Birth, School, METALLICA, Death (Madrid, 5 de Febrero y Barcelona, 7 de Febrero)

37 años han pasado ya desde su formación y 31 de la primera visita del coloso del metal a nuestro país. Mucha vida desde el nacimiento de la banda de Hetfield y Ulrich. Metallica es una banda que desde el olimpo de los dioses del metal, nunca le ha perdido la cara a su compromiso con el público y a sus ideales, abanderados del anti belicismo.

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Es tan fácil como que la historia de la música moderna no se concibe sin ellos. Son padrinos musicales de innumerables bandas que les han abrazado como referencia absoluta y otras, de diferente género, que también han aprendido de ellos y los veneran.

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Como cada gira, la banda se supera con el paso del tiempo en su puesta en escena. En este tour de presentación de su último disco, “Hardwired…To Self-Destruct”, la música es mayor protagonista. Nos presentan, de nuevo, un show dispuesto en un escenario central que permite una vista de 360º en cualquiera de las arenas por las que están girando. Los cuatro jinetes negros se mueven alrededor de micros colocados en todas las aristas del cuadrilátero, puestos que van turnando con maestría, mientras que la batería gira cada 4 o 5 temas, para que nadie se pierda un solo detalle.

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Pocas formaciones a nivel mundial serían capaces de realizar este espectáculo que es una mezcla de coreográfica y modernidad en la que los músicos, más allá del virtuosismo de sus interpretaciones, tienen que estar atentos a un escenario cambiante que, en ocasiones, escupe fuego, lanza cohetes, eleva tambores gigantes o abre compuertas para la salida de drones iluminados, perfectamente orquestados en su danza aérea.

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Con todo y eso, es un show mucho más sobrio que el de anteriores giras en las que se montaban y desmontaban esculturas en 3D que eran derribadas y reconstruidas según el devenir de los temas. Por eso decimos que están mucho más centrados en la música que en el espectáculo. Aunque no se quedan cortos tampoco, con esos cubos/pantalla que cuelgan del techo y muestran distintas composiciones multimedia cambiando de altura a conveniencia del corte que interpretan Hetfield, Ulrich, Hammett y Trujillo.

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El esqueleto relativo al cancionero es casi todas las noches el mismo, cambiando 4 o 5 temas. Esta crónica refiere a su paso por Madrid en la noche del 5 de Febrero y a su descarga en el barcelonés Palau Sant Jordi, el pasado jueves 7. Podemos afirmar que esa noche de Madrid, que era su segunda en la capital, superó con creces a la primera del 3 de Febrero, en cuanto a sonido, setlist y puesta en escena. Y es, sin duda, el mejor de sus cuatro conciertos en la península. Pero es normal de todo punto. Si tocas dos noches en la misma ciudad, en la segunda todo el sonido está perfectamente ajustado y ecualizado y eso favorece también la comodidad de la banda para las interpretaciones y escenificación. Hasta ahí todo normal. Pero es que además los cambios para esa segunda noche madrileña en la lista de temas son acertados y conforman una de las mejores listas de la gira. Hasta 5 variaciones introducen con respecto a su primera noche en el Wizink Center: “Fade To Black”, “Harvester Of Sorrow”, “Creeping Death”, “Blackened” y esa maravillosa versión de los Misfits que supone “Last Caress”. Ahí es nada, ¿eh?

De la segunda noche madrileña echamos  de menos el “Welcome Home (Sanitarium)”, tema que sí recuperaron en el Palau Sant Jordi y “Fuel”, que cambiaron en Barcelona por un esplendido “The Memory Remains”.

El concierto de Metallica empieza como preludio, ya histórico, cada noche con el tema de Ennio Morricone, “The Ectasy Of Gold”, para la banda sonora de “El bueno, el feo y el malo”. Luego vienen del tirón los trallazos de su nueva loncha, “Hardwired” y “Atlas, Rise!”, y casi sin avisar se meten en una versión descomunal de “Seek & Destroy” a la que sigue “Through The Never”. De su trabajo más reciente, además de las mencionadas, no suelen perdonar “Halo On Fire”, “Confusion”, “Moth Into Flame”, “Spit Out The Bone” y una brutal “Now That We’re Dead”, en la que cada miembro se marca al unísono un solo de percusión sobre tambores gigantes que emergen del suelo y, cómo no, orquestados por un hiperactivo Lars Ulrich.

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Los temas del Hardwire… se hacen un poco espesos por momentos, a veces debido a la duración de los mismos, a los que dotan de minutajes similares a los de los clásicos del heavy y, sinceramente, en los tiempos que corren parecen extensos y a veces paran el ritmo del show. “One”, “Master Of Puppets” y “Fade To Black” van con esas duraciones y son gloriosos, pero los temas más modernos parece que se ajustarían mejor a duraciones similares a las de álbumes como “Load” o “Reload”.

Hablemos del alma rítmica de Metallica a las cuerdas del bajo que supone el señor Robert Trujillo, componente heredado de Suicidal Tendencies tras la marcha de Jason Newsted. Él solo es medio show de los de San Francisco cada noche. Es una especia de presencia animal sobre el escenario, una fuerza de la naturaleza que homenajea al gran Cliff Burton con orgullo sobre las tablas. El comienzo que hace Robert del “For Whom The Bell Tolls” en cada set y esos andares en cuclillas mientras aporrea sus cuatro cuerdas buscando el cruce con Kirk Hammett es simplemente una delicia. Roberto, como le llama James Hetfield, es además el encargado de dirigir cada noche española una versión diferente de alguna banda o artista local. En estas noches de Barcelona y Madrid las cover se las llevaron, Barón Rojo en Madrid, y aunque parezca mentira, Peret, en Barcelona. Quién me iba a decir a mi que iba a ver a Metallica interpretando el clásico popular del genio de la rumba, “El Muerto Vivo”, que tantas veces ha estado de parranda con Lolita, sin ir más lejos.

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Los shows terminan siempre con una de las mejores baladas escritas, “Nothing Else Matters” y con el himno de su mejor álbum, ese bestial “Enter Sandman” entre fuegos artificiales y llamaradas, poniendo así  el colofón a un espectáculo que bien podría alargarse toda la noche.

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Metallica son algo más que una banda. Superada la cuarentena, no hay otra formación, de metal o no, además de Pearl Jam,  que haya marcado tantos momentos de mi vida, cada periodo, con unas melodías diferentes. Metallica me ha enseñado respeto por la vida, por la gente que me rodea, a luchar por lo que considero justo, a oponerme a cualquier tipo de violencia y, sobre todo, a querer y vivir mi vida con toda la intensidad de la que sea capaz, bebiendo cada segundo con intensidad como si fuera el último. Siempre han estado ahí cuando he necesitado recurrir a ellos. Ese amigo que ves cada 2 años y siempre es como si os hubierais tomado la última birra juntos ayer mismo. En resumen, sería fácil resumir la vida con la frase que reza la camiseta que llevo en cada uno de sus shows porque no hay mucho más: “Birth, School, METALLICA, Death”. ¡Salud!

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