Elder y All Them Witches hipnotizan La Riviera madrileña

Hay noches en las que el rock recupera su sentido más profundo: no como espectáculo, sino como experiencia. Anoche, 27 de octubre, en la sala madrileña La Riviera, la última cita de Elder y All Them Witches de la gira conjunta “House of Mirrors” fue una de esas noches. Dos bandas en pleno dominio de su lenguaje ofrecieron una lección de cómo la música puede construir espacios donde el tiempo se detiene y el público simplemente habita el sonido.

A veces lo mejor que puede hacer una banda es no intentar parecer otra cosa. Elder abrieron puntuales, a las siete y media en punto, sin ceremonia ni aviso, mientras medio Madrid todavía estaba en la cola o buscando su cerveza.

En el escenario, cuatro tipos concentrados, cero poses. La Riviera a medio gas, mucho humo, luces imposibles y, cómo no, el sonido todavía por ajustar.

Durante el primer tema que tocaron, “In Procession”, de su álbum Omens (2020), el bajo y la batería se lo comieron todo. La voz desaparecida entre el humo, las guitarras medio perdidas también… Pero Elder sostuvieron el pulso, sabiendo que al final todo acaba encontrando su sitio. Y así fue. En “Merged in Dreams – Ne Plus Ultra” (Innate Passage, 2022), el sonido se abrió por fin y la voz de Nick DiSalvo emergió entre la niebla de luces rojas y humo espeso. A su lado, Michael Risberg (guitarra) y Jack Donovan al bajo mantenían una calma inamovible mientras Georg Edert sostenía el pulso desde la batería con una precisión quirúrgica.

A esas alturas, el público estaba entregado sin necesidad de estímulo visual. Elder no se mueven apenas, pero el público tampoco. Algo de headbanging aquí y allá, pero aun así, estaba claro que La Riviera, para entonces ya llena, fue siguiendo el pulso sin necesidad de gritos ni grandes gestos.

El momento más brillante llegó con “Gemini”, la última canción de su set. Justo cuando parecía que el solo final había terminado, siguieron. Y siguieron. Lo que en disco dura diez minutos anoche se sintió como una expansión natural del tiempo. Nick sacó sonidos imposibles de la guitarra y las luces blancas que acompañaron la canción parecieron abrir, por un segundo, una puerta a otro lugar.

Fue entonces cuando Nick habló por primera vez, un sencillo thank you,” al público, y sobre todo, a All Them Witches, ya que era la última noche de su gira conjunta.

Lo que hacen en directo no invita al mosh. Es un proceso. Un ejercicio de paciencia compartida. En una escena donde abundan los muros de sonido sin propósito, Elder siguen demostrando que la intensidad no depende del volumen ni de la pose, sino del detalle: del modo en que una nota se estira justo lo necesario, o de cómo un pedal convierte un sonido en atmósfera.

Su evolución, de aquel Dead Roots Stirring de 2011 a los mundos más expansivos de Innate Passage y el reciente “Liminality / Dream State Return”, se percibe con claridad incluso en un set de tan solo 45 minutos. Parece que siguen abriendo caminos hacia territorios más electrónicos y espaciales. Quizá haya influido la gira con Tool en 2024, o tal vez Berlín les haya cambiado el oído. Ya no son una banda de riffs pesados y psicodelia de manual: son un grupo que ha aprendido a usar el espacio, la textura y el tiempo como si fueran recursos divinos.

A lo mejor por eso su música conecta tanto con ese público que vive en la frontera entre el doom, el prog y la psicodelia: gente que no necesita corear ni saltar para entender que algo importante está ocurriendo. No hubo pogo ni éxtasis colectivo; solo cabezas que se movían despacio y cuerpos que encontraban el pulso en lo profundo.

Cuando Elder terminaron su set y la última reverberación de “Gemini” se disipó entre el humo y las luces, el escenario quedó suspendido en un instante de silencio expectante.

Era la hora de All Them Witches, y la transición no fue abrupta: se sintió como un cambio de dimensión dentro de la misma ceremonia. La Riviera, que hasta hacía unos minutos se había movido al ritmo hipnótico de Elder, ahora se preparaba para un viaje distinto, aunque igualmente absorbente: psicodelia sureña, folk hechizado, jazz cósmico y heavy blues del cuarteto de Nashville.

Puntuales también, All Them Witches aparecieron a las 20:45 en un escenario teñido de negro y rojo. Muchos de los presentes ya habíamos visto sus stories e intuíamos que comenzarían con “War Pigs”, pero fue igualmente emotivo escuchar de nuevo la voz de Ozzy en una sala oscura, como si fuera una sorpresa absoluta. El público recibió con entusiasmo el guiño a Sabbath: la sala entera cantó, y la energía que flotaba en el aire se volvió inmediata y palpable.

Luego, nos atraparon en su universo con “The Death of Coyote Woman”, una de las narrativas mejor contadas (y cantadas) de Lightning at the Door (2016). La introducción se alargó hasta convertirse en un trance inicial: Ben McLeod dibujaba círculos hipnóticos con su guitarra, mientras Allan Van Cleave, entre teclados y violín, teñía el aire de un color onírico que parecía envolverlo todo.

Los problemas de sonido que hubo con Elder se habían solucionado. La voz de Charles Michael “Jr.” Parks, profunda y modulada, sonaba con claridad. Con “Enemy of My Enemy” (Nothing as the Ideal, 2020), la multitud encontró su pulso. Las estrofas “Day by day… Accept the choice… Of my own way” fueron coreadas con fervor contenido, y por un momento la sala se transformó en un coro colectivo que flotaba sobre el groove firme del bajo y la batería.

Esa sensación de ritual compartido tan característica de ATW se mantuvo con “Culling Line”, una pista inédita de 2025 que se ha convertido en pieza central de sus setlists recientes. El tema, más oscuro y denso, mostraba a Christian, el nuevo batería, tomando las riendas con una intensidad física que contrastaba con la precisión introspectiva de Staebler. Su energía no parecía buscar reemplazar, sino expandir: el pulso hipnótico del cuarteto se mantenía, pero con un empuje más directo.

Parks se dirigió por primera vez al público antes de “Aethernet”, otra novedad estrenada en vivo hace pocos meses. La canción calentó la atmósfera: el público, que hasta entonces había observado con atención contenida, comenzó a moverse, a respirar al ritmo de la música.

La transición hacia “Diamond” (personalmente, una de mis canciones favoritas) fue uno de los momentos más álgidos de la noche. Cada nota de McLeod y el solo sublime de Van Cleave al violín, junto con los crescendos finales, provocaron una ovación espontánea: reconocimiento a la precisión y cohesión absoluta de la banda.

crónica de su directo en 2019: All Them Witches… Oscuros, psicodélicos y épicos

“1×1”, de 2019, fue otro momento de consenso general. Tras su descarga inicial, la sala experimentó un breve bajón de energía, casi inevitable tras la intensidad acumulada.

Sin embargo, no duró mucho. El silencio relativo se rompió con “The Marriage of Coyote Woman”, donde el barítono de Parks se desplegó en todo su esplendor. El público aplaudía con fuerza al final de cada fraseo de la canción, tomada una vez más de su icónico Lightning at the Door.

crónica de su directo en 2022: All Them Witches: Un sonido multicolor que arrasó en Madrid

Luego llegó “Angel on the Wayside”, con un poco de crowdsurfing y un final abrupto que encendió la adrenalina colectiva, preludio de la complejidad emocional de “Blood and Sand / Milk and Endless Waters” (Dying Surfer Meets His Maker, 2015).

En “See You Next Fall”, los detalles brillaron: los pinch harmonics de McLeod, los crescendos delicados del violín y la manera en que Van Cleave llenaba cada intersticio del sonido mostraban la maestría del grupo.

Cuando sonó “Red Rocking Chair”, esa canción tradicional de los Apalaches convertida en un tema de tintes doom que abre Dying Surfer Meets His Maker, la sala pareció detenerse. La tensión se construía y liberaba con un control absoluto, y el público, ya completamente inmerso, parecía suspendido entre reverencia y asombro.

Apenas tuvimos que esperar al bis: “When God Comes Back” abrió de forma contundente el tramo final, para cerrar con “Alabaster”, un tema que condensó todo lo visto hasta entonces: intensidad, delicadeza, groove, psicodelia y blues entrelazados. El público cantó, hizo un pogo tímido, y se negó a dejar que la noche terminara.

La banda cerró el set con Elder de vuelta en el escenario para la foto final, un gesto que resumía la gira con camaradería y respeto mutuo.

Lo que hace de All Them Witches un espectáculo único no es solo su virtuosismo (incuestionable), sino su capacidad para combinar tradición y experimentación, pasado y presente. Desde sus primeros días con Our Mother Electricity (2012) hasta Nothing as the Ideal (2020), pasando por la serie de Baker’s Dozen, su evolución ha sido constante y coherente: un viaje psicodélico de raíces entre los Apalaches, Mississippi, Nashville y más allá.

Repasa la música de All Them Witches en Dirty Rock Magazine

Gracias a Houston Party, anoche La Riviera dejó de ser una sala: se convirtió en un vórtice de sonidos, colores y emociones. Y quienes estuvimos allí salimos sabiendo que habíamos asistido a algo más que un concierto: a una demostración de cómo el rock puede ser, todavía hoy, una experiencia trascendente.

Fotos: Isabela Roldán

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