Este es un libro viejo, no tanto como para estar escrito mientras sucedían los hechos, pero lo suficiente como para no caer en la trampa de mitificarlos. Es curioso volver a esa edad intermedia, el año 2002, en la que Rafa Cervera ya no era el jovenzuelo que escribía su fanzine en el Madrid de los 80 y a la vez distaba de ser el escritor que los años siguientes revelaron.
Cervera es en este libro un periodista sobrio, centrado en las historias cotidianas que conoció y revive y en aquellas que otros que las vivieron le contaron. Las historias hablan de Alaska: basta ver la tipografía de la cubierta para darse cuenta de que lo que importa aquí no es la denominada “movida (madrileña, por supuesto)” sino una de sus protagonistas, y no cualquiera sino la que ha conservado y magnificado con el paso del tiempo su estatus de estrella.
Si Alaska no hubiera aparecido en la España gris de los setenta, los años siguientes habrían perdido color. Dicho así parece una exageración, pero prueben a borrarla de nuestra memoria y verán la diferencia. Olvido Gara es el hilo conductor de esta historia de pegamoides y dinaramas, el personaje y la persona que se funden en una sola, tremendamente humana, con sus dudas y su romanticismo, su imposible equilibrio en un entorno desquiciado y desquiciante, su voluntad de ser ella misma. La narración nos presenta numerosos actores secundarios, pero el papel principal no admitía competencia. Pobre Berlanga, que no lo entendió. Él no era nadie, ni lo era Nacho Canut, ni Ana Curra, que eran protagonistas de sus propias historias, pero no de la historia que fascinó a Umbral, aunque no comprendiera nada. No es de música de lo que hablamos.
Si fuera así, el Zurdo o Eduardo Benavente, meros satélites del planeta Alaska, tendrían mucho más protagonismo del que tiene esta mujer. Este es el relato de cómo el underground madrileño proyectó al espacio sideral a un trío de adolescentes de colegios bien que no estaban hechos para la música y que acabaron rivalizando – oh cielos – con Mecano, una versión modosita de ellos mismos. La crónica de los años que cimentaron su leyenda es la de unos críos que se comportaban como tales, presos de emociones incontroladas, de cotilleos y celos, de berrinches y desahogos. Se creían divinos y quizá lo eran. Cervera exprime esos años a pie de calle, y nos regala retratos de una fauna extinta hoy – veánse las Costus o Paloma Chamorro – o metamorfoseada e irreconocible – ahí Almodóvar y McNamara -. En su acta de los hechos hay tanta observación como cariño.
Texto por Juan J. Vicedo desde Libros para el camino. Lugar que tiene que ver con la música, y con lo que nos conmueve de la música.