…Y Marcus King llegó, tocó y hechizó.

La primera visita de Marcus King confirmó todas las expectativas que el joven músico ha ido generando en estos últimos años. Colgó el cartel de «no hay entradas» ofreciendo un concierto que dejó su huella permanente en la memoria de los asistentes.

Hay días en que los designios del destino son crueles y ponen ante los ojos del mortal dos tentaciones incompatibles. Por un lado la extravaganza que supone ver a St.Vincent y por otro asistir a la primera visita de Marcus King a esta ciudad. A priori dos mundos casi antagónicos que deberían de dejar bastante resuelta la duda desde un primer momento. Pero a la vez, ambos tienen tantos números para ocupar un espacio en nuestra memoria musical que la decisión no fue fácil. Pero una primera vez y la posibilidad de ver la evolución tras aquel excelente “Young Blood” hicieron que se decantara la balanza en favor de Marcus King.

 

En cierta medida quien haya echado un oído a su reciente “Mood Swings” habrá podido apreciar ciertos cambios en las canciones de Marcus King. Si “Young Blood” era un ejercicio donde primaban las guitarras rabiosas y lacerantes, parece que Rick Rubin ha conseguido canalizar toda esa energía al terreno del sentimiento más profundo. Pero en el fragor de la batalla del directo… ¿Cómo se transformarán esos destellos soul y esa contención de los surcos? La sala Apolo nos desvelaría ese misterio. Una decena de madrugadores pudieron disfrutar en exclusiva de un show acústico previo junto a Marcus King y su inseparable labrador Duck King. Al resto nos quedó esperar al prometido.

 

La expectación que el concierto había levantado quedó clara viendo la cantidad de gente que aguardaba ya la apertura de puertas. Incluso se pudo ver dentro a Fito Cabrales, que no quiso perderse tampoco el show. El clásico tema de “El bueno, el feo y el malo” acompañó la entrada de la banda. Un cuarteto de escuderos para Marcus King que destilaban calidad en cada nota que tocaban. Drew Smithers a las guitarras, Jack Ryan tras los parches, Eric Vogel al bajo y Mike Runyon en los teclados. Si alguien se esperaba que comenzara con el carácter calmo de “Mood Swings” se llevó una intensa bofetada eléctrica. Una potente versión de Grand Funk Railroad, “Sin’s a Good Man’ s Brother” abrió la caja de las esencias para impregnar todo de buen gusto y clase. 

20241018-Marcus-King_DSI0621©DesiEstevez

Con los acordes de fondo de “Hero”, Marcus saludó a la sala Apolo y se lanzó con la primera de las muestras de su reciente trabajo. Con un par de temas ya quedaba que la noche no iba a defraudar en absoluto. Los colchones sonoros que regalaba Mark Runyon en los teclados servían para que el resto fluyera con una abrumadora naturalidad. Nota excelsa para la voz de Marcus King, que sorprendía tema tras tema como si aquel torrente ajado no pudiera salir de alguien tan joven. “Beautiful Stranger” nos recordó que las tesituras de su nuevo disco ya tenían una historia detrás. Un pequeño homenaje a Hendrix le sirvió para encadenar “This Far Gone”. 

 

De sobras es conocido lo buen guitarrista que es Marcus, y por ello esta banda necesita un igual que le acompañe. Los clásicos pasajes doblados, los slides y la elegancia de los acompañamientos venían de la mano de Drew Smithers. Tanta era la intensidad, que llegó a romper un par de cuerdas a lo largo del concierto. Quizás por eso y por el hecho de que la compañía aérea Iberia le dejara sin sus guitarras hizo que pareciera contrariado en algunos momentos. Pero nada de eso resintió la calidad de su trabajo. No se si seria para darle tiempo para que Smithers afinara su nueva guitarra, pero King nos deleitó con una excelente intro para “Inglewood Motel (Halestorm)”. Un tema en el que los duelos entre guitarras y teclados se fueron sucediendo para lograr un clímax final de esos que da gusto vivir.

 

Marcus King salpicó su repertorio con sus versiones favoritas. Las siguientes en llegar fueron “Good Time Charlie ‘s Got The Blues” de Danny O’Keefe, “Workin’ Man Blues” de Merle Haggard y “Honky Tonk Hell” de Gabe Lee. Entre medio, “8 AM” del muy recomendable “Carolina Confessions”, del que además llegaron a sonar en la parte acústica “Homesick” y “Goodbye Carolina”. “Save Me” supuso el último tema eléctrico con banda antes de que Marcus le diera un descanso ganado a pulso a los muchachos.  

En el escenario, solos él y su guitarra acústica, ofreció un set con el que aumentar la envidia ajena a los que pudieron entrar al showcase previo. En ese tramo desvistió los arreglos de “Mood Swings”, “Love Song”, “Bipolar Love”, “Homesick”, “Die Alone” y “Shake The Frost” de Tyler Childers. Todo un ejercicio de clase en el que demostró que con voz y una habilidad insultante con las seis cuerdas, las canciones desnudas se pueden vestir de emoción.

 

Fue en “Goodbye Carolina” donde la banda volvió a las tablas para rematar el set acústico y canalizar de nuevo el show hacía la electricidad. Y con ella llegaron “F*ck My Life Up Again”, el último vistazo a su más reciente disco, y “Lie lie lie”, único tema de “Young Blood” que sonaría esa noche. Un final en modo setentero recogiendo el guante de las lisérgicas jams de los grandes nombres. Con los músicos fluyendo libres durante varios minutos, un solo de batería encauzó el tema de nuevo hasta terminar el set. 

20241018-Marcus-King_DSI0747©DesiEstevez

Una vuelta a los bises que se vió recortada por las dichosas exigencias del local que les viene de cinco minutos antes de que se convierta en discoteca. Ese detalle nos privó de escuchar “Delilah” que estaba apuntada en el setlist. Por suerte, Marcus King no se dejó en el tintero “Wildflowers & Wine” y el clásico de los Allman Brothers “Ramblin Man”, con la que presentó a la banda y se regalaron a duelos de guitarras dobladas. Y con todo ello, una sala Apolo que salía con la satisfacción de haber visto uno de los grandes conciertos del año. 

Marcus King tiene el potencial suficiente para reinar en unos años y convertirse en alguien muy grande incluso en este país sumido en otras tendencias musicales más bien deplorables. Pero confieso que, aunque me encantaría ver como los locales crecen con él, mi parte egoísta desea que se quede en este tipo de aforos, y si puede ser, que la próxima vez, uno sea parte de los elegidos para degustar en petit comité. 

Fotos: Desi Estévez

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