El adormecimiento social en el que vive buena parte del mundo es patente, hasta el punto de que puedes estar disfrutando de tres acordes y la verdad en cualquier lugar del planeta, mientras en el otro lado algún loco presiona el botón que desata la locura, y la miseria. Hubo un tiempo en el que la música que amamos se hizo adulta, eran los años 60’ del siglo XX, donde un período convulso hizo que los planetas musicales se alinearan a conciencia para parir unas bandas, unos artistas, y unas canciones, que hoy siguen vigentes, y en estos días más que nunca. Esta edición ha vivido algunos de esos momentos en los que el público ha parecido despertar y, aunque solo sea por esos cinco minutos, como los que nos regalaron Lucinda Williams y su fantástica banda con Pettibone, Ford y las baquetas de Blade, cuando interpretaron Rockin’ in the free world, ya ha valido la pena.
El tema de Neil Young es de esas canciones que ya no se dan, la música de hoy ya no parece estar a la altura de los tiempos que corren, y solo los chicos de la vieja escuela saben que teclas tocar. Lucinda lo hizo, como minutos más tarde también lo haría Fogerty.
Especialmente el californiano ha escrito muchas de esas maravillas que ya nos acompañarán toda la vida, canciones antibelicistas o de protesta social como Fortunate Son, publicadas hace casi 60 años, resuenan hoy como un martillo.
Cuando despertamos el sábado con la noticia de lo que puede ser la antesala de un conflicto bélico global, nos damos cuenta de que la música importa, que tiene ese efecto sanador y de unión que es difícil de explicar, pero que solo necesitan entre tres y cinco minutos para lograr lo que otros, desde sus opulentos despachos, son capaces de destruir.
La eterna voluntad siempre del Azkena Rock Festival en cada edición, en ésta su vigesimotercera edición del 19 al 21 de junio, de entregar, una edición que parece tener una presión superflua en los últimos tiempos, aunque debería ser motivo de inspiración.
La jornada del jueves no solo estuvo marcada por el intenso calor sino también por el hedor. Sí, has leído bien, y lo cierto es que el tufo parecía propio del estiércol, supongo que habrá alguna explicación para esto.
Buzzcocks sin Pete Shelley y Howard Devoto abrieron la primera jornada en el escenario grande del Azkena con un potente Steve Diggle dirigiendo el cotarro con un concierto más que correcto y lleno de actitud.
El madrileño Quique González se presentó en el segundo escenario del Azkena, el Respect presentando canciones de “1973”, disco que verá la luz el próximo 3 de octubre donde ofreció un concierto lleno de sensaciones.
Con la actuación de la norteamericana Melissa Etheridge se ponían ya las cartas sobre la mesa del Azkena dos horas después de abrirse el recinto de Mendizabala con una actuación que conectó a público y artista desde el primer acorde.
Heartland rock a borbotones donde Etheridge es una de las pocas mujeres en ese género dominado por hombres como Bruce Springsteen o John Mellencamp por ejemplo desgastó durante casi hora y media su garganta con su característico gruñido sensual, que recordaba a Janis Joplin. “I Want to Come Over”, “Like the Way I Do”, “Nowhere to Go”, “Come to My Window” renovó la energía de la noche que caía sobre Gasteiz, y el público estalló en vítores al sonar los familiares acordes iniciales, un verdadero himno, lleno de alegría colectiva y recuerdos compartidos.
Con “I’m the Only One” su voz se volvió a elevar, llena de desafío y para el gran finale, Etheridge hizo vibrar a todos con “Like the Way I Do” poniendo el broche de oro para su actuación.
The Damned se presentaron ya de noche en el Azkena con su formación clásica. Cuando digo formación clásica: ¡Estos son The Damned de los 80! Dave Vanian (voz), Capitain Sensible (guitarra), Paul Gray (bajo) y Rat Scabies (batería). Y, por supuesto, Monty Oxymoron a los teclados. Fue el punk cool lo que llenó la noche en Mendizabala con unos Damned realmente imbatibles si combinas la chispa de Dave Vanian con la dulzura de Captain Sensible (el Sr. Raymond Burns).
The Damned le dieron mucho a su público Vitoria, pero no terminó del todo hasta que interpretaron “Eloise” de Barry Ryan, una versión que los catapultó a la fama en los 80 o “Smash It Up”.
La idea de reunir la formación principal que creó las dos obras maestras favoritas de muchos de sus seguidores como “The Black Album” de 1980 y “Strawberries “de 1982, después de tantos años y bastantes críticas, se han convertido en una especie de santo grial para todos nosotros, aunque pocos de sus seguidores pensaron que llegaríamos a verla.
Muchos de los presentes en la jornada del jueves acudieron para ver en directo la obra de “Without a sound” de Dinasour Jr. El trio no contó con el mejor sonido, al menos a nuestro juicio, si a eso le añadimos que nunca serán la mejor apuesta para invitar al cumpleaños de tu hijo porque sabes que se lo arruinarían con su particular alegría, pues aprovechas para ir a por cerveza y descansar. Y es que comenzaron con feel the pain, pero en Outta hand ya se había pinchado el globo.
Fue raro ver al legendario rockabilly Lee Rocker en concierto sin los Stray Cats en el Azkena Rock Festival. Lee Rocker deleitó al público con una actuación vibrante donde se tomó el tiempo hasta en varios momentos para hablar sobre las influencias en su música a pesar de lo tarde que era con clásicos de los Cats, como artista solista, junto con un par de versiones. (No pudimos llegar a las actuaciones de Libe, disculpas).
El viernes había arrancado con el espídico concierto de Laurie Wright en la Virgen Blanca. Si acelerada propuesta de rock británico cercana a los primeros Who chocaba con el sol de justicia que abrasaba la plaza.
En la plaza de la Virgen Blanca pudimos disfrutar de primera mano del que, para no pocos medios británicos, es el futuro del rock de las islas. Laurie Wright y su banda salieron al escenario en riguroso pantalón corto, y se marcaron un conciertazo en el que sudaron la gota gorda.
El calor golpeaba con dureza la mañana en Vitoria pero no rebajó un ápice la contundencia del grupo. Pisando a fondo con On my tod, west end lover, Ska all through the night, o el medio tiempo de All bad?, Wright escupió las canciones con vehemencia dejando entrever un futuro brillante. Apostamos a que no será, ni mucho menos, la última vez que le veamos por aquí. En un garito se disfrutaría exponencialmente. Queda anotado.
Ya en el recinto, Reckless Kelly a comienzos de tarde ofreció un breve pero intenso show. Quizás algo temprano para tal leyenda de la Americana, la banda de los hermanos Braun repasó alguno de sus himnos como Nobody’s Girl, Wicked Twisted Road, Ragged as the road, Crazy Eddie’s Last Hurrah, Thinkin’ ‘Bout You All Night o Vancouver y otros momentos del mejor country que haya sonado en Mendizabala.
Los tejanos también repasaron su último trabajo The Last Frontier con temas “What’s Left of My Heart” o “Miserable City” entre otras. No es fácil estar en la posición de Reckless Kelly en los tiempos que estamos. Ya son casi tres décadas de maravillosa carrera musical de Reckless Kelly y el hecho de que hayan estado coqueteando con algún tipo de “retiro” en perspectiva no sorprende a nadie en tiempos del “gusteo” y aparecer en festivales gracias al voto popular.
Pero como hemos visto a gente como Robert Earl Keen o Alejandro Escovedo y tantos otros, es difícil o imposible de lograr. La llamada de la carretera y la grabación es demasiado atractiva para los verdaderos artistas.
Así que, en lugar de retirarse, y para adaptarse a las nuevas realidades de la música, Willy Braun y los suyos hicieron eso en el Azkena Rock festival, tocando temas cortos, potente y concisos como en su último disco, canciones que encajaran en los viejos discos de 45. Reckless Kelly llevaron con orgullo la antorcha de la música americana, el country alternativo y la música Red Dirt en el Azkena Rock Festival. El grupo, nacido en Idaho y con sede en Austin, hasta le dedicaron su habitual homenaje a un grande como Alejandro Escovedo con “Always a Friend” y “Castanets” para rematar su concierto en Mendizabala. Ojalá hubieran contado con más tiempo.
El toque de glam rock lo puso Bobbie Dazzle, ese viernes, y es que la artista británica presentó su álbum Fandabidozi para un respetable que no podía retirar la mirada de ese animal ataviado en un mono de leopardo y melena negra.
Acompañada de una banda estupenda, canciones potentes como Back to the city, Merry go round o Lightning fantasy, Dazzle metió al público en una centrifugadora de regreso a los 70’. Golpe de efecto para los que enterraron el glam rock.
La aportación de Public Image LTD (PIL) con el siempre irreverente y deslenguado Johnny Rotten, fue el empeño de no respetar ni el horario infantil, fuck, fuck y más fuck, fuck off y bueno, toda esa serie de florituras poéticas a las que nos tiene acostumbrado, eso sin olvidar su falta de talento vocal, solo equiparable al de su nula calidad como telepredicador a la que en ocasiones parece aspirar.
Una de las asignaturas pendientes del festival fue haber logrado llevar a Motörhead, los australianos COFFIN con su propuesta recordaron por momentos la música de Lemmy y provocaron los primeros pogos de la edición. Seguro que sumaron nuevos seguidores y estarán de vuelta por aquí en septiembre. Brutales los Children Of Finland Fighting In Norway.
Poco pudimos ver de los californianos Robert Jon & The Wreck donde presentaban su nuevo disco “Heartbreaks & Last Goodbyes” que se lanzará el 22 de agosto y que sonaron como un cañón donde la interacción en la formación y el público se alimentaba mutuamente.
La presencia de Lucinda Williams en el cartel había generado cierto escepticismo ya que solo han pasado dos años desde su última visita al Azkena. Aquella vez Lucinda venia de haber superado una enfermedad cerebral que le lastra hasta hoy la mitad de su cuerpo. Fue especialmente emotiva dado que muchos lo tomaron como una despedida de la Reina de la Americana.
Para demostrar que sigue siendo la reina, no ha dejado de grabar y actuar en directo y a su ya buenísima banda ha sumado la presencia del ex Black Crowes y enorme guitarrista Marc Ford, quien sumado a Doug Pettibone forman un tándem de guitarras imbatibles.
Lucinda cuenta con un repertorio interminable y unas tablas infinitas que suplen sus carencias físicas con holgura. Essence sin embargo quedó algo deslucida en su nueva melodía pero el final con Keep on Rockin’ in the free world volvió a ser una celebración de la música y por ende de la vida.
Tras la emoción, llegaría la juerga y el desparrame de la mano de Turbonegro. Durante toda la jornada la presencia de chalecos de Turbojugends del mundo (desde Tokio hasta Ourense) dotaron de color a la ciudad. Hace unos años los rumores de la reunión de la formación clásica eran intensos pero la repentina muerte de Hank Von Helvete nos privó de ella. Tras varios años de parón y sin nuevo disco ni a apenas conciertos, la presencia de los noruegos era una incógnita en cuanto al espectáculo que ofrecerían. Tras un comienzo algo dubitativo tirando del RnR Machine (su último disco que es ya de 2018) enlazaron un clásico detrás de otro con un sonido atronador. Selfdestructo Bust, Get it On o Pamparius demostraron por qué una vez fueron los reyes del rock escandinavo. La celebración en las primeras filas se extendió hasta bien atrás y los pogos y abrazos se mezclaban con los puños en alto.
Esta edición volvía a apostar por viejas glorias como cabeza de cartel del viernes, y John Fogerty demostró porque es la leyenda que es.
Con un cancionero de otro mundo con el que podría tocar durante horas y salir airoso y pese a estar ya algo mermado vocalmente a sus 80 años, su energía, sus dotes a la guitarra y una banda más que solvente en la que están sus propios hijos entregaron un concierto para recordar con una sonrisa cuando lo evóquenos en el futuro.
A comienzos de siglo jamás habría soñado que le vería hasta cuatro veces en directo, de los cinco años que ha venido a España. Si esta ha sido la última vez, no es mala despedida.
Los de Salvatierra, Kaotiko celebraron en el Azkena Rock festival su cuarto de siglo en la escena con “XX5″, un álbum que revisita su historia y que congregó a miles de seguidores cantando todos sus clásicos combativos e himnos rebeldes donde no faltaron “Rico deprimido”, “Otra noche” o “Destino escrito”.
Diamond Dogs y Chris Spedding cerraron la noche del viernes con su sentido homenaje a Little Richard, derrochando clase por todos los poros. Mención especial para el pianista con más mojo que hayamos visto, Henrik “The Duke Of Honk” Widen.
De lo más auténtico que pudimos presenciar en esta edición del ARF fue el homenaje de Diamond Dogs que, junto a Chris Spedding, ofrecieron del gigante de Georgia, Little Richard.
Fabulosa actuación para el cierre del viernes con Sulo Karlsson metiéndonos directamente en un bar de Nueva Orleans, moviéndose como una serpiente a lo largo del escenario involucrando al público en una fiesta irrepetible. (No pudimos llegar a las actuaciones de Sarria, La Estrella Azul, Psilicon Flesh, disculpas).
Quizás por la presencia de Bruce Springsteen en la cercana Donosti el sábado llevó a la organización a apostar por un cartel algo más alejado de su target habitual, si bien algunos nombres sí podrían calificarse de Azkenables como los hermanos Kitty, Daisy & Lewis que arrancaron el día con el concierto vermutero en la plaza de la Vírgen Blanca.
Su propuesta retro ‘50s convence en disco pero luce algo amateur en directo, quizás debido al periodo de inactividad que han dejado atrás.
Destellos de VitoriaAltas dosis de música muy talentosa en el Festival Azkena 2025, con escasa lluvia (aunque concentrada) y abundante concordia entre los feligreses llegados de todas partes con sus trasiegos en pos de tal o cual banda. Los picos de máxima emoción llegaron en mi opinión con mujeres tan espectaculares y diferentes como Margo Price (delirio bajo la tormenta, con cierre Joplin para llorar a mares, justo lo que nos cayó), Lucinda Williams (irradiando sabia belleza con una mano aferrada al micrófono y sus fieles escuderos conduciendo el sonido hacia las estrellas) o Melissa Etheridge (entrega total a la causa musical, con más conchas rítmicas que un galápago). Saltaron además chispas de ingenio en distintas fases de maceración durante otros momentos, como con el veterano Richard Hawkey o la empresa familiar Fogerty en el capítulo histórico, en contraste saludable con la refrescante frescura de Lemon Twings, toda una explosión veinteañera que deja entrever mucho futuro en estos versátiles chavales capaces de trenzar unas voces deslumbrantes para el directo en espacios abiertos: vivan los flequillos!! Como esa dimensión festivalera obliga a atender todos los paladares, también llegó el inevitable circo con muñecos hinchables o láseres con fotones de sobra para contentar al de Vigo, aderezados con confeti/humos/vídeos para mostrar un show más luminotécnico que musical (The Flaming Lips). Un ingrediente habitualmente silenciado del encuentro azkenero es el hinterland del Festival, con espontáneos en pequeños bolos dispersos que, puertas afuera, impregnan la hermosa ciudad de aromas sonoros para gozar. Invictus, Motorcrow, un desfile de gigantes y cabezudos o un chaval que cantaba a Neil Young junto al acceso también aportan a esta fiesta una atmósfera de encuentro creativo que aspira a llegar más lejos. |
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Y llegó el sábado 21 de junio en Mendizabala, tercera jornada del Azkena Rock Festival. La propuesta se acercaba algo más al mal llamado indie con grupos que en los 2000s encabezaban otro tipo de festivales. La presencia de Flaming Lips había generado no pocos debates en foros y redes sociales. Entregaron un espectáculo de confetti, hinchables y toda suerte de parafernalia, en el que su música convenció a los ya adeptos pero dudo que atrajera nuevos fieles a su causa, ahondando en el debate de su idoneidad como cabezas de jornada. Wayne Coyne no tuvo su mejor día como cantante, además. Pero de eso ya hablaron más adelante.
Por la tarde, Richard Hawley ofreció he clase magistral de elegancia y savior faire. Sus canciones con ese aire retro cargadas de emoción y crescendos infinitos, junto a una colección de guitarras imposible pusieron el listón muy alto para arrancar la jornada. (No pudimos llegar a Eh Mertxe, The Pill y Ezezez, y a Cherie Currie, disculpas).
Hablando de clase: Lemon Twigs. Sí, que hubo división de opiniones respecto a su directo entre el equipo Dirty desplazado a Vitoria, pero si alguien pregunta alguna vez qué es la armonía, póngale un disco de ellos, o mejor llévele a ver a los hermanos Daddario.
Su propuesta con su facilidad para componer estructuras complejas, armonías imposibles y melodías oníricas te transporta inmediatamente a los años 60 de la mano de Brian Wilson. Y entonces todo a tu alrededor es mejor. Alegría de vivir.
En esta edición nos deja el haber corroborado que The Chesterfield Kings ya no son los Chesterfield Kings, y es que nos sobran los motivos para afirmar esto después de verles. Comentarios de Greg Prevost aparte, quizás consigan hacer rock, pero están carentes del roll, si encima le quitas una puesta en escena forzada, ¿Qué te queda? Un sucedáneo.
Los Dead kennedys subieron al escenario de La Salve y lo hicieron con dos de sus miembros originales, Klaus Flouride y East Bay Ray. No faltaron Holiday in Cambodia, California Uber Alles o Kill the poor. Concierto para abultar, sin más. Les faltó algo de volumen, lo que no echamos de menos, y de hecho nos resultó deleznable, fue la actitud del vocalista Ron Skip Greer tratando al público como paletos. Skip, vuelve a casa, y coge un libro, lo necesitas, nunca es tarde, aunque dejas la impresión de que para ti quizás sí lo sea.
The Flaming Lips llevó las cosas a otro nivel con la interpretación de su álbum Yoshimi battles the pink robots. Un espectáculo con globos, confeti, pantallas con imágenes cargadas de pixeles y color, muñecos hinchables gigantes (robots) de color rosa… Una puesta en escena de altas pretensiones pero de dudosa calidad musical, y es que hasta ahora habíamos visto a bandas acudir a cajas de ritmos pre grabadas, coros pre grabados, e incluso el uso de orquesta grabadas para luego usar de acompañamiento en su directo.
La novedad aportada por The Flaming Loops, nos lleva a pre grabar los vítores del público, es de locos, ¿hacía falta? Era hasta cómico ver como Wayne Coyne enseñaba su micro al público y quien respondía era una tremenda masa de voces que salían de los altavoces. Olé tus orejas Wayne, esto es otro nivel. Nos fuimos antes al comprobar la estafa de la propuesta, sin embargo nos dejaron con la pena de no poder jugar a las siete diferencias, ya saben, esto es grabado, esto no, esto sí, esto no. Eso nos pasa por talibanes.
Comenzó la tormenta ese sábado a eso de las diez y pico de la noche y la lluvia salpicaba el escenario 2 cuando una banda de vaqueros de Nashville comenzó a tocar sus instrumentos e irrumpió en escena Margo Price a quien no parecía importarle la que estaba cayendo. Tras unos discos algo más cercano al rock 70s de Fleetwood Mac, Margo parece querer volver a la senda que le llevó al éxito abrazando de nuevo el country. Personalmente opino que es lo que mejor se le da y ofreció un concierto de muchos quilates lastrado por un mal sonido en las filas delanteras en las que el bajo tapaba todo lo demás.
Siempre nos han fascinado las historias de artistas que vienen de la nada. ¿Qué hay en Buffalo Prairie aparte de búfalos y kilómetros y kilómetros cuadrados de campo? Para empezar, solo cuenta con un censo de 900 habitantes, es casi la nada absoluta. También nos ha dado a Margo Price, desde hace muchos años afincada en Nashville y rutilante estrella del country. Sobran las presentaciones.
En la oscuridad de la noche y en medio de unos relámpagos atronadores aparecieron Price y su banda, con un Sean Thompson espectacular a la guitarra principal, y ni más ni menos que Logan Ledger en coros y guitarra. El espectáculo estuvo acompañado de la lluvia, pero a nadie le importó. Ni a la propia Margo, que demostró una energía, un entusiasmo y una convicción que calaron como la lluvia en el respetable.
Presentó Dont let the bastards get you down, single del nuevo álbum que verá la luz en agosto, hubo espacio para esa delicia que es Too stoned to cry, a dúo con Ledger, esa joya que es Loner, de su disco American made, así como para algunos temas de su aclamado debut discográfico con Tennesse Song o Four years of chances. Cerró sin la banda, ella sola valiéndose de una pandereta y de su estupenda voz, regalándonos una versión de Mercedes Benz de Janis Joplin. Fue tan bueno que nos supo a poco.
Poco también pudimos disfrutar del concierto de los sevillanos Derby Motoreta’s Burrito Kachimba en el Azkena debido a solapes. El agua que caía del cielo hizo que germinaran las semillas lejanas de Smash, Triana o Azahar brotando sobre nosotros. La cofradía de seguidores cantó verso a verso todas las canciones durante un espectáculo que combina aromas de Led Zeppelin con sonidos arabescos o el rescate flamenco de Lorca/Camarón.
En lo peor de la tormenta se encendió la pantalla del fondo del escenario 1 que anunciaba la presencia del otro cabeza de la jornada: Manic Street Preachers. Su presencia en el cartel también había generado cierto debate sobre si tenían la entidad para ser cabezas de un festival como el Azkena. La tienen. James Dean Bradfield se esforzó en demostrar que la tienen. Con el mejor sonido de toda la edición de este año y probablemente con la mayor entrega, podemos corroborarlo. La lluvia, el viento y la tormenta parecían querer hacer aquello imposible pero la banda había decido que iba a reinar.
Y reinó. Ni siquiera algún fallo en el sistema de sonido pudo malograr el show de los de Gales. Un show basado en algunos de sus mayores himnos potenciado por unas proyecciones impresionantes. Desde el arranque con Motorcycle emptiness pasando por miniset acústico de James con Ocean Spray y The Everlasting en el Que la banda se incorporó para el final, el hit que quizás salvo su carrera: Your love alone is not enough, hasta el emotivo final con If you tolerate this (then your children will be next)… podríamos hablar de todas y cada una de las interpretaciones de los Manics esa noche, fue todo memorable. Triunfadores de esta edición junto a Diamond Dogs con Chris Spedding, Lucinda Williams, Reckless Kelly, Turbonegro, C.O.F.F.I.N, John Fogerty, Margo Price y The Hellacopters, del que hablaremos a continuación.
Para el cierre final y fin de fiesta quedaba una de las bandas de consenso y Azkenables to the max: los Hellacopters. Cada mañana volvemos a a sentir el sonido de las aspas de un helicóptero, y al mirar al cielo comprobamos que se trataba de uno de salvamento, y nos ha invadido una sensación de nostalgia.
Hay que hablar en primer lugar de cuánto bien le ha hecho a la banda la incorporación del guitarrista barcelonés LG Valeta. Aunque su presencia en la banda comenzó como una sustitución ocasional por una lesión de Dregen, parece haberse ya establecido de manera oficiosa como un miembro más de la banda, y ha contagiado de una energía y una actitud al resto que hacia muchos años que no veíamos.
Su compenetración con Nicke Andersson es total y forman una pareja perfecta con sus mástiles al cielo. Quizás el cansancio acumulado hizo que al comienzo del show el público se encontrase algo estático pero un set list cargado de hits en el que la inclusión de temas más recientes no desmerece en absoluto, hizo que aquello terminase por explotar y nos hace mirar esperanzados al futuro de la banda.
Y es que solo hace dos noches que escuchamos las hélices de un helicóptero descender sobre el escenario para que, a las dos de la madrugada, una banda de marcianos de origen sueco acudiera a rescatarnos, estábamos muertos pero nos insuflaron el chute que nos sostuvo. Quizás estemos equivocados, y The Hellacopters no vengan de Suecia, sino directamente de otro planeta. ¡Qué desparrame! Un cierre perfecto para un festival como el Azkena. Por qué al Azkena se va y punto, ¿o no?
Otra edición del Azkena rock festival que termina y podemos estar contentos con el resultado de lo que supone el festival, el intangible, lo que rodea la liturgia dentro del contexto del reencuentro, pero aun sabiendo que cometemos el recurrente pecado de cada año, creemos que el festival necesita un giro. Desde nuestro punto de vista, y a pesar de ser repetitivos, el sonido debe mejorar de forma considerable, las bandas se están repitiendo mucho en las últimas ediciones, creemos que se ha dado la espalda al heavy metal tan presente en ocasiones pretéritas y se ha apostado por lo que consideramos bandas zombis, es decir, grupos que tuvieron un nombre hace décadas y cuya trayectoria reciente les harían dignos de convertirse en extras del vídeo Thriller de Michael Jackson.
El Azkena 2025 ya es historia. El festival vitoriano goza de muy buena salud, y esto es, en parte, gracias a un buen número de fieles que acuden año tras año y compran el abono de la siguiente edición a ciegas en el propio recinto. Su núcleo duro hizo célebre la frase de “Al Azkena se va y punto”. Esto supone un arma de doble filo: el festival contará siempre con un nutrido grupo de asistentes casi garantizado. Pero a la vez, puede derivar en un cierto acomodo por parte de la Promotora (Last Tour International). Algo de esto último se ha notado en esta última edición, quizás también en anteriores, en cuanto al nivel de autoexigencia a la hora de confeccionar el cartel, en el cuidado de los detalles como los extras que acompañan al festival (zonas de comida, descanso y otras actividades) o en los propios precios de las consumiciones en las barras. Estas cosas, quizás menores, hacen que la experiencia del asistente no logre ser tan gratificante como pudiera llegar a serlo. Confiemos en que en el futuro tomen nota desde LTI para que el festival que logró ser referente por su estilo único, no solo en España, no derive en un festival más que subir a stories de tu red social.
El festival parece estancado en una fórmula que puede y debe cambiar, la autopista parece bloqueada, hay que saltar la valla si se pretende avanzar. Hasta entonces, y si ningún loco descerebrado se levanta con el pie izquierdo y pulsa el botón rojo, volveremos a ese espacio donde la música nos hace libres, volveremos al Azkena, puño en alto, Rockin’ in a free world.
PD: hay que hablar del Trashville. Es una maravilla y a la vez es una locura. Cualquier día (noche) a alguien ahí le va a pasar algo por el calor pero mientras tanto lo que allí se vive suele ser especial. Mención especial para Wau y los Aaarghs, las italianas Gogoponies, the Devils, Thee Scarecrows AKA, las inclasificables Jennys de Arroyoculebro, Escape-ism liderado por el legendario Ian Svenonius, figura clave del underground norteamericano junto a Sandi Denton, Los Straitjackets, The Sex Organs, y The Neanderthals.
El Azkena Rock Festival, una fiesta para los pies en tiempos aburridos con tanto “iluminado” en sepultar la cara más colorista de un estilo que una vez fue juvenil. Renovarse o morir, que tiene su origen en una frase atribuida en su día a Miguel de Unamuno, “el progreso consiste en renovarse”, es hoy, más valioso que nunca. Porque si algo es saludable en la vida es el cambio, y a veces, si este es radical, mejor todavía, es momento de posibilitarlo. Un cambio de actitud hacia más rock’n’roll en el festival, traer mucho más nuevas bandas como antaño y no repetir tanto nombre, es vital.
En Dirty Rock Magazine siempre hemos sido defensores a ultranza del espíritu Azkena. Es más hemos estado muchos de nosotros en las 23 ediciones, pero el debate y discusión cada vez va más en aumento, bandas repetidas en pocos años, pocas sorpresas, e insuficientes bandas por descubrir desde hace una década como antaño, en beneficio de bandas y artistas más pop, suprimiendo aquel espíritu Azkena: Rock en su máxima manifestación.
El Azkena Rock Festival tiene ese calor de la amistad, a pesar del cacareo durante los conciertos, porque de eso se trata también todo esto: de conocernos un poco más entre todos, no importa de qué parte del planeta seas, mientras te guste alguna de todas estas bandas, eres y somos parte del todo. ¡Nos volveremos a ver en el 2026 Azkena!
Si quieres leer la crónica de la pasada edición del Azkena Rock Festival 2024, clica en éste párrafo.
Texto Carlos Pérez Báez, Patricio González Machín, Nacho Cordero y Miguel López. Fotos y vídeos Patricio González Machín, Jorge T. Gómez, Isabela Roldán, Paula Rodríguez, Komando Gáldar, Javier Mcallan y Carlos P.B.