Brian Dunne: “Clams Casino”

Uno de los mejores escritores de canciones de la actual escena de New York edita nuevo trabajo, “Clams Casino”. Siempre es una buena noticia escuchar lo que nos ofrece Brian Dunne, con su reconocible voz llena de nitidez y franqueza. Todas las canciones del disco fueron compuestas y producidas por el propio Dunne, que además tocó guitarras, teclados y bajo. De la batería se encargó Dan Drohan. También aparecen ocasionalmente Alex Wright (órgano en “Living It Backwards”) y David Blumenthal y Brian Lotze (Trompas en “Graveyard”). El disco fue grabado casi al completo en el apartamento de Brian en Brooklyn, con alguna grabación adicional en Greylock Studios y Velvet Elk Studios. El disco ha sido editado por Missing Piece Records.

Escucha “Clams Casino” de Brian Dunne aquí:

Después de pasar los últimos años como miembro del supergrupo Fantastic Cat, ya era hora de que Brian lanzara un nuevo disco en solitario. De todos los gatos, sin duda él es el más prolífico de todos. Además, el que más cerca estuvo de tener un éxito. La dulce balada “New Tattoo” fue un bombazo en Holanda hace unos años. Este es su cuarto Lp y en él demuestra que sigue creciendo como compositor. En este disco vuelve a dar en el clavo con sus agudos comentarios acerca de su generación y cómo poder sobrevivir a estos tiempos. Todo encerrado en vitalistas canciones llenas de melodías muy neoyorkinas. Algunas, cercanas al folk de Paul Simon; otras virando hacia la new wave.

La portada es, como todo el disco, un homenaje a Nueva York. Una ciudad que está perdiendo personalidad, como tantas otras. Es una fantástica metáfora de todo lo que hay dentro del vinilo. Brian con expresión tristona enfrente de un gigante plato de pasta y, de fondo, una pared llena de estrellas que han comido allí. Lo tradición frente a la modernidad. El éxito frente a los sueños de grandeza que, quizás, se queden en un buen plato de spaghetti. El único pero, amigo Brian, es haber elegido para la portada un aceite de oliva portugués y no español, pero te lo perdonaremos.  

El disco se abre con el tema homónimo, preguntándose en el pegadizo estribillo: “¿Es tan malo querer una buena vida?”. Una canción que refleja las dificultades de ser joven en estos tiempos de gentrificación, más aun en una ciudad como New York. Por ello, cuando “descubres que estás perdiendo la cabeza/Con tu cuenta bancaria baja y tu rabia alta”, quizás es el momento de mudarse a “Rockland County”, un condado en las afueras de la ciudad donde la vida es más barata. Un sitio donde quizás incluso puedas hacer vida social sin dejarte el sueldo en dos cafés. Gran canción de power pop que recuerda a las píldoras perfectas de Redd Kross.

“Cuando no puedo conseguir lo que quiero o necesito, me siento existencialmente frustrado. Y en cuanto lo consigo, empiezo a tener el síndrome del impostor, preguntándome si merezco este café de 6 dólares”.

“Graveyard” juega con el misterio del artista, siempre impenetrable y difícil de conocer de verdad. Aunque también se puede leer como una denuncia del postureo en redes, donde todos fingen ser lo que no son. Luego es tiempo de “Play The Hits”, la canción más contagiosa del disco. Una joya de pop rock perfecta que juega con la historia de un músico que vivió mejores tiempos y deambula tocando una y otra vez sus viejos éxitos.

“Fake Version Of The Real Thing”  habla de esos multimillonarios que nunca se sacian y prefieren extender la mentira para tener al pueblo llano contento. El hartazgo con estas vidas virtuales que se alejan del ambiente cercano de la clase obrera en la que creció aparece en “Some Room Left”. Melancólica como pocas, habla de dejar el smartphone a un lado y salir a pasear. Ver a las señoras haciendo la compra y los viejos jugando al dominó en el parque. Sentir el viento frío y tomar un té en una cafetería de barrio. Placeres que olvidamos cada día más y que quizás no vuelvan.

“Gracie Mansion” es la residencia oficial de los alcaldes de New York y sirve de metáfora para hablar de lo lejos que están los políticos de los problemas de la calle. Eso hace puedas ver la luz de los ojos de tus amigos apagarse al ver que no pueden con el coste de vida de la gran ciudad y piensen en mudarse a una América profunda que, en la capital del mundo, se ve como un paso atrás definitivo en la vida. De eso va la acústica “I Watched The Light”.

Con un folk rock muy a lo Paul Simon, “Max’s Kansas City” retrata los problemas de ansiedad de la gente joven que intenta salir adelante con su arte y no lo consigue homenajeando el mítico local de Manhattan: “Caminaba por la calle 17, por donde solía estar Max’s Kansas City, pensando que ni Lou Reed podría salvarnos ahora, y que de todas formas no querría”. A pesar de todo, siempre vale la pena el esfuerzo. En la balada acústica que cierra el disco, “Living It Backwards”, Brian canta que aunque “tal vez mi vida no sea una obra de arte” sigue valiendo la pena vivirla a su manera.

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