Kristonfest 2025 en Bilbao regresó con todo su esplendor

EL UNIVERSO FULGURANTE DEL KRISTONFEST DE BILBAO, REGRESÓ CON TODO SU ABSORBENTE ESPLENDOR

El éxito vino de la mano de un cartel sumamente atractivo que aunó tres de las bandas más interesantes de la escena contemporánea:

STONED JESUS: los círculos concéntricos del nuevo amanecer de los riffs stoner.

MOTORPSYCHO: figuras totémicas del rock progresivo

COLOUR HAZE: solemnidad lisérgica e inyecciones de asombro escénico

LA SALA, LA AUDIENCIA

Caía una leve llovizna mientras escuchaba en mis auriculares “Lost in the rain”, incluido en el flamante nuevo disco de la banda ucraniana Stoned Jesus, “Songs to Sun”, que precisamente estrenaron la víspera del evento que me dispongo a cubrir; transito pararelo a la vías de un tren que no aparece, y que parece escondido entre los vapores neblinosos que el incipiente mal tiempo ha desatado: el tema de más de 7 minutos me parece idóneo… Pero en la lejanía se atisban los contornos del recinto que hará posible la edición 2025 del KRISTONFEST.

En las inmediaciones de la Sala Santana de Bilbao que pronto acogería el acto, el tono pintoresco de una multitud que ‘in crescendo’ comienza a congregarse, entona la sibilante cacofonía de unos diálogos entusiastas; una charla que de lejos me parece abstracta, pero que sin duda contagia la expectación de un público entrando en la tensión placentera que no pararía (también en el interior de la sala) de hablar el idioma propio de su idiosincrasia: cabecillas locales de la escena stoner, grupos comunales que comparten furgonetas, vaqueros urbanos que parecen escenificar una versión alternativa del desert rock, un personaje extranjero llegado de tierras lejanas revalidando su licenciatura ‘cum laude’ con un doble outfits Motorpsycho -incluye camiseta y sudadera- (me cuenta que está siguiendo las actuaciones de la banda por toda Europa), veteranos de mil conciertos que evitan el cliché de la pedantería, grupos de chicas que alumbran el asombroso experimento de su primer festival. Una congregación palpitante zigzageando en el interior de una sala abarrotada que en su entrada exhibe orgullosa un contundente y necesario rótulo: “Espacio libre de violencia de género”; agitándose al compás de la música de las bandas; devorando un sábado plagado de cordiales saludos, sonrisas hechizadas, gorgoteos febriles, reflejos de misterio cautivador y arremetidas de placer: una parábola de la vida roquera vanguardista.

Mientras comienzo a descifrar las claves de acto, recojo mi acreditación de manos de los organizadores. Y decido abordar la velada con un talante rabelesiano en sintonía con el espíritu fabuloso que comienzo a percibir…

En el interior, una enorme bola de discoteca brilla como cristales de humo emancipando su clímax en cientos de destellos refulgentes que parten desde su centro de difracción.

Al llegar a la mitad de la sala, el impecable equipo técnico asciende hasta la excelencia: se zambulle en el rigor de la última puesta a punto, y reaparece victorioso…

El público indaga, aquí y allá, los beneficios que aporta la organización; el buen ánimo está en boca de todo el mundo…

¡El KRISTONFEST 2O25 está a punto de comenzar!

STONED JESUS

La banda ucraniana se caracteriza por sus alambicadas brújulas compositivas, que innovan el rock stoner encriptándose en la fuerza psicológica de sus letras y en los espejos convulsos y arriesgados de sus definitorios riffs. Miembros de una nueva generación que deslumbró con sus primeros discos, y que con “Songs to Sun”, desafían el adocenamiento con una nueva antología de canciones brillantes. Uno de los temas mas logrados de su nuevo álbum se titula ” Shadowland”: atormentada lírica que describe un espectro hecho de sombras que se despliega por el territorio como unas aterradoras arenas movedizas; un tema arropado por un musculoso riff que martillea el horror cataclismico que padece su país tras la invasión rusa que lo asola; la sentida versión ofrecida en primicia en el festival bilbaino ocupó el tercer lugar de su ‘ set list’, puliendo la esfera formal de una composición que partiendo de lo nacional, alcanza el pandemonium universal. Precisamente, las preocupaciones humanas, en este caso por sus compatriotas, les impulsa a incluir una llamativa bandera que se posa ceremoniosa sobre el bombo de la batería, así como un bote benéfico con el que recolectan dinero para las víctimas, contiguo al punto de venta de sus camisetas.

“Black woods” fue un pasaje memorable del show: el solo de guitarra característico se sumergió en el poema sinfónico en su vertiente doom metal; con una letanía vocal posterior en búsqueda de genealogía de Ozzy Osbourne; Black Sabbath ampliados a una dimensión de telaraña de cristal cósmico.

Es justo antes de tocar el tema “Low” también de su nuevo álbum, que Igor Sydorenko, luciendo una sintomática camiseta de Opeth, despliega un ‘speech’ que acompaña con una gesticulación de malabarista con la que viene a decir que se desprende de sus gafas en previsión de las convulsiones de los riffs que están por venir, y con este tema cumplieron con creces lo prometido…

” Bright like the moorning ” es una pieza ilustre de su obra cumbre conceptual “Seven thunder roar” (2012), brilló como el esqueleto refulgente de un mago que manipula la luz diurna con un extraño sortilegio que solamente él conoce.

“I’ m the mountain” es una jugada maestra en el ajedrez discográfico de Stoned Jesus; los fans de la banda esperan su inclusión en sus conciertos. Y en esta ocasión no defraudaron…

“Here come the robots” es uno de los temas más furiosos, su adrenalítico ritmo fue como una fusión de globos aerostáticos impulsados en un remolino de espirales que pusieron un apoteósico final a su actuación.

Después de su espectáculo, una improvisada charla con Igor Sydorenko me confirma su carisma como auténtico cerebro gris de la banda.

MOTORPSYCHO

El show se inicia con “The transmutation of Cosmostopus”, un tema que evoca ‘black holes” espacio-temporales, invocando las arenas de las eras que abren las puertas del séptimo cielo del progresivo cósmico de Motorpsycho; en el escenario del KRISTONFEST brilló extenso como una lluvia de luces de hogueras ‘space opera’. Al finalizar la improvisación, el público adicto a la formación ruge frenético. Y una chica neófita que ha adquirido una flamante camiseta de Stoned Jesus , contagiada por la seducción de la atmósfera, le espeta a su compañero: “¡eh! …!¿ de qué planeta han salido estos !? … ¡ son fantásticos! El resto del publico asiste a una gloria incipiente…!dispuesto a bebérsela!

Profundamente salpicados de talento, la maquinaria fascinante de Motorpsycho prosige como un pintor que enseña sus cuadros más logrados a sabiendas de que son una metáfora casi sobrenatural del mejor progresivo del siglo XXI; el concierto aterriza en la cima de la caja de sorpresas con la que continuará: un repertorio camaleónico que muta en facetas inopinadamente frescas de sus temas clásicos con una precisión de universo cuántico . Suena una energética versión de” Sinful, Wind- borne”, que enlaza con el estatus canónico de su celebrada ” Mountain”: su mesmerizante pasaje instrumental central, parece pautado por el péndulo ensoñador de unos extraterrestres versados en el arte de la hipnosis; una antología de la improvisación, magnética y subyugante que ilustra la metempsicosis de un repertorio atemporal.

Como dije en mi reseña sobre el nuevo disco del duo: las voces entran conjugando una prosa poética sonora que va de lo inquietante a lo sublime; un talante que hilvana sus instrumentos en la peculiar “Isla de la brujería” de unos estilemas que les hace únicos. El tándem que destiló un talento explícito, convirtió a Bent Sæter y a Hans Magnus Ryan, en un artefacto vocal que transita momentos de melancolía, eufória abrupta, holgados pasajes de aerodinámico rock psicodélico y todas las puertas de la percepción de su inequívoco progresivo, con la llegada de “Stanley (tonight is the night)”: uno de los temas estrella de su nuevo disco “S/t” de 2025.

Pero el gran colofón llega con la ardiente y reluciente versión del clásico ” Rock Botton” de la banda U.F.O., que fue grabado en un 7 ‘ junto con el memorable “Silver dollar forget” de Nazareth. Tema recalcado en las actuaciones de Motorpsycho, que siempre provoca un sortilegio abrumador ante su público, y en su paso por el KRISTONFEST, aumentó categóricamente las visiones exquisitas de un concierto magistral.

COLOUR HAZE

Explosiones de sonidos visuales como bombillas parpadeantes que desprenden luces de extrañas lunas estroboscópicas en un concierto extraordinario que combinó fantásticas cúpulas hipnóticas con los colores intensos del mejor heavy psych contemporáneo. Stefan Koglek acribilló a la audiencia con la bioluminiscencia estilística versátil que desprendía la digitalización de su guitarra: texturas, vibraciones, armónicas ondulaciones, castillos cósmicos habitados por extensas jam sessions al servicio del espléndido entramado de unas improvisaciones sinestésicas, giros hard rock en un cerebro de grueso cristal stoner; un hierofante capaz de inocular respiraciones extrasensoriales. Un tipo que sonriendo con una expresión amable en el semblante, me comenta el hecho relevante de estar en el cartel, después de celebrar el 30 aniversario de la fundación de su banda el pasado año, su estatura considerable, al ritmo de su buen estado de ánimo, emerge eufórica, satisfecha de participar de nuevo en un festival que ya visitó junto con su banda en los albores del mismo, en su tercera edición celebrada en 2014, precisamente en un line-up en el cual también figura otro de los grandes alicientes de esta nueva edición 2O25: Motorpsycho. El encuentro con él se produce al comienzo del festival, justo después de la actuación de la primera banda: un diálogo improvisado durante el cual pactamos una próxima entrevista.

Manfred Merwald, el baterista oficial de la banda desde 1998 es otro de los responsables de la afortunada función. Burbujas atornasoladas y geometrías luminosas en su interpretación: extraños seres irugami iluminados eléctricamente por una percusión posesa y golpeteos parpadeantes de luz rítmica; virtuosismo que activa un aderezo técnico preciso a la extraordinaria actuación.

En mi segunda cobertura consecutiva del festival bilbaíno, el logro artístico y organizativo que observo me parece contundente. Una inevitabilidad histórica que durante los 14 años de su andadura, destila el asombroso poder de convocatoria de una escena compacta, hacia un acontecimiento que acerca a la península ibérica los mejores sonidos doom, stoner, psicodélicos y progresivos contemporáneos… ¡en 2026 regresaré!

Fotos Manuel Cova Tenard.

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