Belfast celebra los 80 años de su prodigioso hijo musical: Van Morrison

Van Morrison acaba de celebrar su octogésimo cumpleaños con una fiesta musical de las que hacen época. Congregó en Belfast, su ciudad natal, a una banda e invitados de lujo en un ambiente de veneración absoluta por un ídolo que hace décadas logró dimensión mundial y esculpió su nombre en la Historia, con mayúsculas. Sigue en la brecha a los 80 años con nuevos discos y conciertos, algo digno de celebrar por todo lo alto.

“Nacimos antes que el viento, también somos más jóvenes que el sol”. El León de Belfast comenzó con estos versos de su clásico Into the Mystic el concierto en el día de su cumpleaños, celebrado en el Waterfront Hall. La BBC en Irlanda del Norte había caldeado el ambiente desde el viernes 29 de agosto con una programación especial de tres jornadas dedicadas al orgullo de Belfast. No era para menos.

 

No es posible calibrar con precisión la influencia musical de Van Morrison, pero sin duda es trascendente y su nombre está entre los más grandes artistas. El irlandés ha atravesado varias décadas en las que tanto la industria cultural como él mismo han evolucionado de forma vertiginosa. Solo un puñado de geniales dinosaurios coetáneos, como Bob Dylan o Neil Young, han sobrevivido a tan hondas transformaciones de tecnologías, gustos y públicos en Occidente.

El cowboy de Belfast (uno de sus más afortunados sobrenombres) ha enriquecido el acervo musical con un respeto total a las tradiciones. También ha demostrado sobradamente una apertura de miras que le ha permitido transitar con brillantez por estilos como el blues, el folk, el jazz, la tradicional irlandesa, el celtic soul, el country o el rhythm&blues, entre otros. En estas últimas décadas, Morrison ha dejado honda huella con obras maestras como Moondance o Into The Music y cientos de composiciones de enorme valor para la música popular.

Es probable que su singularidad resida en la enorme carga poética de sus letras, combinada con una intensidad sonora sin parangón. Todo ello con entrega absoluta a la misión musical. Su voz inyecta una pasión creativa de enorme potencia a unos textos que ahondan en sus grandes obsesiones: el paso del tiempo, la memoria, el amor a la música, la curación, la crítica al negocio artístico, la geografía emocional de su infancia o la magia de sus trances místicos.

Los años que van desde Astral Weeks (1968) hasta Veedon Fleece (1974) encierran una creatividad sublime, comparable a los llamados años mercuriales de su amigo Dylan. Se acumula en ese periodo un inabarcable océano musical en el que un buen aficionado podría vivir eternamente y gozar de una existencia en plenitud. Sin embargo, hay belleza inmarcesible en sus discos anteriores con Them o los que van de los años ochenta hasta hoy, incluida una última sorpresa que ha lanzado este año, el álbum Remembering Now.

Muchos se han adentrado en el universo vanmorrisoniano con elepés como Into de Music o It’s Too Late Too Stop Now. Son obras accesibles que jamás cansan y ofrecen amplia variedad sonora. Sin embargo, la obra que llega más lejos en términos artísticos y personales es seguramente Astral Weeks, un milagro que la crítica especializada valora como uno de los mejores discos de la música contemporánea.

Al igual que otros grandes artistas, Van Morrison no se repite y cada actuación es una ceremonia única que abre paso a la espontaneidad y al rapto poético. Por eso, tras más de 4.000 conciertos por todo el mundo, hoy sigue sorprendiendo con una energía sobrenatural, como ha demostrado en sus recientes actuaciones, si bien durante el espectáculo de Belfast el músico se sentó en dos ocasiones para recobrar fuerzas, algo raro en él.

El espectáculo que ofreció en el Waterfront Hall estuvo precedido por otro concierto el día anterior y varias actuaciones recientes. Actuó como telonera su hija Shana Caledonia Morrison (1970) y luego sonaron viejas canciones como Little Village, con unos vientos exquisitos de fliscorno (Chris White) y trompeta (Matt Holland), a los que puso la guinda el propio Van Morrison con su saxo. Morrison invitó a su fiesta a otro histórico de 84 años, Chris Farlowe, cantando juntos Ain’t Gonna Moan No More e It’s All Over Now Baby Blue. Del nuevo álbum, interpretó Back To Writing Love Songs y The Only Love I Ever Need Is Yours.

Quizá como regalo al público, el poeta místico se explayó al desvelar la historia de su canción For Mr. Thomas, algo muy infrecuente, y aludió al escritor Robin Williamson, a una tienda de pescado y patatas fritas en EEUU y a un local que solían visitar otros escritores importantes en su obra como Jack Kerouac y Allen Ginsberg, garito donde leyó un periódico con referencias a Dylan Thomas, de donde sale el título. Esas referencias literarias del Tío Vinagre son otro eje de su extensa obra, siempre alejada de la noria comercial.

El autor galés, como explica Javier de Diego en su biografía de Peter Gabriel, dejó una huella profunda en el pop: “Para empezar, de él tomó un tal Robert Allen Zimmerman su apellido artístico. Es, por otra parte, el único poeta que aparece en el colaje de rostros célebres de la portada de Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band”. Y añade: “El quinto Beatle, George Martin, produjo en 1988 una versión musical de su drama radiofónico Bajo el bosque lácteo. También Ray Davies se propuso adaptar musicalmente esta maravillosa pieza; no llegó a hacerlo, pero se inspiró en ella para crear The Village Green Preservation Society, uno de los álbumes mayores de The Kinks. Por su lado, el también galés John Cale musicalizó algunos de sus poemas en Words Fort he Dying (1989). Otro compatriota, Nicky Wire, letrista y bajista de Maniac Streeet Preachers, escribió una canción sobre su tempestuosa relación con su esposa”. El escritor De Diego concluye que “la impronta de Thomas se aprecia igualmente en trabajos de Donovan, Patti Smith, Nick Cave o St. Vincent”. 

El siguiente invitado fue Kevin Burke (75 años), divertidísimo músico que hizo la primera felicitación al cumpleañero y levantó al público. Morrison alertó a los espectadores de que verían enseguida una lección de jazz y el agradecido violinista respondió: “¡Me preparaste!”. Los gestos y el virtuoso scat de Burke se situaron entre lo mejor de la velada.

Punto y aparte para el último invitado: Ron Wood, de los Rolling Stones, con quien cantó en el histórico Last Waltz (1976). Tocaron juntos And It Stoned Me y las lágrimas inundaron el recinto.

El León desveló que esa canción de Moondance fue elección del rockero, quien también se sumó en varias piezas de la vibrante recta final con Who Do You Love (que también sonó en El Último Vals), Stormy Monday, Take Your Hand Out of My Pocket y el típico cierre con Gloria, un chicle estirado durante cuarto de hora que sirvió de broche a la celebración.  

Repertorio del concierto

  • Into the Mystic
  • Only a Dream
  • Jumping With Symphony Sid
  • Little Village
  • For Mr. Thomas
  • Ain’t Gonna Moan No More
  • It’s All Over Now, Baby Blue
  • Back to Writing Love Songs
  • The Only Love I Ever Need Is Yours
  • Broken Record
  • Crazy Jane on God
  • And It Stoned Me
  • Stand by Me
  • Who Do You Love? / Mona / Not Fade Away
  • Stormy Monday / Take Your Hands Out of My Pocket
  • Gloria

 Fotografías: Pablo Torres

Vídeos: MASA’s From The Venue.

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