Max & Igor Cavalera. Retornando a las raíces por un puñado de dólares

El pasado lunes 7 de Noviembre asistimos a la madrileña sala BUT, dentro del programa gira Route Resurrection organizada por el Resurrection Fest. En esta ocasión el reclamo era la reunión, que tanto se estila en estos tiempos, de dos viejos hermanos y conocidos. Se trataba nada menos que el re-encuentro de los hermanos Cavalera, Max e Igor. Fundadores de la archiconocida banda de metal brasileña Sepultura y que dieron en llamarse Cavalera Conspiracy, tras abandonar la primera.

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Max ha estado en varias ocasiones en nuestro país en formato Soulfly, la banda que montó paralela a Sepultura y con la que siguió tras el abandono de la banda madre. La verdad es que los Soulfly, ofreciendo un producto cercano a lo que era la banda original de los Cavalera, se merece todos nuestros respetos, porque lejos de querer vivir de las rentas, nos han regalado un par de trabajos tan o más memorables que los de la banda de Max e Igor. Lo que está claro es que cuando leímos el anuncio de la vuelta en tándem de los hermanitos, nos entró un gusanillo y una ilusión destacables. El simple hecho de pensar en ver a los originales Sepultura sobre un escenario español en estas fechas en las que sus seguidores de siempre ya nos sentimos mayores, era algo, al menos, memorable.

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La vuelta de Max e Igor a los escenarios conmemora los 20 años de la publicación de su loncha «Roots», editada en febrero de 1996. Realmente parece que fue ayer cuando compraba ese CD y lo pinchaba en mi viejo reproductor del salón, pero mira el tiempo que hace. ¡Es increíble! Roots es su trabajo más tribal, una mezcla insuperable de metal y aires salvajes desde lo más profundo de las selvas brasileñas. Un album que merece el respeto de fans y detractores del metal. La combinación de fuerza, talento y etnia que consiguieron los Cavalera en ese album lo eleva a la categoría de obra maestra, sean cuales sean vuestras tendencias musicales.

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La sala BUT es mucho mejor opción que la anterior propuesta en la que se programaba este show, la sala Penélope. Simplemente por eso ya contábamos con que el sonido metalero de la descarga Cavalera iba a disfrutarse mucho más y ya se juntaba a los otros parámetros que alentaban nuestra ilusión: el re-encuentro con nuestra juventud, las caras de amigos de toda la vida, el sonido del metal puro sin alteraciones externas y la fuerza de las raíces brasileñas. La combinación era simplemente perfecta.

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Llega el momento de arrancar y lo hacen cerca de unas más lógicas 21.30h y nada que ver con las 19.30h que marcaba la entrada para el comienzo del show. Muy mal la organización por no dejar claros los horarios y jugar con el tiempo del respetable que tenemos bastantes cosas que hacer y, lo crean o no, una agenda suficientemente apretada como para estar con más de dos horas de antelación un lunes esperando a la banda en lugar de atender nuestras responsabilidades. Creo sinceramente que no se debe jugar de este modo con el tiempo de la gente.

Toda la formación salta a la vez al escenario, vocales, guitarra, bajo y batería y toda nuestra atención centrada en los hermanos Cavalera. Max saluda con su característico grito metalero y algún que otro insulto en inglés y brasileño para meterse al público en el bolsillo con la bromita. Igor levanta la baqueta y señala al público. La decoración es sobria: una pantalla con las caras indigenas que adornaban portada de disco y merchan en general relacionado con Roots, una bandera de Brasil a la izquierda de la batería a doble bombo de Igor y poco más. El artificio vino más cuando Max sacó el instrumento tribal brasileño llamado birimbao, una especie de arco sonoro que se utiliza para danzar capoeira. Más adelante Max toca también el gran tambor brasileño, la batuca, para marcarse las clásicas batucadas de algún que otro tema del Roots.

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La primera descarga es la que abre directamente el album Roots, que van a ejecutar prácticamente al completo, se trata de «Roots Bloody Roots», acaba de llegar el momento que esperábamos, el del chute de adrenalina que supone escuchar el primer corte del Roots, ¡DIOS! Al primer trallazo le siguen en el orden del disco “Attitude”, “Cut-Throat” y la mítica e inigualable “Ratamahatta” donde, a pesar del gozo que supone el tema, llega la primera decepción de la noche y es que Max no se atreve con el enrevesado estribillo del tema que es, en realidad, media canción y decide dejarlo en manos del público. Tras el subidón inicial nos empezamos a dar cuenta de que estamos disfrutando de la descarga más por melancolía que por realidad. Casi todos los temas los está salvando Igor a la batería. Ahí sí que no hay peros, la bestialidad del ataque a doble bombo y el ritmo que imprime a las baquetas marcando perfectamente los temas donde tienen que ir nos hacen darnos cuenta de donde está el valor de la noche más allá de la melancolía.

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Pero Max es otra película. Le cuesta moverse, pide a la gente que bote con ese subir y bajar característico de la palma de su mano, pero él no da nada de la actividad de antaño a cambio. Está muy entrado en peso y apenas toca la guitarra más allá de las últimas cuerdas en quintas o cejilla arriba y abajo en los mismo trastes, más para marcar el ritmo que para hacer la melodía. Es una gran decepción. Además su vozarrón no es el que era y está empezando a cargarse el concierto, que avanza tema a tema del Roots hasta el punto final que es “Dictatorshit”.

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Sabemos que el concierto no ha terminado porque Sepultura y los Cavalera son algo más que el Roots. Tras abandonar brevemente el escenario de la BUT retornan para hacer un par de versiones. Puede que este sea uno de los mejores momentos de la noche porque se marcan un “Ace of Spades” de Motorhead que está muy a la altura y nos hace disfrutar realmente. Los Cavalera reconocen así las influencias de una de las bandas que han hecho nacer este género. Max lleva una camiseta de Motorhead con orgullo y no es para menos, ellos son, por derecho propio uno de los padres del METAL. Parece que ahora tiene que llegar el momento y vayan a repasar al menos tres o cuatro temas de la etapa de Sepultura anterior al Roots, pero lejos de eso osan repetir una versión corta del Roots Bloody Roots con el que ya había abierto este mismo concierto. Me pareció demencial y a parte del respetable nos puso de bastante mala leche, la verdad.

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Al terminar el show empieza el análisis y es verdad que hemos disfrutado de mucho metal, de mucho pogo, de mucho salto entre público de todas las edades. De hecho en más de una ocasión subieron espontáneos para lanzarse desde el escenario a hacer un dive sobre las cabezas de los asistentes, incluso hubo un tipo que se descolgó desde el piso de arriba hacia las tablas para lanzarse luego. Esos fueron momentos de frescura metalera que nos recordaron a lo mejorcito de este tipo de shows de antaño. Pero nos falta algo. Hemos visto a lo que era el núcleo de Sepultura y hemos cantado sus canciones en directo, aunque ya no está el espíritu de lo que eran los gigantes brasileños, la llama de la hoguera se ha apagado en mitad del Amazonas. El tiempo no pasa en vano y a esta moda revival que invade últimamente nuestros escenarios debemos, o bien ponerle freno, o bien gestionar nuestras expectativas para entender que lo que vamos a ver en cada uno de estos conciertos de viejas glorias musicales que se pasean más por buscar sus últimas recompensas que por sus ganas de directo, no es para nada el reflejo de lo que disfrutamos en su momento cumbre hace 20 años.

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Para terminar de rematar el sabor agridulce nos acercamos al puesto de merchan de los Cavalera y nos encontramos con un cartel sobre el mostrador en que dice que podemos conocer y saludar en persona a Max y a Igor, eso sí, por el módico precio de 100€. ¿Cómo se os queda el cuerpo? Estamos acostumbrados a charlar con los artistas tranquilamente al finalizar estos conciertos de sala pequeña en la capital sin tener que dar nada a cambio. De hecho notamos, en la mayoría de las ocasiones, que son los propios artistas los que quedan satisfechos con ese roce y cercanía de sus fans. Pero parece que Max es harina de otro costal. Y digo Max porque en el último show de los Soulfly ya se dedicaba a vender por 20€ fotos con su auto-grafo. Aquello ya nos parecía mal, pero esto de los 100€ por saludarle ya roza el esperpento absoluto. Debería darle vergüenza. Es un gesto de falta de respeto a un público que le ha seguido durante años comprando sus discos y pagando religiosamente la entrada de sus conciertos, independientemente de la banda con la que viniera. Debería, el bueno de Max, darse cuenta de que se debe a su público, que es el que le ha puesto donde está, aunque realmente ahora mismo no sabemos dónde es ese lugar.

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All in all, que dirían los sajones, hemos disfrutado con nuestros amigos de toda la vida de un concierto de metal Sepulturero y hemos saboreado de nuevo el mítico Roots, además, hemos visto muy en forma a Igor Cavalera a los tambores. Quiero quedarme con esa sensación más que con la de uno viejos dinosaurios metaleros que deambulan por la carretera en busca de sus últimos puñados de dólares, un dinero que parecen estar dispuestos a reclamar más por historia que por darnos una realidad actual a cambio. Gracias a la organización del Resurrection Fest por sus facilidades.

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