Cincuenta años después de que llegara a la orilla de Point Dume, a esa maravillosa playa llamada Zuma, en Malibú en Los Angeles. “Zuma” de Neil Young sigue siendo uno de sus discos más silenciosamente volátiles, un regreso a Crazy Horse (habían colaborado en algunos temas de After the Gold Rush y aparecieron en Tonight’s the Night ésta sería su primera colaboración completa en un álbum con Young desde el brillante “Everybody Knows This Is Nowhere”), herido y quien mezcló la reflexión pastoral con ráfagas eléctricas, ofreciéndole al mundo la imponente epopeya “Cortez The Killer”.
“Zuma”, lanzado un 10 de noviembre de 1975, es el séptimo álbum de estudio del músico canadiense Neil Young, grabado en Malibú con David Briggs como productor musical, supuso el primer trabajo del músico con el grupo Crazy Horse tras la muerte del guitarrista Danny Whitten en 1972, que fue sustituido por Frank «Poncho» Sampedro.
Fue también el primer trabajo después de «The Ditch Trilogy», una trilogía de álbumes como “Time Fades Away”, “On the Beach” y “Tonight’s the Night” marcados por el frecuente consumo de alcohol y drogas y en los que el músico se alejó voluntariamente del éxito alcanzado con “Harvest”, su trabajo más comercial lanzado en 1972.
En “Zuma” se percibe una sensación de sanación. Tras el aislamiento y el duelo de la querida trilogía de Neil, nos encontramos en un ambiente relajado y sentimental a lo largo de gran parte del disco. Quizás la vuelta con Crazy Horse haya influido, y sin duda el grupo no había perdido ni un ápice de su talento sin Danny Whitten: basta con escuchar “Danger Bird“ y “Cortez the Killer” para comprobarlo. Es un álbum sin pretensiones, y eso es precisamente lo que lo hace tan entrañable.
La grabación del disco fue de lo más casera posible, instalándose la banda en la casa del productor David Briggs, cerca de Zuma Beach en Malibú, en un garaje, y grabaron de forma espontánea donde sus canciones transitan de lo íntimo a lo mítico. «Don’t Cry No Tears» y «Pardon My Heart» exploran secuelas personales, muchas de ellas derivadas de la ruptura de Young con Carrie Snodgress, mientras que «Danger Bird» y «Cortez The Killer» se adentran en viajes en el tiempo y fábulas históricas.
Young ha descrito partes del disco como «sobre los incas y los aztecas», y esa sensación de perspectiva cambiante dota al álbum de una cualidad inquieta y exploratoria. «Barstool Blues» surgió tras una noche en un bar, escrita y recordada con una honestidad divertida, mientras que «Stupid Girl» un experimento de estudio nocturno que le aporta carácter e inmediatez. «Through My Sails», grabada con Stephen Stills, David Crosby y Graham Nash a los coros, refleja la relación de Young con sus colegas e insinúa la corriente colaborativa que a menudo impregnó su obra en la década de los 70.
“Zuma” también pone de manifiesto la química de la reformada Crazy Horse. El bajo de Billy Talbot y la batería de Ralph Molina se fusionan a la perfección con los vertiginosos solos de guitarra de Young, mientras que Poncho Sampedro aporta una voz rítmica más sólida. Este cuarteto, salvo un breve paréntesis a finales de los ochenta, se mantendría como la esencia de Crazy Horse hasta la retirada de Sampedro de la música profesional en 2014.
Las sesiones de grabación produjeron más material del que se utilizó con canciones como “Powderfinger” y “Pocahontas” donde encontraron vida posteriormente en otros proyectos, y años de lanzamientos de archivo no han hecho más que profundizar la sensación de que “Zuma” fue un momento de abundante creatividad, un período en el que Young y su banda tocaban hasta altas horas de la noche, grababan rápido y se guiaban por el instinto.