Existen músicos inclasificables, también en España, también hoy. Gente como Pigmy, o Pablo Solo, o Junior Mackenzie, que no vuelan en bandada. No responden a etiquetas, no son nada de lo que por docenas atesoras en tus estantes, nada que puedas explicar. Ni siquiera son vanguardia ni música experimental, ni cantautores galácticos como fue Sisa. Son el corazón inexpresable de la música.
No se les hace mucho caso, o no todo el caso que merecen. Son genios y no los puedes atrapar, porque cuando abres la botella en la que están encerrados viajan muy lejos. Son magos y la magia no es un truco, es el misterio que no se repite y no se encasilla, que nace en cada momento de inspiración genuina. A veces, oculto el rostro bajo la capucha, pasan por tu ciudad sin apenas anunciarse, no llegan por los caminos transitados sino por veredas solitarias, no son mencionados en la oferta cultural de los periódicos. Alguien te avisa y lo dejas todo para estar allí, en el círculo de luz. No hay que desperdiciar la oportunidad.
Un caluroso sábado de julio, Junior Mackenzie se apareció en el Fillmore Huertano, cuando el sol todavía hacía resplandecer la mole rocosa del Cid. Venía Juan Fortea a conjurar ante nosotros los monstruos que pululan en su último disco, Monsters, una colección de canciones airadas que nacen de un tiempo opresivo y sin rumbo, el que nos ha tocado vivir en los últimos años. Enchufó su guitarra y en el crepúsculo de la huerta los fantasmas se perdieron en los bancales de sandías y berenjenas, y la música se hizo dueña de las almas. Ese es su lugar, a él se dirige.
“Set The World On Fire” fue el trueno que precede a la tormenta, la furiosa descarga que encendió el atardecer para que las canciones se desplegaran y descubrieras que dentro de cada una hay mundos diversos y voces insólitas que nacen de una misma garganta, estruendo de guitarras y silencios del espíritu, historias que se cierran y siguen abiertas, que mueren para seguir vivas. Juan Fortea es en ocasiones un brujo enfadado que lleva a su banda hasta el borde de las rompientes.
Cuando atacan “Don’t Become A Liar” puedes escuchar el crujido del maderamen en un naufragio. Otras veces es Juan el niño que no dejó de ser y te ofrece su amor en una burbuja frágil, una melodía que aletea como una mariposa.
“A Shelter In Me” sobrecoge, íntima y temblorosa. Con “Insidious” te hace bailar con ritmo caribeño, ¡qué mejor que bailar para abrir la puerta y escaparse! “Sunny Days” es pura belleza, rasga ante tus ojos el velo que te impide ver, sonreír, ser feliz. Es lo que siempre trae Junior Mackenzie, felicidad. Si pasa cerca de tu casa, serás afortunado.
Juan Fortea (voz y guitarras). Pablo Barrios (teclados). Alfonso Luna (batería). Pau Monteagudo (guitarra). Paul FitzGerald (bajo).
Videos: Jorge Navarro, Julio Navarro Oncina, Juan J. Vicedo. Fotografías: José Francisco Montilla Orgilés.