LUCINDA WILLIAMS, UN ÁNGEL Y NO PRECISAMENTE BEBIDO, PASÓ POR BARCELONA

Si no me fallan los cálculos, la última vez que vi a Lucinda Williams fue en la misma sala pero en 2009. Mucho ha llovido y muchas cosas han pasado, entre ellas el ictus que sufrió la de Louisiana y una actuación en el Azkena Rock Festival que dio bastante que hablar debido a sus condiciones físicas tras el susodicho ictus. Así que reconozco que me aproximaba a este concierto con dudas y temores. Y en el peor de los casos ya había decidido que me lo tomaría como mi despedida personal y homenaje a una artista tan especial.

Pero antes de Lucinda habían programado a unos teloneros de gama alta; Reckless Kelly, que además se estrenaban en la Ciudad Condal. Cumplieron por supuesto con las expectativas depositadas en ellos por los eruditos en música americana, con una actuación que como diría Torrente fue un plan perfecto, sin fisuras. Country rock de rancio abolengo, machote y con mucho gancho. Gustando desde cuando se ponían más rurales hasta cuando la Telecaster de Willy Braun disparaba riffs de pureza rockera intachable.

ENTREVISTA A RECKLESS KELLY EN DIRTY ROCK MAGAZINE: https://www.dirtyrock.info/2025/04/entrevista-a-reckless-kelly-con-la-americana-actual-por-fin-tenemos-una-casa-comun-donde-todos-podemos-llegar-a-mas-publico/

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Con buen sonido, ganas y mucha prestancia se ganaron al público ya en la segunda canción. En los cincuenta minutos que tuvieron corroboraron por qué su nombre cotiza al alza en los circuitos especializados. El momento más irlandés vino con la bonita «Seven Nights In Eire», y también gustó mucho la reposada «Wicked Twisted Road».

Pero en líneas generales fue la testosterona rockera en forma de canción la que dirigió el rumbo del recital. El final llegó con la versión de la potente «Castanets» de Alejandro Escovedo. Ovación de gala para la banda, a la que le ha quedado claro que Barcelona no anda tan lejos de Austin en devoción hacia ellos.

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Tras este tornado afincado en Texas, tiempo para preparar el sobrio pero eficaz escenario al que iba a salir la cantautora americana.

Entre la duda y la expectación, Lucinda salió acompañada al escenario para ponerse delante del pie de micro que también usó de báculo. Ella y su banda arrancaron con «Can’t Let Go». Pero fue en la siguiente e inmediata «Rock’n’Roll Heart» que demostró que su actitud hace honor a la canción.

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Su visible movilidad mermada no impidió que pusiera el alma en cada canción con esa voz que aguanta muy bien el paso y empellones del tiempo. ¿Y qué decir de la banda que la acompañaba? Puro caviar iraní, con el recuperado Marc Ford en una de las guitarras y que demostró sobradamente porqué fue el guitarrista de The Black Crowes en sus mejores tiempos.

Sin desmerecer a los demás, por supuesto, destacó también a ese batería de color que era puro dinamismo. Aparte de repasar su más reciente trabajo de estudio también supo picotear en su mejor material; «Car Wheels On a Gravel Road», «Drunken Angel», «Fruits Of My Labor», la bonita y extensa «Out Of Touch» o «Righteously», entre otras.

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Imagino también que para darse algún respiro mostró también su faceta más storyteller, donde entre otras cuestiones habló sobre Townes Van Zandt, lo repudiables y vacuas que le parecen las letras del actual hip hop y con cierta vergüenza pidió sinceras disculpas por cómo se está comportando su actual gobierno. Y es que si algo tiene Lucinda es un tremendo carisma y magnetismo personal, que hace que no puedas apartar la vista de ella.

Encaró la recta final con una robusta versión del «While My Guitar Gentle Weeps» de The Beatles o George Harrison (ahí que cada cual decida) y una contundente «Honey Bee». Retirada a camerinos y vuelta a escena con una estupenda revisión del «So Much Trouble In The World» de Bob Marley, la propia «Joy» y para rematar una adecuada y rabiosa «Rockin’ In a Free World» donde Lucinda valientemente se acercó al lateral del escenario para arengarnos a gritar el inmortal estribillo.

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Emocionada ella por el recibimiento dispensado y emocionados nosotros por su carisma, afabilidad y grandes canciones se llegó al final de la velada, tras casi dos horas de concierto. Lo cual es loable y elogiable en una artista que muchos ya daban por desahuciada.

Fotos: Desi Estévez

Escrito por
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