Blitzen Trapper. Cinco diablos inclasificables, una banda única

El pasado martes 1 de Mayo, fuimos a la Sala El Sol a ver y escuchar de cerca a los Blitzen Trapper: los incombustibles, los generosos, aquellos que no dan un concierto, te regalan 3 en uno, te conectan con la música de calidad, de raíces, de experimentación y juego. ¿Qué mejor modo de celebrar el día del trabajo que contemplar a esta banda de currantes de Portland?

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Podría comenzar esta crónica diciendo: éranse una vez cinco diablos generosos, disfrazados de chicos relámpago de las Rocosas. Sin embargo, no sé si con eso estaría a la altura de lo que representa ver en directo a esta banda internacional de tanto nivel en nuestro país. Todavía estoy rememorando la actuación del martes.

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La banda está compuesta por Eric Earley, alma, voz, guitarra eléctrica, acústica y armónica; Erik Menteer o el chico de “Solo en casa”, por armarla con su guitarra eléctrica y teclados; Brian Adrian Koch, uno de los baterías más rítmicos y acompasados, y, no obstante, con menos aspavientos que he visto en directo (también coros y melódica); Michael Van Pelt, bajista certero de gorra calada; y Marty Marquis, teclados vanguardistas, compañero en acústica y coros.

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Es curioso que cuando uno lee lo que de ellos se escribe y se comparte en diversas publicaciones por críticos e incluso aficionados, sea una constante la referencia a músicos del siglo XX de renombre que no pienso mencionar…; entre otras cosas, porque después del concierto del martes, os voy a dar una alegría: NO HACE FALTA. Me explico: en general, se cataloga (qué antipática palabra) a este pedazo de banda de Portland, como una banda de country alternativo. Error. O como un grupo de americana. Error. O hasta los más atrevidos lo hacen como una
banda de indie-folk-art-rock-experimental-folk-con-un-gusto-country…repetid conmigo: Error. En las siguientes líneas pretendo demostrarlo por el recorrido alterno de temas tan variados y poblados de matices de muchos de sus discos que interpretaron durante el concierto. ¡Vaya repaso que nos dieron!

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Arrancaron con “Nights Were Made for Love” para darnos la bienvenida y que nos confiáramos y afirmáramos: las raíces de la música americana están muy presentes desde el inicio de la banda.  Es un tema muy redondo, muy bien hecho, con arreglos de guitarra que aportan pimienta a la canción. Hay que decir que la coordinación melódica de estos músicos es admirable desde el inicio, durante el nudo y hasta el desenlace y remate. Con “Wild and Reckless”, reafirmamos la evocación al hogar a través de teclados, armónica y voz.  Estamos retrocediendo a nuestra adolescencia, junto al río, el prado y el grito de libertad que viene enmarcado por las guitarras. “Love Grow Cold” tiene la misma raíz, pero incluye los slides que juegan con la característica voz de Eric Earley, que más que una voz,es la magia que le da luces y sombras a cada tema. Qué forma de rogar, de pedir y cómo no le vas a prestar atención. Es un tema que licúa al ser más gélido.

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Pero luego, empiezan a asomar esas señales que demuestran que este no es grupo “catalogable”. “No Mans Land” es un tema absolutamente experimental, atrevido y valiente. Acompasan con unas claves para percusión. Los acordes iniciales y la voz espacial advierten que podemos estar próximos al fin del mundo, aunque, en el fondo, entre la negrura de sus letras, asoma cierta luminosidad en las notas. Quizás sea la esperanza. Reza de todas formas. “Rebel” permite que bailen las dos acústicas con un inicio oriental, engarzando con una danza compulsiva para llevarte al desierto, a las jugarretas del destino, a la historia desdichada de alguien que no pudo elegir y está más perdido que una aguja en un pajar. Volvemos con “Furr” al olor a tierra mojada. Furr es la canción de la Madre Tierra: la dedicada al bosque, al paseo a caballo a media tarde con un sombrero vaquero que nos protege del sol o de la lluvia, una hierba en la boca que entretiene nuestra saliva mientras escuchamos a los lobos al atardecer o pensamos cómo domar ese caballo. Hacen de “Black River Killer” un baile en el campo junto al río, pero con neones de fondo. Otra mezcla curiosa y rompedora. Los arreglos de la armónica y la pandereta esta vez huelen a heno, pero los teclados y el ritmo rap, te traen la luz artificial. Es como si te reconciliaras con tu madre después de tantos años, pero le siguieras hurtando los cuartos para comprar las cuerdas de la guitarra.

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A partir de este momento, la simbiosis de la banda con el público se percibe en 100 km a la redonda. Como se suele decir, el ártico se derrite a base de garra y rock: “Fire and fast Bullets”, donde las guitarras de latido potente se duelan al Sol. “Big Black Bird” tiene un arranque de cuerdas potentísimo, con una batería que hace bailar a toda la comunidad. Por un segundo, me pareció ver en la sala bailando a Thelma & Louise o conduciendo su descapotable a toda pastilla por el desierto de Arizona mientras dos helicópteros las perseguían. “When I´m Dying” nos descubre que estos tipos han compuesto un tema funky que en directo suena ¡¡¡impresionante!!! Qué bajo tiene este tema y cómo se siente la extraordinaria coordinación entre los cinco. Las guitarras traen los ecos de la ciudad y la de esos locales sofisticados que nunca duermen. Los teclados flirtean psicodélicamente con las guitarras. Es una auténtica jam funky.

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Suena “Astronaut” con esos teclados tan teatrales que muestran una escena abierta y blanca. Y las vueltas del estribillo mientras la armónica rítmica nos pretende marear para embriagarnos. ¿sientes la gravedad, vaquero? “Thirsty Man” es una orgía progresiva country rock new age…ese bajo y guitarra de 3 notas es tremendo (esta vez sí que voy a decir una barbaridad: Génesis o Vangelis estuvieron allí). Parece que esté hecha para un Cowboy de medianoche del siglo XXI. Increíble la valentía de estos tipos. Fuera de serie. Pretenden cerrar con 14 temas y “Devil´s a Go-Go”, otra joya heavy rock progresiva que transporta a las mejores composiciones de óperas progresivas.

Y ahora, toca hablar de generosidad y derroche en los bises (con unos 5 temas más). “Stranger in a Strange land” es un regalo que nos hizo a pelo Eric Earley en acústico y armónica y uno de los motivos por los que merece la pena vivir y ver conciertos en directo. Impagable. Es el cierre dulce para la chica de la fiesta. Es la que nos susurró a todos al oído. Es la que te dice: “Al final, todo esto es para ti. La música te seguirá haciendo vibrar, oh, Irene”. “Te amo”, dijo ella, que estaba entre el público (esto ocurrió en la Sala). Eric se quedó en blanco ante la sorpresa, paró por un segundo y se sonrió; luego, retomó con un “gracias”. Después otros tantos temas: “Lady on the Water”, canción cristalina de acordes sobre guitarra acústica a modo del agua que cae sobre la laguna. Tan desnuda que podría abrigar al alma más gélida del universo. Sencilla, conectada, directa a aurículas y ventrículos. Y llegó el himno. Porque es un himno: “Love the way you walk away”. Un, dos, tres…es el ejército de salvación musical que conquista e invade las fronteras de nuestro país y de los casi medio millón de seguidores activos y combatientes que tienen los Blitzen Trapper. “All Across this Land” y la fuerza de los riffs iniciales nos traen briznas de otra auténtica pieza de Rock progresiva con toques de heavy rock con su intro, medio y apoteosis. Duelo de Guitarras que se marcan Eric y Erik. Uuuuuhh uuuuhh que huele a pólvora.

Concluyendo: érase una vez 5 tipos que crecieron entre bosques y ríos ancestrales, tierras de indígenas, volcanes, glaciares y montañas escarpadas de la cordillera de las Cascadas. Su historia es la de la Tierra; no sólo la de algún otro músico; o quizás, debamos matizar. Es la Tierra la que hace a los hombres y sus composiciones. Y los Blitzen están muy bien hechos. Larga vida y muchos conciertos para vivirlos con ellos es lo que queremos.

Equipo de Redacción Dirty Rock

Textos: May T, Ana Hortelano y Carlos Pérez Báez

Fotos / Vídeos: Ana Hortelano y Javier Naranjo

Ilustración: Cayetana Álvarez

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