El festival apagó las velas de su decimoquinto aniversario en una edición en la que el suspense decidió unirse a la buena música y al espíritu familiar que desprende. Entre todos, le pusieron al mal tiempo, mucha diversión.
En la madrugada del domingo, ya casi entrada la mañana, terminaban de salir del Parc del Fòrum los últimos asistentes al festival Cruïlla de este año. Sus pulseras rojas, un gorro de paja medio roto y los vasos de plástico con un último sorbo a temperatura ambiente son los trofeos físicos que se llevan a casa. En el cuerpo, entre la piel y los huesos, en su cerebro tras la retina, se van con ellos cuatro días llenos de momentos que recordar. Y con ellos una frase que se repite… El año que viene repetimos, ¿no? El camino hasta algún lugar incierto donde desayunar y acabar la noche de fiesta, como siempre habían hecho, les sirve de escenario para recordar lo vivido en esta edición.
Cruïlla dia 2: Muguruza reivindica, St. Vincent enloquece y Sex Pistols…
En nuestro caso, el festival Cruïlla comenzó el jueves por no tener el don de la ubiqüedad durante la primera jornada. Por lo que se comentaba entre los que sí estuvieron, no estaría de más tener un ojo puesto en Gracie Adams a la que le auguran un futuro muy grande. Pues habrá que estar atento y vivirlo cuando llegue el día. La primera toma de contacto con el festival no pudo ser mejor. En el escenario Occident se podía disfrutar de los ritmos con aroma a Río de Janeiro de la mano de Seu Jorge. Increíble como suena esa banda y la capacidad de levantar el espíritu del más parado para mover los pies. Desde la inicial “Sábado a noite” hasta una vitaminada versión del “Mais que nada” hubo una hora de disfrute continuo donde destacó “Amiga da minha mulher”. La mejor manera de comenzar el festival.
La siguiente parada de nuestro viaje nos llevó de Brasil a Irún. Fermín Muguruza fue el encargado de inaugurar el escenario Estrella y llenarlo de reivindicación y combate en un nuevo akelarre antifascista como denomina a sus shows. Tuvimos la suerte de verlo a principio de año con su show completo, y lo cierto es que recortarlo a la mitad de duración dió como resultado un concierto muy intenso sin tregua ni descanso alguno. Entre “Maputxe” y “Sarri Sarri” no faltaron temas de todas sus formaciones siendo Kortatu a la que más acudía.
Temas como “Nicaragua Sandinista”, “A la calle”, “La línea del frente” forman parte de la misma tropa que “Gora Herria” y “Kolore Bizia” de Negu Gorriak o “In-komunikazioa” o “Lehenbiziko Bala” de su discografía en solitario. Siempre con el espíritu combativo que caracteriza a Muguruza, tuvo unas palabras de recuerdo para los afectados por el incendio en las tierras del Ebre y para las víctimas en Palestina. dejó espacio para las reivindicaciones de la gente del barrio de Vallcarca. Y no faltó leña para negacionistas y quienes consideren que en Israel no está pasando nada.
St. Vincent fue nuestra siguiente apuesta del jueves en detrimento de Goran Bregovic. Pero el proyecto de Annie Clark resulta una de las propuestas más interesantes del panorama. Su concierto resultó tan imprevisible como sus movimientos en la música. Absolutamente teatral y visceral, su repertorio casi se podría dividir entre su último disco “All Born Screaming” y “MASSEDUCTION”. Lo que se vió fue un perfecto caos controlado sobre el escenario desde la inicial y opresiva “Reckless”. Con Annie completamente desatada, visitó el suelo en más de una ocasión para retozar junto a sus compañeros de banda, llevó por el camino de la amargura al técnico que en más de una ocasión aparecía para recolocarle la petaca y hacerlo partícipe de manera indirecta de los “juegos de seducción” de la cantante.
Mientras tanto “Fear the Future”, “Los Ageless”, “Broken Man”, “Pay Away Your Pain” mostraban sus diferentes caras. En ocasiones acercándose a Bowie y todos los diferentes egos que pasaron por su carrera, en otras a la teatralidad más comedida de David Byrne. Tuvo tiempo de chapurrear algo de castellano para presentar “Violent Times” y disculparse por haber regrabado en nuestro idioma su último disco. Bajó al foso para cantar “New York” desde la valla casi metida en el público, encaramada sin avisar a uno de los chicos de seguridad.
Quizás este fuera el momento en que se pudo ver a una Annie más alejada de la performance cuando se dió cuenta que igual el pobre muchacho podría haber sufrido algún daño en el cuello. Pero tras asegurarse que todo estaba bien, volvió la máxima de que el show debe continuar para rematarlo con “Sugarboy” y “All Born Screaming”. En estos tiempos en los que todo está tan medido da gusto ver a alguien que intenta volver a la sorpresa continua y la provocación sobre un escenario. Para mi fue de lo mejor del Cruïlla de este año.
Y para terminar la jornada nada como un ejercicio de nostalgia con aromas anacrónicos. Cierto es que la vuelta de Sex Pistols en su momento vino bajo el nombre de “todo por la pasta” y que tanto derecho tienen como cualquier otra banda de seguir paseando su legado por el mundo. Pero no deja de ser curioso que todo aquello por lo que gritaban e iban en contra es lo que les da de comer ahora. Pero bueno, ese punk ahora convive con la comercialidad y el sino de nuestros días es diferente. Así que nos centraremos en lo musical. Sex Pistols revolucionaron con un disco toda una industria y un mundo, y tres de esos supervivientes aún siguen en pie acompañados de un Frank Carter que en su vida podrá meterse en las botas de John Lydon (Johnny Rotten).
Pero el cantante de P.I.L. lleva años pensando que hay algo más que el pasado y no duda en ponerles a caldo por tocar bajo el nombre de Sex Pistols. En 2025, podemos decir que la banda no suena nada mal. Es cierto que ya no hay rabia y que ahora son una banda digamos domesticada. La edad no perdona y la velocidad ha de adecuarse, y los temas pasan de sonar a punk a un rock más convencional. Aún así, canciones como “Seventeen”, “Pretty Vacant” o los himnos “God Save The Queen”, “No Fun” o la final “Anarchy in the UK” conservan cierto punch. Y hasta se te escapa alguna lagrimilla nostálgica al oirlas. Frank Carter es consciente de su papel en la banda y hace lo posible por ofrecer algo de sudor, como hizo metiéndose entre el público en “Bodies” si mal no recuerdo.
Incluso “My Way” tuvo su sitio en el repertorio. Quizás para los más puristas no tenía mucho sentido que sonara, pero… ¿en serio nos vamos a poner puntillosos por incluirla? Una buena manera de terminar la jornada y retirarse temprano para prepararse ante un viernes con mucho donde escoger.
Cruïlla día 3: La clase de Ben Harper, la honradez de Texas y 30 segundos para decidirse.
Probablemente uno de los días más exigentes a nivel musical. Sobre todo a lo que elecciones en la vida supone. Aunque es cierto que si hay algo que permite el Cruïlla es que siempre encuentras algo de tu agrado. Y si no está sobre el escenario, lo tienes en cualquiera de las actividades alternativas que ofrecen. Nuestra hoja de ruta estaba bastante bien definida desde un buen principio y comenzaba a primera hora con el nuevo proyecto transversal y multicultural de Damon Albarn.
Bajo el ala del líder de Blur, músicos de todo el mundo se reúnen en un mismo escenario para colaborar y explorar otras sonoridades en una interesante amalgama musical. A pesar de los problemas técnicos con los que tuvieron que lidiar las primeras actuaciones, poco a poco la idea fue tomando forma y las continuas colaboraciones daban como resultado una buena paleta de matices cromáticos. Desde un piano situado en la zona lateral, Damon Albarn observaba discretamente y acompañaba a las diferentes formaciones que centraban la atención del público. Sonaron muchos de los temas que aparecen en su reciente “Africa Express presents… Bahidorá”. Por el escenario desfilaron La Bruja de Texcoco, Jupiter & Okwess, Luisa Almaguer, Joan As Police Woman, Instituto Mexicano del Sonido, Imarhan o Moonchild Sanelly. Mezclados y compartiendo experiencias y sus diferentes formas de ver la música.
No hubo más remedio que perderse el final para poder disfrutar de una de las citas imprescindibles del viernes, Ben Harper & the Innocent Criminals. Hace años que el californiano vive de la música alejado del estrés de las grandes masas y transmite la sensación de disfrutar del escenario en cada concierto. Comenzó con “Glory & Consequence” y fue suficiente para comprobar que esos inocentes criminales que le acompañan son muy responsables del meticuloso sonido que ofrecían. Harper es capaz de hacer que resuenen en tu interior pequeñas notas de la época india de The Beatles (“Better Way”), por Bob Marley y sus aires jamaicanos en “Finding My Way” pasar por el blues y hacerlo sin dejar de tener una huella propia. Se permite incluso el lujo de recordar a Led Zeppelin colando “Fool In The Rain” entre los acordes de “Faded” para alegría de unos pocos.
Pero además es generoso con su banda, dándoles espacio para lucirse, y lo cierto es que esos momentos son todo un placer. Como por ejemplo, en el solo de congas y percusiones durante “Don’t Take That Attitude to the Grave”. Y por supuesto no faltó su calidad al slide en una sección que comenzó con “Need To Know The Basis”. Es capaz de ofrecer “Fly One Time” al mundo, una canción que U2 hace años busca componer. Los bises, además de para el descanso de los músicos, sirvieron para poder separar la vista del escenario y comprobar el lleno absoluto que registraba el anfiteatro Vueling. Pero todo lo bueno se acaba, y con “Forever” y “With My Own Two Hands” finalizaron un repertorio que, para muchos, podría haber seguido más tiempo.
Con Mikel Izal como hilo musical de fondo para una improvisada cena, había que trazar un plan para las próximas dos horas. Tres opciones simultáneas totalmente diferentes tenían lugar en tres escenarios. Por un lado 30 Seconds to Mars, uno de los cabezas de cartel del Cruïlla, con Jared Leto a la cabeza en el escenario principal despertaban cierta curiosidad. Por otro lado, Leon Bridges tomaba el relevo de Ben Harper en el escenario Vueling con una propuesta a priori más interesante que la del grupo mediático. Y por último, la fusión entre The Massthetics y James Brandon Lewis. Indie pop para masas, soul y punk jazz en tres puntos diferentes del festival. Los horarios daban margen para ver el inicio de Leon Bridges y comprobar que una buena propuesta de soul siempre resulta refrescante.
La propuesta de Bridges no aporta nada nuevo al panorama, y lo cierto es que a mis oídos se queda a medio camino de muchos puntos. Su propuesta merece un concepto mucho más duro y arriesgado teniendo en cuenta que tiene voz y banda como para ofrecer shows más incendiarios. Estaría bien que sus conciertos tuvieran como referencia a Sam Cooke, pero su soft soul resulta demasiado amable para eso. Temas como “When a Men Cries”, “Better Man”, “Laredo” o la conocida “River” resultaron idóneas para acompañar unos tragos con la brisa del Mediterraneo de fondo. Puestos a pasar calor, hubiera preferido sudar algo más gracias a su música. O quizás es que me perdí esa parte por volver al escenario principal para comprobar qué tiene 30 Seconds to Mars.
Entre el público, había mucha expectación y nerviosismo por ver la propuesta visual del actor metido a cantante. Una sensación que acaba por contagiar y generar unas ganas de gran show. No se saltó ninguno de los clichés. Una intro apabullante, una salida con lanzallamas incluido y confeti… mucho confetti. Sobre el escenario, el hermano de Jared Leto en la batería y un guitarrista pululando. Canciones coreables hasta el infinito perfectamente estudiadas para llevar a su público al éxtasis cada vez que su ídolo movía una ceja. Incluso tuvieron una pedida de matrimonio sobre el escenario en el tramo final del concierto. El momento ideal para dejar al gran público disfrutando de su encantamiento para acercarme al escenario Vallformosa y reconectar con algo más auténtico.
Y es que Jared Leto y The Massthetics & James Brandon Lewis forman parte de dos mundos opuestos. La locura sonora que supone escuchar a la formación puede que no esté hecha para todo el mundo. Si es la primera vez que escuchas jazz, su propuesta puede llegar a hacerse bola o resulte un tanto avasallador. Tras todo un día de trajín, opté por sentarme en la grada, reengancharme a un show que llevaba un rato en marcha y dejarme llevar. Resulta fascinante cómo las dinámicas de los músicos corretean por el pentagrama libremente pero llegando siempre a un punto común. Sólo me quedé el tiempo en que sonaron “The Time Is The Place”, “L’Orso” y “Railroad Tracks Home” antes de volver para ver el final de Leon Bridges. Pero algo me dice que, en poco tiempo, cambiaré ciertas tornas musicales en favor de la locura del jazz.
Entramos en la recta final de la jornada del viernes con Texas. Los escoceses plantearon un buen concierto plagado de grandes éxitos y un ritmo agradecido para las horas que empezaban a ser. No suele ser frecuente que las bandas comiencen un show con su canción más conocida, pero Sharleen Spiteri y los suyos despacharon “I Don’t Want a Lover” de primeras. Una maniobra inteligente que puso al público a tono desde el principio. A partir de aquí, puerta abierta a la diversión, el baile y la fiesta. Algo que si miras fríamente su discografía, ha estado bastante más presente de lo que parece. Los retazos soul y las bases electrónicas bien equilibradas han dado pie a un pop rock amable y disfrutón como “In Our Lifetime” o “Summer Son”.
Y si no, pues con llamar a mostrar las habilidades de baile del mundo antes de “Keep On Talking” o “Let ‘s Work It Out” ya tienes a una audiencia sacando sus mejores movimientos en masa. De todas maneras, las propuestas más bailables se darían a pocos metros del escenario Occident, en el que Texas remató la faena con “Black Eyed Boy” y “Say What You Want” antes de los bises. Curiosa combinación para terminar juntando “Inner Smile”, en cuyo videoclip Spiteri hacía de Elvis en su “Comeback ‘68”, con “Suspicious Minds”. Los pasos de salida encontraron la ruta más larga para abandonar el Parc del Fórum buscando una breve muestra de L’Imperatrice y Crystal Fighters. Terminaba la jornada del viernes con una lluvia que tendría un protagonismo inesperado el sábado.
Cruïlla día 3: Alanis Morissette, Kaiser Chiefs y Love Of Lesbian plantan cara al mal tiempo.
Apenas había comenzado el día que ya nos llevamos el primer sobresalto en el cuerpo. El aviso de la AEMET por posibles precipitaciones ponía en alerta naranja a Barcelona y con ello, la posibilidad de cancelar la última jornada del Cruïlla. Todo un día de incertidumbre hasta que a media tarde se confirmó que la apertura de puertas sería a las nueve y que habría reestructuración en la escaleta de conciertos. Y con ello, una sensación agridulce en el cuerpo. Por un lado, la alegría de poder terminar el festival. Por el otro, ver como Maika Makovski y Hermanos Gutierrez no tenían espacio en esta nueva reestructuración. Eso sí, ante todo destacar el trabajo de la organización para llevarlo a cabo manteniendo la cabeza por delante del corazón. Viendo el pasado más cercano, fue mejor prevenir que lamentar.
Pues con la nueva distribución, la jornada de despedida se nos quedaba bastante más relajada. El concierto de León Benavente sirvió de banda sonora de fondo mientras tomaba posiciones y esperaba el concierto de Alanis Morissette. Han sido muchos años de espera como para no ocupar una posición privilegiada. Tras un video de esos en los que no solo se te recuerda el paso de los años de la artista, apareció la canadiense con una vitalidad arrolladora que no perdió en ningún momento. Y con ella, “Hand In My Pocket“ abría la caja de Pandora de las emociones entre el público. A partir de aquí, Morissette fue intercalando pequeños fragmentos de sus canciones para intentar desbloquear el mayor número de recuerdos en el limitado tiempo de un concierto de festival.
“Jagged Little Pill” fue el disco que más aportaciones tuvo al repertorio con hasta nueve de sus canciones. “Hands clean”, “Head Over Feet”, “You Learn” eran coreadas como si al entusiasmo le hubieran quitado otros treinta años y aquellas fueran las únicas canciones que nos llenaban. Me faltó algún recuerdo a Pau Donés durante el fragmento de “Everything”, pero suelen ser solo cosas que uno piensa. Tras una primera parte de show bastante amable con una banda en la que destacaría la complicidad entre los músicos, llegó el momento más relajado del concierto. Un set casi acústico con los músicos sentados a primera línea del escenario para entregar unas reposadas versiones de “Rest”, “Mary Jean” y “Perfect” que a más de uno dejó una lágrima asomando.
Un reposo que sirvió para tomar aliento ante el final de fiesta que nos tenía preparado Alanis. “Ironic”, “All I Really Want”, “You Oughta Know” fueron las tres paradas imprescindibles que nos ofrecía la senda hasta el final del camino. Un concierto que terminó con “Uninvited” y un broche final como “Thank U” donde se llenó la pantalla de mensajes de agradecimiento del mundo a Alanis. No tenía a la cantante como alguien que tuviera una voz muy destacada, y en sus directos actualmente deja claro que tiene registros y potencia casi desmedida en sus cuerdas vocales. Una muesca que tenía muchas ganas de marcar en mi lista y que situaría como uno de los highlights de la edición de este año.
Tocaba hacer algo de tiempo hasta otro de los platos fuertes del día. El concierto de aniversario de Love of Lesbian y amigos había sido trasladado a la madrugada por causas mayores, pero el público puso todo de su parte. El grupo de Santi Balmes quiso regalar por los 15 años del Cruïlla un repertorio repleto de colaboraciones. Únicamente la inicial “Nadie por las calles” sería interpretada sólo por la banda. Para el resto fueron desfilando los cantantes de Dorian, La M.O.D.A o Figa Flawas. Solistas como Valeria Castro, Maria Hein, José Madero o Alizz. Y formaciones como Viva Suecia, Cala Vento y Maruja Limón. Un concierto que sirvió como complemento perfecto al de la noche anterior y que mostró el enorme tirón que tiene la banda barcelonesa en la escena indie nacional.
Si uno ya ha llegado hasta las tres y media de la mañana, por qué no esperar una hora más y rematar el festival con la actuación de Kaiser Chiefs. Mientras llegaba ese momento daba tiempo a acercarse para ver la propuesta de Alcala Norte. Ofrecen un directo potente que daba pie a seguir la fiesta, pero no podía quitarme de la cabeza a Heroes del Silencio mientras volvía al escenario principal para el cierre. Unos Kaiser Chiefs que comenzaron su show diez minutos antes de lo previsto. Han pasado veinte años desde que debutaran con “Employment” y fueran los encargados de abrir los conciertos de U2 en 2005. Y en ambos comenzaron de la misma manera, con su conocido “Na na na na na”. El tiempo ha hecho que mejoren en directo y sean muy conscientes de que su música es solo para divertirse.
En un ambiente entre punk y pop-rock, les importó poco el intempestivo horario al que habían sido relegados. Y al público que se agolpaba en el escenario Estrella también. Era el canto de cisne de la edición de este año y había que disfrutarlo al máximo. Y los ingleses les dieron lo que estaban esperando. No quitaron el pie del acelerador desde buen inicio. Temas como “Everyday I Love You Less and Less”, “Ruby” o “I Predict a Riot” te activan rápido. Si además le añades un “Blitzkrieg Bop” de RAMONES a la ecuación la fiesta esta servida. Confetis, cañones de papel y diversión continua hasta la final “Oh My God” con la que cerraban la edición de 2025 rozando ya el amanecer en Barcelona.
Resulta extraño salir de un festival y pensar que en realidad, lo que menos importa en el festival es la música. No, no hayan malentendidos. Es y será el centro del evento, y la amplia oferta de grupos hace que siempre tengas algo para ver. El Cruïlla se ha convertido en un punto de encuentro anual de amigos con la música como excusa. Porque la cantidad de actividades alternativas que ofrecen, ayuda a que así sea. Una pequeña reflexión que me viene a la cabeza mientras comentó con mis amigos a paso pesado y mi gorro de paja medio roto, mi pulsera roja y el último trago pensando ya en la edición del año que viene.
Fotos: Desi Estévez