El Boss recorre miles de millas para llegar hasta sí mismo en un film que pierde el rumbo excluyendo el talante social de Nebraska.
Scott Cooper ha llevado al cine el libro escrito por Warren Zanes, Deliver Me from Nowhere: The Making of Bruce Springsteen’s Nebraska (1982). Zanes destacó como guitarrista del grupo de pub roots rock The Del Fuegos, que fundó junto con su hermano Dan en el Boston de la década de los 80 del siglo pasado. Zanes posee además una carrera en solitario que incide en su faceta de cantautor pop rock, con títulos destacables como Memory Girl (2003) y I Want to Move Out into the Daylight! (2011). Anteriormente, en 2015, este autor publicó una biografía sobre Tom Petty.
Estamos ante un biopic atípico, que antes de comprimir en unas cuantas horas los millones de sesenta minutos de una vida prolongada, se centra en un episodio concreto de la misma que reviste especial importancia. En cualquier caso, podría desencadenar un nuevo género que acercase la tendencia slice of life del siglo XXI al biopic, en connivencia con el que el año pasado pudimos ver sobre la electrificación musical de Bob Dylan, A Complete Unknown.
Un film que se enriquece con las constantes visitas del propio Springsteen al set de rodaje —que incluye exteriores en las ciudades de Nueva York, Nueva Jersey y Los Ángeles—, asesorando, apoyando y felicitando a su alter ego cinematográfico, Jeremy Allen White, con el cual ha establecido una peculiar sinergia. Jeremy no había intentado tocar la guitarra hasta que entró en contacto con el especialista Eric Vetro, el mismo que instruyó a Timothée Chalamet en la preparación de su reciente rol de Bob Dylan. Jon Landau, como mánager y productor de Springsteen, también aporta detalles sustanciosos. Pero la verosimilitud del film se acrecienta con la incorporación del ingeniero de sonido de Springsteen en los años 70, Jimmy Iovine, quien se interpreta a sí mismo.
El disco Nebraska: un lore sembrado de historias
El disco Nebraska es un lore sembrado de historias que establecen hipervínculos existenciales: un universo de narraciones que parten bamboleándose desde las neuronas de un Springsteen en caída libre hacia el pozo oscuro de la depresión, buscando el exilio catártico de una poesía que, bajo la influencia de Flannery O’Connor, se reviste de un talante sombrío.
Historias que se ramifican en la inspiración de otros: Sean Penn se inspirará en el tema Highway Patrolman para rodar un film homónimo. Historias que remiten al flujo incendiario de veteranos del Vietnam que enterraron el 4 de julio en una fosa común (Ron Kovic inspirará un tema como Born in the U.S.A., que, a pesar de haber sido escrito durante el proceso creativo de Nebraska, se editará en su disco homónimo de 1984). Crónicas que son cantos a los blue collar (héroes obreros): personajes al límite que viven situaciones de explotación laboral extrema, víctimas de la desindustrialización, la caída del Rust Belt (el cinturón del óxido), el recorte de puestos de trabajo y el despido libre.
Biografías en yuxtaposición que hablan de jueces draconianos antagónicos como John Brown, quien se enfrenta al que se niega a ser un John Doe (Juan Nadie) convirtiéndose en atracador para poder subsistir tras quedarse en paro, siendo condenado a sufrir 99 años de prisión por ello (Johnny 99). Personas que pierden su empleo y se ven abocadas a la transgresión ya habían sido relatadas en sus trabajos anteriores, pero nunca con la fuerza lírica de Nebraska: forajidos outlaws que, en temas inmortales como Atlantic City, confiesan a su novia que están decididos a participar en trabajos sucios con la mafia para huir de la precariedad.
Un disco que puede interpretarse como el antídoto artístico que se vierte contra los abusos capitalistas del mandato de Ronald Reagan, que mermaron considerablemente los derechos sociales durante una época incierta que le fue coetánea.
Charles Starkweather y la semilla de Nebraska
Charles Starkweather es el serial killer real a quien Bruce Springsteen “interpreta”, narrando en primera persona su periplo criminal que inicia en la ciudad de Lincoln, Nebraska (que dará título a la canción homónima y, por extensión, al disco que la contiene) hasta llegar a las tierras baldías de Wyoming… ¡matando todo a su paso!
Springsteen descubre al personaje durante un fortuito visionado de la película Badlands, de Terrence Malick, que en 1973 ofreció una versión fílmica de sus andanzas en compañía de su novia: una revisión psicópata de Bonnie and Clyde que fascina y obsesiona al músico durante la gestación del disco.
La alquimia técnica y emocional
La obra se crea con una conjunción de factores que van de lo aleatorio a la más pura y encantada taumaturgia:
Una habitación de Colt Neck, perdida en un entorno bucólico de Nueva Jersey; con paredes que reflejan recuerdos amargos como gritos de pensamientos zombis. Una grabadora Teac 144 Tascam portaestudio de 4 pistas. La milagrosa reverberación Echoplex con la cual pretende invocar el eco de las primeras grabaciones de Elvis. Dos micrófonos Shure SM57. Y una grabadora Panasonic deteriorada por el agua, que sirve para mezclar 14 piezas.

Su sonido reproduce las canciones en un tiempo alterado que podría considerarse espectral; proveniente de un limbo misterioso que fascina a Springsteen. Se diría que esa extraña e irrepetible fantasmagoría temporal ha iluminado la imaginación del músico con las chispas eléctricas de la medianoche maníaca en la cual fue ejecutado Starkweather; con los fogonazos de la recortada 410 que el actor Martin Sheen dirige a su antagonista en celuloide, Warren Oates, que cae fulminado ante los ojos exaltados de su hija adolescente, Sissy Spacek, en la traslación al cine de la sórdida leyenda de Starkweather; con los faros de los coches que se enfrentan a las noches eternas; con el fulgor resplandeciente del maquillaje de una novia esporádica de playa que sobrevuela la noche de Atlantic City.
Carreteras nocturnas que se extienden como venas inflamadas por el pánico de la enfermedad mental hereditaria que sobrecoge al músico… ¡Depresión!
Influencias y estética
No puede decirse que Nebraska sea un disco experimental, pero sí que está imbuido por Suicide, el dúo formado por Alan Vega y Martin Rev: el perturbador synth-punk minimalista avant-garde de su homónimo disco de 1977 es la perfecta introducción —no estilística— a la atmosférica sordidez del realismo gótico de la escritura de Flannery O’Connor, que por esa época descubre Springsteen.
Exenta esta de su matiz católico, pero en sintonía con los estilemas de Poe y Hawthorne, la combinación de influencias alcanza el paroxismo con los elogios que Springsteen profiere a su tema Frankie Teardrop: con su descripción de un veinteañero que sufre explotación laboral y su trágico desenlace, envuelve la mente de Springsteen, doblándola como una hierba loca que se deja seducir por lo ominoso.
La maqueta original —tras un laborioso proceso— es una versión acústica, áspera, nihilista y desesperada de un folk de cantautor que desnuda su habitual Heartland Rock. Ese “Rock de corazón” que se inspira en el trasfondo social del cinturón industrial del Medio Oeste, teniendo a Springsteen como su mayor exponente: una suerte de Charles Dickens que traslada la opresión de la Inglaterra de la Revolución Industrial a la Norteamérica de Reagan.
Un artista que sabe adaptar la agonía del disco de Suicide a los hirientes sollozos y gritos desesperados de sus temas, enlazándolos con el folk más reivindicativo de los años 60 del siglo XX.
Es una deriva poética y magistral
Es una deriva poética, densa, sombría, ansiosa y magistral, propia de un artista que, con la única compañía de Mike Batlan, técnico de guitarra, destila una obra sin parangón, que puede conectar con su álbum The Ghost of Tom Joad, publicado en la década de los 90; con la proyección astral de la gran novela norteamericana Las uvas de la ira, de John Steinbeck como premisa.
Examinándola, es una obra que alcanza un tenebrismo invernal. Pero este se ve mitigado por los impulsos rock, pop y soul del artista; una energía que sobresale simultáneamente con las composiciones de temas como Pink Cadillac, Downbound Train, I’m on Fire, que Springsteen descartará de esta obra por considerarlas himnos eléctricos que plasmará en grabación con la formación integral de la E Street Band.

Y, por supuesto, Born in the U.S.A., un himno existencial que marcó a la generación coetánea al infame presidente Reagan, que este tomó como un cántico patriótico. Pero en realidad narra los estragos que aún sufría la generación inmediatamente anterior: la de la guerra de Vietnam; de hecho, este Vietnam fue el título elegido por Springsteen para la composición que lo convirtió en el “blockbuster” lleno de estadios que actualmente es. Pero entonces llegó Paul Schrader…
De Taxi Driver a Born in the U.S.A.
Paul Schrader había escrito el guion de una película que iba a narrar la vida tortuosa de dos hermanos rockeros, y si Springsteen aceptaba el papel que para él había escrito, compartiría coprotagonismo con Robert De Niro.
Su manager, Jon Landau, le hizo llegar ese guion. Springsteen prometió leerlo. No lo hizo. Aunque tomó prestado su título, que no era otro que Born in the U.S.A., lo sustituyó en su tema homónimo por el que había previsto anteriormente: Vietnam.
Springsteen desaprovechó la oportunidad de trabajar con los principales artífices de una película que acabó ganando la Palma de Oro del Festival de Cannes: Taxi Driver.
En 1984 se publica el álbum que lleva por título el mismo del guion de Schrader. Este disco fue un éxito internacional.
En 1987 se estrena finalmente la película que adapta el guion, que dejó de llamarse Born in the U.S.A. para denominarse Light of the Day. Esta se llama igual que un tema compuesto por Springsteen que figura en el soundtrack del film. En su estreno no cumplió con las expectativas de su autor. La inicial pareja de hermanos rockeros cambió de sexo con uno de sus miembros; estos fueron interpretados por Michael J. Fox… ¡y Joan Jett!
Este apartado podría parecer ocioso, pero está inserto en la trama del film que a continuación paso a reseñar. Sin embargo, este no ofrece la explicación que he dado, necesaria para entender esa participación.
La película
Consideración general
La película se esfuerza en narrar con esmerada minuciosidad la compleja creación del álbum Nebraska: sus entresijos técnicos y su dura pugna por existir en el seno de una discográfica que no sabe valorarlo. Pero no profundiza en las motivaciones ni en el contexto en el cual nació: se liman los aspectos subversivos, transgresivos y vivenciales de la óptica social de su autor. Los ambientes obreros que fluyen con libre albedrío en el disco se limitan a una resignada aceptación por parte de la mujer que sale con el músico durante la temporada narrada; su precariedad laboral (trabaja como camarera en un tugurio) y su condición de madre soltera en apuros se difuminan en un torpe entramado romántico que se da de patadas con los postulados del disco. Un film que se centra en un disco del cual no extrae su esencia es, forzosamente, superficial.
1. Las influencias de Springsteen
El Robert Mitchum de La noche del cazador es un leitmotiv presente en la carrera de nuestro autor, que queda patente en temas como Thunder Road. Pero esto no se comunica con rigor en el film. Lo mismo ocurre con los anteriormente citados influjos provenientes de Flannery O’Connor, Suicide o Charles Starkweather: no están respaldados por soluciones originales ni tan siquiera por recursos hábiles. Salvo, probablemente, en el caso de Starkweather, estas se les escaparán al neófito, ya que no existe en el film un nexo, ni visual ni narrativo, que las explique rotundamente.

2. La gira del número 1
Estamos en 1981 y Springsteen ha finalizado la gira promocional de un disco que ha alcanzado el número 1, The River; esta culminó en Cincinnati y fue un rotundo éxito. Estaba previsto que Springsteen y la banda de la calle E (los chicos, como a él le gusta llamarlos) grabaran su próximo álbum en febrero de 1982; Columbia quería explotar el filón con éxitos radiables que escalaran hasta el primer puesto de los charts. Pero estos presupuestos resultarán diametralmente opuestos a los de Bruce Springsteen.
Este es el escenario en el cual se presenta Jeremy Allen White: un Bruce Springsteen de 32 años con un look de estrella de rock que golpea ausentemente en el glamour de su primer plano en la portada de The River; estibador portuario que navega por inmensas autopistas gritándole a La ley del silencio de Elia Kazan. Sus outfits no son ostentosos: sempiternas camisas de franela, chaquetas de cuero sobre T-shirts descoloridas. Un Camaro Z28 flamante y rugiente es el único síntoma de la prosperidad económica que está experimentando.
3. La obra “maldita”
Ha alquilado una casa que habita en compañía de sus fantasmas. El recurso formal para introducir estas presencias perturbadoras viene dado por flashbacks en blanco y negro, que, como sombras chinescas, trepan por las paredes blancas de la casa como manchas mohosas en movimiento de un cerebro torturado. Estas se articulan con movilidad grotesca, atenazando la mente de Springsteen. Los flashbacks se yuxtaponen al celuloide de The Night of the Hunter de Charles Laughton. El visionado de este film en plena infancia resulta seminal para el artista, aunque los motivos no se explican. Ambos procedimientos denotan una relativa pericia que enriquece el relato de uno de los grandes pilares del disco, que da unidad a la película.
4. Verosimilitud
Uno de los méritos del film es que resulta fidedigno; es decir, huye de la acomodaticia ucronía que distorsiona la realidad histórica para tapar torpezas narrativas sin imaginación. En este sentido, las anécdotas sobre la niñez del músico que recogen los intermitentes flashbacks en blanco y negro son absolutamente verídicas. Contienen la fuerza dramática y emocional necesaria para que la narrativa sobre los traumas infantiles que orbitan sobre Nebraska avance: miedo y ganas de huir lejos de un hogar conflictivo; ira y determinación; empatía con su madre e impulsiva protección. Con todo, la cinta sintetiza las numerosas incursiones amorosas que en esos momentos vivía el artista en el personaje de Faye Romano (Odessa Young), hermana de un antiguo compañero de instituto; estas guardan rasgos identificables con personajes, pero caen en el penoso reduccionismo.
5. Escenarios geográficos
Locales míticos para la escena de Asbury Park, como el Stone Pony (el CBGB de Nueva Jersey), tienen una fuerte presencia. Allí, cada domingo por la noche, Springsteen se subía al escenario para improvisar junto con la banda de Bobby Bandiera, Cats on Smooth.
El Riverfront Coliseum de Cincinnati, lugar donde concluye la gira de The River, aparece convenientemente en los primeros minutos de la cinta; en su escenario, el actor protagonista ofrece una correcta reinterpretación de Born to Run, mientras otros actores que parecen sosias de los miembros originales de la E Street Band refuerzan la secuencia… ¡Potente!
Otros escenarios recrean bares, drugstores y locales vintage que parecen pinturas de Hopper. Las calles de Nueva Jersey y del Chinatown de Los Ángeles capturan el ambiente de los albores de los años ochenta, más en la primera ubicación que en la segunda.
Otro emblemático escenario muestran a Springsteen uniéndose a una banda “local” en el Stone Pony en Asbury Park, Nueva Jersey, presentando un cartel de estrellas compuesto para la película por el productor musical de la película, Dave Cobb. La banda está dirigida por Jay Buchanan de Rival Sons yGreta Van Flota donde están Jake Kiszka a la guitarra, Sam F. Kiszka al bajo, el teclista Bobby Emmett de la banda de Jack White y el batería de Nashville Aksel Coe.
6. Personajes
- Jeremy Strong es John Landau: su manager, amigo y confidente; las claves del inesperado comportamiento de Springsteen serán vaticinadas por su personaje. Una de las mejores actuaciones del film.
- Paul Walter Hauser interpreta a su asistente de guitarra, Mike Batlan: actuación sobresaliente que matiza con brío su coincidencia física con el original.
- Faye Romano es Odessa Young. Y el interludio romántico de la función: una novia para pasear por Atlantic City en contraste con la imaginada por el artista en la homónima, intentando que las arenas sucias de una playa contaminada se conviertan en oro.
- Adela Ann es la madre de Springsteen, Gaby Hoffman, y Stephen Graham es su padre, Douglas.
- Al Teller es David Krumholtz, vicepresidente de Columbia, que editó Nebraska.
- Steve Van Zandt es Johnny Canizzaro, con un parecido abrumador con Little Seven.
- Max Weinberg, baterista de la E Street Band, está interpretado por Brian Chase.
Los proverbiales parecidos de los actores escogidos para interpretar a los miembros de la E Street Band harán que muchos espectadores deseen que estos hubieran tenido diálogos y mayor presencia en la trama. Sin embargo, se deduce que desviarían la envergadura del relato.
7. Banda sonora
El soundtrack del film acumula aciertos con la inclusión de temas ajenos que estimularon (y consolaron) a Springsteen mientras creaba su obra maestra. Un gran ejemplo es Frankie Teardrop, tema ideal para reflejar las supuestas tendencias suicidas que tentaron al músico; cuando la desesperación miraba fijamente a un músico en estado crítico.
Esta historia terrible que narra el asesinato de un bebé por parte de un padre que acaba disparándose a sí mismo se escucha como fondo sonoro atronador en la totalidad de una secuencia desquiciada, en la cual el protagonista recorre una carretera a toda velocidad con la esperanza de encontrar un obstáculo contra el cual estrellarse.
Epílogo – Depresión
“Mi depresión se extiende como un derrame de petróleo negro sobre el inmenso golfo turquesa de mi existencia cuidadosamente planificada. Su lodo negro amenaza con alcanzar cualquier parte viva de mí.”
“La enfermedad mental se transmitía por toda mi familia. Tuve tíos muy enfermos. Tuve primos que heredaron su enfermedad. Y simplemente me acostumbré.”
Estas declaraciones, proferidas el pasado 21 de octubre durante una aparición en su show de la BBC acompañado por Jeremy Allen White, pueden agrandar la comprensión de un film que finaliza con la detallada pero lacónica escena lacrimógena de Jeremy derrumbándose ante un desconocido psiquiatra; la escena no es explícita y parece un reclamo oportunista para aspirar a un Óscar para su protagonista.
La frase final, atribuida a Flannery O’Connor —que no mencionaré para evitar spoilers— tampoco hilvana el contenido del film con su título. Esto contribuye a la decepción general que me transmite el film, aunque en ocasiones puede parecer interesante. No me interesa la filmografía del señor Mills, y esta nueva obra no hace nada por remediarlo.