Leiva se hace gigante en Barcelona

Leiva cerraba en el Palau Sant Jordi la primera etapa española de la gira, con todas las entradas agotadas desde hacía meses y más de 17.000 personas dispuestas a despedir un ciclo con el que Barcelona comprobó que el nombre del Tour Gigante 2025 no era una exageración.

Antes de que el madrileño apareciera, Sidonie ejercieron de anfitriones de lujo. Los barceloneses, que ya ultiman su esperado nuevo disco en catalán del que presentaron su tema “Sé” salieron a jugar en casa con una energía contagiosa. Su repertorio, que incluyó temas tan celebrados como “Estáis aquí”, “El incendio”, “Costa Azul” o la siempre magnética “Fascinados”, calentó rápidamente el ambiente en un Sant Jordi que aún se estaba llenando.

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La banda convirtió su set en una fiesta breve pero intensa, reivindicando la personalidad camaleónica que siempre les ha definido: psicodelia pop, melodías luminosas y un sentido del espectáculo que destila oficio. Su complicidad con Leiva ya es conocida, y anoche volvieron a demostrar porqué son uno de los teloneros más agradecidos que uno puede tener antes de salir a un escenario tan grande.

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A las 21:05, con el público ya totalmente entregado, sonaron los primeros acordes de “Bajo presión”. Leiva, guitarra en mano y vestido de negro en contraste al blanco de sus músicos y el estilo del montaje escénico, apareció en el centro como quien pisa territorio conocido pero no por ello menos emocionante. Encadenó, sin apenas pausa, “La lluvia en los zapatos”, “Gigante” y “Lobos”, un arranque de alto voltaje que convirtió el Palau en un coro instantáneo. 

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La primera gran ovación llegó con “Terriblemente cruel” y “Superpoderes”. La banda sonó compacta, destacando la labor de César Pop a los teclados y su hermano Juanchito, reforzada por una producción audiovisual ambiciosa —pantallas, luces, un diseño escénico más cinematográfico que nunca— que confirma que Leiva ha dado un salto de gigante en términos de puesta en escena.

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El bloque central del concierto alternó épica y recogimiento. “Sincericidio” y “Breaking Bad” mantuvieron la pulsión rockera, mientras que “El polvo de los días raros” y “Ángulo muerto” ofrecieron la cara más íntima y narrativa de su repertorio. El concierto recuperó el pulso rock and roll con la ya habitual adaptación de “You Never Can Tell” de Chuck Berry. Leiva recordó a Santiago Auserón, quien en su etapa de Juan Perro elevó las versiones de clásicos afroamericanos a un territorio propio. La interpretación funcionó como homenaje tácito a esa tradición. A partir de “Flecha” y “Cortar por la línea de puntos”, el concierto entró en territorio emocionalmente conocido para el público más joven, mientras que “Vis a vis” y “La llamada” recordaban por qué Leiva es hoy una figura central del pop-rock nacional: melodía impecable, confesión emocional y romanticismo descarriado.

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El tramo Pereza fue pura celebración: “Como lo tienes tú”, “Estrella polar”, y, sobre todo, “Lady Madrid”, para la que Sidonie regresaron al escenario desatando la nostalgia colectiva. Tras “No te preocupes por mí”, llegó el primer adiós, seguido de unos bises que condensaron el ADN del madrileño: “Caída libre”, tema cuyo espíritu y lirismo comparte con Robe, un artista al que Leiva dedicó unas palabras de admiración y respeto, “Como si fueras a morir mañana” y “Princesas”, todas coreadas como himnos ya instalados en el imaginario del público.

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Más allá del repertorio, lo que hizo histórica la noche fue el contexto. Leiva volvía a Barcelona tras una gira que ha reunido a más de 250.000 personas, acompañado por el lanzamiento del documental “Hasta que me quede sin voz”, donde comparte el duro proceso de rehabilitación tras una lesión en las cuerdas vocales. Verle ahora, frente a un Sant Jordi lleno, convertía esa historia en un cierre luminoso. Cuando se encendieron las luces y el eco de “Princesas” se desvaneció entre la multitud, quedó claro que este concierto no fue solo un final de gira parcial: fue la constatación de que Leiva ya juega en la liga de los grandes nombres del rock en español. Y lo hace sin renunciar a lo esencial: canciones, banda, sudor, una voz que resiste como un animal herido y una honestidad que ocupó, durante dos horas, todo el Palau Sant Jordi.

Fotos: Desi Estévez

 

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