Kris Kristofferson detiene el tiempo en los Jardines de Pedralbes

El tiempo dejó de avanzar cuando Kris Kristofferson pisó el escenario de los Jardines de Pedralbes la noche del 26 de junio. Ya no hubo un mañana. Ya no hubo un ayer. Ni siquiera ese hermoso lugar del que secuestra su nombre este interesante festival. Sólo su música; lo que algunos periodistas llaman magia, aquello que los gitanos definen como duende, eso que alguien dijo que los Stones tuvieron única y exclusivamente en 1971 o una definición que precisa de uno y mil adjetivos, pero que sólo se puede conocer si la fortuna se ha cruzado en tu camino. Llamadlo como queráis pero aquella velada lo pude sentir cuando los dedos de Kris rasgaron la guitarra acústica para despertar las primeras notas de “Me and Bobby McGee”. Sólo un valiente de ochenta y un años puede tocar su pieza más conocida a los pocos minutos de conquistar las tablas.

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            Es cierto que los primeros pasos del recital fueron algo titubeantes, cuando esa veterana garganta buscó aclararse a través de los compases de “Here Comes The Rainbow Again”. Y, realmente, como reza dicho título, el arcoíris se fue abriendo camino poco a poco mostrando la noble madera de la que están construidas las leyendas, ésas que únicamente necesitan de su voz, seis cuerdas y una armónica, que sólo se usó en un par de temas, para cazar nuestras almas al vuelo. 

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            Allí estaban, repartidas en sus canciones, las vivencias de un siglo XX, que para muchos ya murió durante los años sesenta, cuando “They Killed Him” describió los asesinatos de Martin Luther King y los hermanos Kennedy; aquellas balas segaron el sueño americano haciéndolo jirones. No fue –que quede claro-, un concierto marcado por los lamentos, ya que la alegría despuntó en “For Good Times”, donde la sonrisa invitaba a escuchar a este eterno narrador al calor de cualquier hoguera, allí donde haya alguien que se recree con las historias sobre el sol de California, los golpes del Diablo o el signo del zodíaco de Jesucristo. Desgarrador en “I’d Rather Be Sorry”, tierno cuando dedicó a sus hijos “From Here To Forever” y sincero cuando explicaba el sueño de aquel enamorado de nombre Duvalier. Podría decir muchas cosas y, a la vez, ninguna, porque deberíais haber estado allí para sentirlo.

Kris Kristofferson Jardines de Pedralbes.

            Quizás pasó una hora y media cuando aquel hombre que se siente mortal pese a ser un mito, se fue. Entonces vimos una espalda que cargaba con la música que sólo pueden transformar en imágenes maestros del cine como Sam Peckinpah cuando gozaron de la presencia de alguien como Kris. En ese momento miré el reloj, pero ya no marcaba la hora.

Texto por Federico Navarro y fotos por Desi Estévez.

Kris Kristofferson Jardines de Pedralbes

 

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