La sala madrileña Fun House sirvió anoche para demostrar por qué las guitarras son el corazón que bombea más sangre en el rock and roll y el blues.
Los teloneros fueron Albert Solo, de origen barcelonés y afincado en Madrid, acompañado por Marc Hernández (bajo), cada día más parecido a Rick Danko, y Javier Planelles (batería), un power trío que salió con fuerza incontenible a ganar el entusiasmo del público que abarrotaba la sala. Lo consiguieron de inmediato.

Un sonido muy rockero, tirando a hard rock en buena parte de la media hora de actuación, y también sudado, tal vez por la entrega absoluta o por los pañuelos al cuello que llevaban Javier y el virtuoso guitarrista. No dieron tregua y fueron soltando tema tras tema, con buena voz y groove envolvente. Este año han publicado su sencillo “Sígueme”, bajo el nombre Albert Solo & The Firebirdblues.
“Yonqui absoluto de la música y del sonido vintage”.
La elección de los teloneros fue sencillamente perfecta, porque dejó el tono ideal para lo que vino después.

La web oficial de Paul Val enmarca su música bajo el título de “Texas Blues Rock´n soul” y es una buena definición para acercarse a su figura, si bien la ardiente pasión de su puesta en escena supera cualquier límite conceptual. En otras palabras, para oírlo lo mejor es verlo.
El responsable de la gira, una especie de Hulk (La Masa) que parece un armario de los grandes, abre el espectáculo contando una historia sobre los problemas que ha tenido con las fuerzas del orden y alguna revisión rectal inesperada, en plan broma total, y anima el cotarro con más conchas que un galápago. Recordaba en cierta forma al manager que aparece en el documental Mad Dogs and Englishmen.

Irrumpe inmediatamente Paul Val, con el torso desnudo y tatuajes hasta debajo de las uñas, mirada perdida, entre mística y extasiada, melena de Cristo predicando por Austin, botas con un alza de vértigo, cabeza de serpiente en su sombrero texano y un anillo que pesaba cuarto de kilo en el dedo corazón de la mano izquierda, algo que resulta incomprensible al escuchar el viento correr entre sus vertiginosos dedos.
Tarda un plis plas en arrimarse al borde del escenario y subir la temperatura, arriesgándose casi a caer en un equilibrio precario por sus contorsiones al ritmo de la guitarra. El primer solo que ejecuta deja claro que la voz dominante de la noche será su Fender, aunque la garganta demuestra un poderío que no se corresponde con su delgadez, sobre todo cuando canta en falsete con potencia sureña.
Acompañan al texano con vocación mexicana el bajo Víctor Vallejo, que también hace coros, y el salvaje batería Rich Baur, apodado por Paul Val como “basura blanca”, puro ritmo inquieto que se levanta del instrumento varias veces para golpear los platillos desde el centro del escenario.
Baja a la pista con su guitarra y monta un sarao participativo que encandila a la peña. Elimina el volumen para que todo el mundo escuche la débil y prístina guitarra, que arrastra hacia tiempos lejanos del comienzo de estas músicas. Brutales versiones de Bad Boy, Ain´t Got a Worry y, sobre todo, Bad Habits, con la concurrencia ya enloquecida y gritando a pleno pulmón el estribillo. Es música que da vida, que entra por los poros de la piel, que arrastra.

Ponferrada, Pontevedra, Gijón, Oviedo, Santander son sus próximas citas, aunque cabe apuntar que el músico proclamó varias veces que el año que viene regresará a nuestro país y para entonces ya dominará a la perfección el castellano que chapurreó con gracejo durante la velada.
Noche grande para los amantes de las seis cuerdas gracias a una percusión perfecta al servicio de prestidigitadores como Paul Val y Albert Solo.
Fotos y Video – Ana Hortelano