe un servidor.
El último concierto celebrado en Shea Stadium fue en 2008 y lo cerró Billy Joel en la compañía de uno de los que lo abrió aquella tarde de agosto de 1965, Paul McCartney. Y sí, el sonido era considerablemente mejor.