Scorpions y Saxon reinan en el Barcelona Rocks

Barcelona Rocks mostró que ni Saxon ni Scorpions tienen pensado colgar los guantes sin pelear hasta el final

La mano de Cervantes puso en boca de Sancho Panza una de esas frases lapidarias por excelencia. “Si no puede ser, no puede ser y además es imposible” casi podía aplicarse a la edición del Barcelona Rocks de este año. Surgido como alternativa para no dejar huérfanos este verano de rock duro a más de uno, y como puente entre las ediciones del Rock Fest del 2022 y el 2024 ha ido sufriendo continuos reveses. El primero y más importante, la imposibilidad de usar los terrenos de Can Zam por reacondicionamiento. Eso provocó que pasara al Pavelló Olímpic de Badalona. La respuesta del público a ese cambio resultó floja. Quizás por el hecho de no ser al aire libre, de ser solo una jornada…

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La consecuencia directa fue un último cambio de lugar y un recorte del cartel inicial a cuatro bandas: Eclipse, Angelus Apatrida, Saxon y Scorpions. Sería el Sant Jordi Club el que finalmente albergara la fiesta del rock. El rock melódico de Eclipse y la descarga thrash de Angelus Apatrida sirvió como teloneros de lujo para el plato principal de la noche. Ambos supieron aprovechar el tiempo para mostrar sus cartas e incluso en el caso de los albaceteños para mostrar algún tema de su próximo trabajo. El primero de los principales mantendría el espacio reducido destinado a las dos bandas anteriores, pero los británicos Saxon son capaces de llenar y hacer inmenso cualquier escenario. 

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Con un buen disco como es “Carpe Diem” bajo el brazo, los de Bill Byford dedicaron su actuación a regalar a los asistentes todo su legado de grandes éxitos. Desde la inicial “Motorcycle Man” hasta la descarga final de “Princess of the Night” cada tema que tocaban significaba una cerrada ovación. Tan solo “Carpe Diem (Seize the Day”) y “Thunderbolt” fueron el guiño a su material de este siglo. El resto, un perfecto e hilado ejercicio de nostalgia musical que puso a todos el mundo a gritar con el puño en alto. Además dieron la sorpresa de la jornada al contar con Paul Quinn en las seis cuerdas de nuevo. El guitarrista anunció hace meses que sólo daría conciertos puntuales por motivos de salud, así que ese detalle hizo del concierto algo especial. 

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Saxon siguen en una forma envidiable y puede decirse que es la banda más fiable del panorama del heavy metal. Su repertorio lleno de himnos como “Wheels of Steel”, “Heavy Metal Thunder”, “Denim and Leather” acompañado de su perfecta ejecución convirtieron el Sant Jordi Club en una fiesta que supo a poco. Cumplieron con la tradicional recogida de chalecos parcheados que firmaron y devolvieron a sus dueños. La fidelidad con sus seguidores, y con cualquier amante del buen heavy, es algo que han sabido mantener y cultivar estos años con detalles como ese. “Crusader” y “Princess of the Night” pusieron fin a un concierto de poco más de una hora que supo a poco.

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Y tras ellos, los cabezas de cartel. Tras liberar el escenario del montaje de Saxon, un gran telón con el logo de la banda se dejó caer provocando el delirio del público. Scorpions han sido capaces de lanzar un gran disco como es “Rock Believer” y conscientes de ello entregaron hasta cuatro cortes. Pasaban cuatro minutos de las diez cuando la intro de “Gas In the Tank” empezó a sonar. Con un sonido ideal que solo necesitó de un último repunte en la voz de Klaus Meine y un espectacular montaje, los germanos comenzaban su descarga. Aprendieron de su último paso y los silbidos de desaprobación al mostrar en sus pantallas una bandera española, y en esta ocasión la cambiaron por la senyera. Detalles a parte, se marcaron un recuerdo a “Animal Magnetism” con “Make it Real” y “The Zoo” que se llevó la primera ovación. 

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Momento para que la voz de Meine descansara, y nada mejor que “Coast to Coast” para hacerlo. Parece que no pasan los años por Rudolph Schenker y Mathias Jabs en sus continuas carreras. La pasarela central tuvo poco descanso en todo el concierto. La banda se nota que le gusta estar cercana en todo momento a su público. Prueba es que no había solo de guitarra en el que Klaus aprovechara para lanzar baquetas al respetable. Un nuevo paso por su último disco por medio de “Seventh Sun” y “Peacemaker” que pinta a fija en los repertorios futuros. 

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Pero claro, cuando lo siguiente que suena es un clásico del nivel de “Bad Boys Running Wild” a uno se le olvida cualquier cosa. Momento para que Mathias Jabs se luzca con su “Delicate Dance” que contó con un guitarrista de apoyo que nadie conocía. Y llegó el momento Rock FM con “Send me an Angel” acústico y un “Wind Of Change” con recordatorio a Ucrania incluido. Con “Tease me Please me” la banda volvió a la senda del rock para ofrecer un “Rock Believer” que da título a su último disco. Oportunidad de lucimiento para la base rítmica de la banda. A Mickey Dee le tocó la lotería cuando le pidieron unirse a la banda y ellos ganaron en contundencia y potencia. Se agradece que el sonido permitiese apreciar las notas del bajo de Pawel Maciwoda con claridad durante todo el concierto, algo que no suele ser muy habitual.

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Tras el (para mi prescindible) solo de batería, la banda volvió a escena para ofrecer una potente “Blackout”. La colección de guitarras que Rudolph Schenker tiene relacionadas con el mundo del motor debe ser inabarcable. A los modelos con homenaje a Mercedes o Ferrari se le pudo ver una con tubo de escape echando humo. Cerró el repertorio una insustituible “Big City Nights” antes de que Scorpions se tomaran un merecido descanso. Sin sorpresa en los bises, vinieron de la mano de “Still Loving You” y “Rock you Like a Hurricane” que puso el punto final definitivo a la velada.

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Un concierto que tuvo cierto regusto agridulce. A nivel musical sin queja. Saxon estuvieron excelentes como siempre y viéndolos la retirada aún parece lejana. Pero con Scorpions la cosa cambia. A nivel vocal Klaus Meine está mejor que en los últimos años, pero los movimientos y las carreras que puede dar son indicadores de que el cuerpo comienza a no responder a la energía que es capaz de emitir. Y eso duele, porque es como verle las orejas al lobo, y aunque todos sabemos que en algún momento ha de pasar, verlo tan cerca… duele. Por otro lado se agradece que sigan ofreciendo este nivel de concierto. Será cuestión de disfrutarlos mientras llega el delicado momento de la retirada definitiva. Y si tiene que ser, que lo hagan en el Barcelona Rock Fest del 2024, cuando vuelva a ser un gran festival como en los últimos años.

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