Una Mirada, una voz y una crónica: Natalie Imbruglia en Barcelona

Desde hace unas semanas, los preciosos ojos de Natalie Imbruglia me contemplaban desde un cartel en una calle cualquiera de Barcelona. El mensaje estaba claro: actuaba en la Sala Razzmatazz el 25 de febrero de 2017 y la nostalgia de su música constituía un sólido argumento para ir a verla y recordar unos años en los que su nombre era sinónimo de éxito. A finales de los noventa, aquella chica menuda nacida en Sydney reinó en el planeta con “Torn” (1997), una versión de un tema de Ednaswap, una banda californiana de vida efímera y donde militó Rusty Anderson, que lleva desde el 2001 recorriendo los escenarios del mundo entero con Paul McCartney. Tras ese éxito, la trayectoria discográfica de Imbruglia fue frenando poco a poco. De hecho, la popularidad que la trajo a la música en parte procedía de su faceta como actriz, ya que había triunfado en Australia con un papel en la serie “Neighbours”. Probablemente de esa experiencia ante las cámaras venga la soltura que mostró la pasada noche entregada a un público que disfrutó de lo lindo con su recital. Segura. Comunicativa. Radiante. Un hada procedente de otras tierras.   

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            Resulta indiscutible que su mirada continúa tan hermosa como su voz, que cumplió con creces la misión de revisar lo mejor de su obra aunque deteniéndose especialmente en “Male” (2015), su último disco hasta la fecha, un interesante álbum de versiones. Con ese pretexto se adentró en cancioneros de grupos, en un principio, bastante alejados de su sonido pero que la australiana ha sabido atraer inteligentemente a su terreno. Hay que reconocerle valentía a esta artista –vestido negro, sumamente elegante y un pequeño abrigo a modo de capa-, por atreverse con “Instant Crush” de Daft Punk o una estupenda relectura de “The Waiting”, uno de los clásicos de Tom Petty & The Heartbreakers. Seguramente este corte le fuera mejor a Lucinda Williams que a ella, pero el verdadero valor estriba en arriesgarse a explorar universos musicales tan ajenos como apasionantes y que gustaron al respetable.

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            También tuvo a su lado a una excelente banda de acompañamiento que no se prodigó demasiado en solos y florituras, ya que estaban únicamente al servicio de la vocalista. En ese terreno sí creo que hubo espacio para desarrollar más ideas y mostrar cada pieza en una nueva dimensión, ésa que marca la diferencia entre el directo y las grabaciones de estudio. Pese a este reproche, estuvieron todos sencillamente perfectos, desde la batería de Paul Mason pasando por los esenciales teclados de Ryan Alex Farmery o el maravilloso trabajo de  Henrik Irgens al bajo.

Natalie Imbruglia en Barcelona 2017

            En pocas palabras, no fue un recital explosivo ni especialmente enérgico, pero sí la clara demostración de que su Pop amable y sencillo, de seductores estribillos y rico en medios tiempos, atesora una calidad que debería recordarse más a menudo. Junto al gran éxito con el que encabezaba esta reseña, brillaron otras joyas como las arrebatadoras “Shiver”, “Wishing I Was There” o “Big Mistake”. Traduciendo el título de este último tema sería un grave error pensar que Natalie no posee, en estos tiempos tan complicados, el talento suficiente para regresar al éxito masivo en cualquier momento. No subestimemos a una mujer cuyos ojos de color lapislázuli son capaces de invitar a un servidor a escribir esta crónica.

Fotos por Desi Estévez y texto por Federico Navarro.

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