Tuco y Los Definitivos: “El Porno Rock son canciones atrevidas para hacer reír”

El artista burgalés Tuco (Vicente Redondo) forma parte de la historia musical de nuestro país tras casi medio siglo sobre las tablas y cinco discos en su trayectoria. Abogado de formación, las sirenas musicales le embrujaron desde jovencito y muy temprano se convirtió en cantante, compositor y hombre orquesta (piano, trompeta, percusiones varias, dulzaina, batería…). El showman abrazó durante los años ochenta la irreverencia más pícara del panorama musical. Hoy sigue divirtiendo al público de los pueblos castellanos, con epicentro en Burgos, e interpreta clásicos como Mas…turbate Pensando en Mí, Una Piraña en el Bidé, Me Quedo en Bolas, Onan, Ya Tenía Ganas Yo, títulos que permiten hacerse una idea sobre el género que la crítica bautizó a finales del siglo pasado como Porno Rock. El inventor de la vertiente más sicalíptica del rock patrio cuenta para Dirty Rock su peripecia artística y vital.

¿Por qué actúas hoy en Pradoluengo (Burgos), en este homenaje a un vecino fallecido que propicia el legendario bar Makoki?

Yo conocía a Kubala y era muy amigo mío. Ya estuvimos aquí, celebrando algún concierto para que pagase una multa. No me imaginaba que era tan popular en Pradoluengo. Todo el mundo le conocía, hasta las piedras. Me ha llamado Mariano Marín, que fue su gran amigo, quien ha dejado sus quehaceres de música, de teatro, y está teletrabajando desde Pradoluengo. Ha sido muy cómodo. Cargo la furgona y aquí hay escenario, público y merienda. ¿Qué más se puede pedir? Un lunes como hoy, 21 de julio, un día grande. Los lunes suelen ser bastante muertos, y está esto lleno de gente, de veraneantes, así que yo encantado. El concierto ha salido bien, porque eran viejos Definitivos y habían actuado conmigo en la época madrileña. Y, claro, hemos tenido que hacer un repertorio de aquella época. Yo ahora canto canciones mucho más estrechas, todas sobre Burgos, y quiero quitarme esa imagen de porno que hacía yo antes, ¿sabes? Pero me la siguen pidiendo.

Pero eso significaría cambiar tu identidad musical, ¿no?

Lo he intentado y no es posible, porque la gente me pide eso. Me piden siempre el porno de las obscenidades, porque está pensado para altas horas de la noche, para los años en que se abría un bar, en los ochenta, y todos íbamos a verlo. Cuantos más tacos decía la canción, más gustaba, y cuanto más atrevido, más descojono. Y así era como pensábamos, a estas horas de la noche, todos bolingas, y funcionaban muy bien mis canciones. Lo que pasa es que no las puedes poner por la tele muchas veces.

Con tus canciones se acuñó hace décadas el término Porno Rock. Fue en su momento muy rupturista y se equiparó a la propuesta musical de bandas como Semen Up…

Sí, un poco atrevido, pero surgieron también otros grupos, el Chivi (José Códoba) o Juampa y la Raja, que vinieron después. Se han identificado con el mundo obsceno y les ha funcionado muy bien. También les pasa lo mismo que a mí, porque ahora el Chivi se quiere convertir en un cantautor serio y formal, y no hay manera. La gente le tiene como pornoautor y le siguen pidiendo la de Coños.

Si pudieras desligarte de esa asociación con tus primeros tiempos, ¿a qué monte creativo te irías?

Al monte de Venus, sí, pero ya tengo 70 años. Llevo la tira de tiempo haciendo esto. Estuve en Madrid los años de la movida, pero luego ya me fui a Burgos y trabajé de ferretero y luego de abogado, y luego me retiré de todo. Pero a lo que me he dedicado de lleno a partir del año 2000 es a la música. Pueblos, verbenas, antes lo había hecho, bodas, comuniones, de todo.

He leído sobre tu coincidencia escolar con Juan Carlos Aparicio, luego alcalde de Burgos, y que además tocaste con él. ¿Cómo se llamaba ese grupo?

“Everybody”, y ha sido ministro también, y luego había otro que era Baudilio Fernández, el delegado territorial de la Junta, que también tocó conmigo en el mismo grupo. Y digo, mira qué Definitivos tenía yo, uno ministro, el otro delegado, el otro no sé qué…

Has dicho antes que tienes 70 años, muchos de ellos sobre las tablas.

Siempre había tocado. En los colegios, pero luego ya fue con Mariano cuando empecé en Madrid. Tuco y Araña, nos llamábamos. Yo iba con mis zapatos de claqué, que hoy se me han olvidado y me duele enormemente porque la gente se ríe mucho más conmigo cuando bailo. Es que los zapatos suenan, clic, clic, clic, y me da muy gracioso, como flamenco…

Pasas una etapa efervescente en Madrid, cuando la ciudad arde en la Movida. Estuviste en 1983 y tocaste con los Jets o Juanma y los Choppers. También con Steve Jordan, batería de Los Secretos, en La Bóveda.
Exacto, La Bóveda, un bar en la calle Moratín, por Huertas. Allí tocaba Wyoming y El Reverendo a la vez que nosotros. Yo estaba ahí con Mariano. Íbamos los domingos y lunes, y ellos, martes y miércoles. Era la misma fórmula, un pianista y otro cantando, y yo intentando hacerme el gracioso.

Cuando pienso que tardaste 12 años en acabar la carrera, te asocio al abogado que aparece en la película Easy Rider, interpretado por Jack Nicholson, y entonces te veo como la oveja negra de la familia…

(Risas) Ah, exacto. Mira, la oveja negra. Ahí va, qué bueno, sí, sí, yo, la oveja negra. Jack Nicholson, que es abogado, y de repente se les ve a esos dos que van con la moto, y, ya, me voy con vosotros, y deja todo y se marcha.

También fuiste “pipa” (personal de apoyo a las bandas) y estuviste descargando equipos de los camiones.

Yo fui “pipa” de Joe Cocker. Apareció en el camerino y estaba allá de machaca, a la puerta el camerino. Iba yo de chupa de cuero, y llegaba Michael Lang, el que organizó Woodstock. Y me digo, anda. Se quedó emocionado, porque le había reconocido de la película Woodstock, y era el manager de Joe Cocker o por lo menos el que le llevó allí. Y dijo al organizador, “aquí no está el dinero, no está encima de esta mesa”. Se tuvieron que ir, el organizador, su prima, su hermana, todo el mundo, a cajeros, a dar el dinero en metálico para Joe Cocker; si no, no tocaba.

Y acompañaste a la Orquesta Mondragón como “pipa”…

Estuve muchas veces con la Mondragón. Me tocó a veces ir de machaca o descargar los camiones o estar de seguridad, en la puerta del camerino, lo que fuese. Yo iba con Juanma el Terrible, éramos rockers. Íbamos al despacho de Gálvez, que era el mejor manager que había entonces, se murió el pobre. Le decíamos “venga, búscanos un bolo o tal” y respondía “no hay un bolo, pero si queréis descargar un camión, necesito gente”. Y entonces descargaba el equipo de los grupos, de Mondragón o de las Schoolgirls, de mucha gente. Te ponían en una puerta y “aquí que no pasa nadie”, y yo, pues eso, con muy pocas ganas, lo hacía. La sorpresa era que me respetaban.

Al regresar a Burgos, vuelves a los escenarios como Tuco y los Definitivos.

Eso es. Yo me quería llamar solo Los Definitivos, pero empezaba la gente a decir Tuco y los Definitivos y ya me se quedó así.

El concierto de hoy ha sido una sorpresa, porque sueles actuar más bien solo y no con esta banda de lujo de hoy, con Mariano, Chuso…

Tuve que actuar solo por exigencia del mercado, porque pagar a cada uno tanto… Los clientes que tengo son todo bares, pueblos pequeños, fiestas privadas, y esos me funcionan bien. Y, claro, gano más porque voy solo, pero a cambio tengo que transportar mis altavoces, mover mi furgona, quedarme allí, es un rollo…

Los títulos de tus canciones son ya parte de la cultura popular, como “Una Piraña en el Bidé” o “Me Quedo en Bolas”.

Sí, me lo contó uno que dijo “tienes más peligro que una piraña en el bidé”. Con “Me Quedo en Bolas”, me sorprendió ver de repente un día a un grupo chileno que está cantando la de “Todos en Bolas”, o que otro de la tuna de Granada canta “La Piraña en el Bidé”, te enteras de cosas. A la tuna de Granada la vi en la televisión, en el programa de María Teresa Campos. Mandé un fax y dije, oye, que esa canción es mía, ha salido aquí. Y me contestan, efectivamente, 35.000 pesetas.

¿Nos explicas qué es el Porno Rock?

Pues canciones un poco atrevidas, porque se trata de hacer reír. En aquellos años y para los jóvenes, era muy divertido, y ahora, a mis 70 y casao y yo qué sé… Pues lo de las masturbaciones, ya es distinto, ya no se siente de la misma forma. Identificarse con la canción es otro rollo. Nunca pensé que iba a crecer yo.

La alternativa es muy jodida. ¿Cómo eran tus striptease de antes?
Yo me empelotaba, al terminar. Sí, sí, cuando iba con grupo, cogía y tiraba la ropa por ahí, con la canción de “Todos en Bolas”. Me quedaba en bolas, iba quitándome ropa. Y luego me ponía zapatos de claque y bailaba en pelotas con la trompeta, en bares. Pero empezó la época de los móviles y me corté. Todo el mundo pasó a grabarme y ya me corté. Ahora me daría igual, pero…

¿Tocabas en El Baúl de la Piqué? ¿Lo han cerrado?

Sí, lo cerraron en la pandemia, pero estuve siete años ahí todos los lunes. En otro que se llamaba Café Tomadrid también estuve ocho años, los lunes. Y en los bajos del Plantío del fútbol, el que se llamaba Estudio 27. Siempre he querido tener un sitio de referencia para un día a la semana, para acostumbrar a la gente y a los músicos. Así me he mantenido con los músicos ensayados. Ahora estoy tocando solo, voy a la Chistera, que es un cafetín en la calle de la Puebla, pero eso trae la liturgia de ahí, una música backing track, bluetooth, y tocas encima, y no tiene gracia. Pero a El Patillas yo voy los martes, saco la batuta, saco la trompeta y se monta un descojono. Siempre hay alguien que toca la guitarra. Toco la trompeta y lo que quiera y nadie se enoja. Y luego voy al España los jueves, pero ahora como hay terraza, está todo el mundo fuera y nadie me escucha, pues no voy. En otro que se llama Descorche, en la calle San Carlos, también hay piano. Y a mediodía voy a La Tasca, en la calle San Juan. Ahí tomo el vermú, mi chica llega a las dos de trabajar, y yo estoy allí desde la una y media tocando.

Haces música participativa. Uno de tus lemas dice: “Qué mal cantamos, qué bien lo pasamos”.

Claro, es para quitar las perezas, pero eso funciona siempre. A veces voy con micrófono inalámbrico y doy uno a la gente. Luego, una vez que lo das, no lo sueltan. Y siempre se viene arriba todo el mundo cuando hay alguien que canta, sobre todo alguien del pueblo, que sale. Y si acierto yo la canción que quiere cantar, vamos, está ganado… están en el bote.

Ha menguado el circuito musical con la despoblación. El obituario de locales es dramático. ¿Recuerdas unos cuantos cadáveres que te duelan especialmente por vivir allí cosas grandes?

Pues muchos. El Pinedo, en Burgos, era una referencia, con escenario, era como Nochevieja, los sábados. Después, todos los bares, todos. Alguna vez llegaba un día que con los vecinos se subía algo el volumen y venía la policía… Pero, noches gloriosas, en el Tusti, de Trespaderne, que era un templo. Y La Pécora, al principio, sí que hubo algún día glorioso. En el Contrapunto recuerdo haber tocado, en los primeros años. El Portus, donde empezamos todos, el sitio de referencia, porque estaban todos los instrumentos. Llegabas y a las siete te ponías a tocar. Te invitaban a la copa y a veces una asignación de 200 pesetas, que era como un euro. Pero, oye, nos organizábamos y tocábamos y nos pagaban, y duró así muchos años. Y había contrabajo, y había piano y batería siempre allí, y un micrófono, y es donde todos nos soltamos, allí es donde aprendimos. Se cerró un buen día y estamos , yo creo.

¿Cuántos conciertos puedes dar durante un año? Siempre es llamativa tu indumentaria…

Al año, unos doscientos, pero contando la instalación del equipo. Tenía una lista de contabilidad, y en unos sitios pongo “equipo, no toco” o pongo “para que canten otros”, pero lo tomaba como un bolo. Tengo varias capas y alguna realmente preciosa. También chisteras y frac blanco, cortado así, como con chaleco blanco, precioso. Y chaqué. Y pajaritas, sí.

Háblanos de tus discos…

Sí, tengo cinco. El primero es de 1988. Me costó un millón de pesetas. Fue en León, lo grabamos en los estudios Cascabel y me costó muchísimo pagarlo. Todo lo que tengo de chapas, pegatinas, discos, vídeos, todo me lo he pagado con esfuerzo y como he podido, porque es más rentable. El último disco que hice fue en el 2005 y habla de las cuevas de Atapuerca. Ahí paré de grabar. Tengo muchas canciones posteriores, pero la evolución fue clara del primer disco al último. Me iba haciendo yo cada vez más formalito. Pero me da igual, porque me siguen pidiendo ese tipo de canciones.

Texto, fotos y vídeos por Miguel López.

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