Adiós a Ceesepe, adiós al pintor de lo canalla

Ceesepe ha muerto hoy 7 de septiembre en Madrid, con 60 años, derribado por la leucemia. Las obras de Carlos Sánchez Pérez ilustraron discos de Kiko Veneno, Pascal Comelade, Ketama, Golpes Bajos, etc. El artista llenó su obra de serigrafías, pero también de carteles de cine, caratulas de discos e ilustraciones para las mejores revistas. Hasta The New Yorker contó con sus servicios para una de sus míticas portadas. Un tipo como siempre infravalorado en nuestro país.

Un artista que empezó con el cómic en los años setenta y ahora trabaja con ordenadores y madera. Su recorrido profesional abarca desde el cómic hasta la madera. Su vida se reparte entre Madrid y París. Y su carrera comenzó en la época de la movida madrileña y llega hasta hoy. Se podría decir que el cambio es el pan de cada día del artista Carlos Sánchez Pérez, conocido como Ceesepe. La trayectoria del creador madrileño, que empezó con unos tebeos crepusculares en los años 70 y que el pasado abril recibió del Consejo de Ministros la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

Adiós a Ceesepe, adiós al pintor de lo canalla 2018

El artista, que vivió en Río de Janeiro, Nueva York y Buenos Aires, entre otras ciudades. Se consideraba un artesano, que es como se llaman a sí mismos los autodidactas que no han perdido la llaneza. Empezó mozo: con dieciséis años se fue a Barcelona para dibujar en Star, una transgresora revista que, desde la propia portada, guiñaba un ojo a las sustancias ilegales, al sadomaso, al punk y al cómic underground. 

Una viñeta de Ceesepe provocó uno de los secuestros ante la posibilidad de escándalo público, aunque buena parte de sus desenfrenos eran púbicos. Sin haber alcanzado todavía la mayoría de edad, se vio obligado a comparecer en el Ministerio de Información y Turismo. 

«¡La Movida! No quiero tener nada que ver ni con Alaska, ni con Mario Vaquerizo, ni con Fabio McNamara. Ni compro sus discos, ni sus libros, ni nada de eso. Ni aunque me los regalen. Yo no quiero ser un bote de Colón ni salir anunciado en la televisión».

Ceesepe , el acrónimo que derivaba de las sílabas iniciales de su nombre y apellidos: Ce – Ese – Pe. Aunque nada más instalarse en la Ciudad Condal lo conocían como el Fantasma, pues nadie sabía nunca en qué urbe estaba o en qué sofá dormía: Carlos Sánchez Pérez fue un pionero del couchsurfing sin saberlo.

Una vez allí, al poco tropezó en una fiesta con Nazario, un historietista de cuidado, al que se irían sumando otros colegas como Mariscal y Max, con el que compartiría algo más que la madrugada: la capa de la revista New Yorker. Luego, cuando Barcelona comenzaba a templarse y la capital hervía, apuró junto a García-Alix, Ouka Leele y El Hortelano el Madrid ochentero, del que salió indemne.

Adiós a Ceesepe, adiós al pintor de lo canalla

Bajo el paraguas de fanzines y revistas de nombres imposibles, algunas inmovilizadas por la zarpa de la censura, los viñetistas del boom del cómic adulto describieron con trazo grueso las drogas y el sexo. Ceesepe colaboró con El Víbora, Madriz, La Luna y Bésame Mucho, dirigida por Juan José Fernández, el primer responsable de Star. También ilustró discos de Kiko Veneno, Ketama y Golpes Bajos, así como los carteles de los filmes iniciáticos de Pedro Almodóvar Pepi, Luci, Bom y La ley del deseo, cuyos ambientes fueron reflejados en sus propios cómics.

Pronto los abandonó por la pintura, que fue alternando con otras técnicas: collage, serigrafías, cajas de madera, impresión digital, fotos antiguas coloreadas sobre aluminio. Con los años también deja de interesarse por la figuración y pasa del relato de la noche desbocada a la crónica surrealista, de la que se declara heredero. Ya no pinta locales abarrotados sino que se concentra en una sola modelo e, incluso, a veces llega a prescindir de la presencia humana. Si hay figura, la envuelve la abstracción. DEP

 

 

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