Musselwhite y Harper. La malicia del diablo, la astucia de Johnson. El cruce de caminos.

El pasado 3 de Mayo y tras su paso dos noches consecutivas por la ciudad condal y otras dos en Lisboa, Ben Harper y Charlie Musselwhite cerraban su periplo europeo en la madrileña sala La Riviera, en una noche única (por ser sólo una). Sí, amigos, una nueva falta de respeto al publico madrileño que es abiertamente denostado. Barcelona y Lisboa tienen la suerte de albergar dos noches consecutivas a Musselwhite y Harper en recintos serios y preparados para la acústica colosal del blues que despliegan estos artistas. Tanto la sala catalana Barts en formato butacas, como el Aula Magna lisboeta fueron escenarios teatrales con público en asiento reservado y disfrutando de lo lindo de las raíces americanas. En Madrid, se nos castiga a verles en una discoteca peleando por un buen sitio y aguantando parlanchines alrededor. Lamentable.

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Pataletas aparte y adentrándonos en lo que supuso su show madrileño, tenemos que decir que eso es harina de otro costal. Porque vaya lujo poder ver a dos generaciones tan dispares en edad conjugar de modo tan colosal un género como es el Blues. Musselwhite y Harper, Harper y Musselwhite. Tanto monta, monta tanto. Harper con una carrera a sus espaldas totalmente incuestionable desde su primer album. Ya sea en solitario o de la mano de Relentless7 o The Innocent Criminals, sus álbumes no tienen un solo pero. Instalado en esa mezcla de Rock-Soul, en ese estilo inclasificable que él mismo ha inventado y que respira alma propia por los cuatro costados. Harper ha ido evolucionando de un modo avispado hacia las raíces. Demostrando una vez más que en esta vida todo es cíclico y que acaba donde empieza y empieza donde acaba. El Blues, la raíz de la música negra, la raíz de la música americana, fue la que acunó a Ben desde el principio. Y ahí es donde ha llegado tras recorrer un camino a la madurez que le ha encumbrado en una ejecución bluesera inapelable. Esa es la diferencia. Cuando recorres el camino, cuando vives la vida llegas al virtuosismo del Blues que desplegó en Madrid.

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Lo de Musselwhite es otra historia. Nacido en Mississippi, en el seno de una familia de músicos (él la armónica, ella el piano), descendiente de una estirpe Cherokee. Charlie llevaba la música en vena y en esas tierras en los años 40, el Blues era, principalmente, una religión. Charlie se mudó a Memphis a los 3 años de edad y desde entonces no ha hecho otra cosa que mamar el blues dentro de esa pequeña cajita de metal que sopla cada día. Démonos cuenta de la época musical en concreto y de todo lo que rodeó a Musselwhite, experimentó el período en que el rockabilly, el western swing y el blues eléctrico se combinaban para dar nacimiento al rock and roll. Ese período representó su relación con Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Johnny Cash y músicos menos conocidos como Gus Cannon, Furry Lewis, Will Shade y Johnny Burnette. Este ambiente era una escuela de música y también de vida para Musselwhite, que finalmente adquirió el apodo de Memphis Charlie. Durante esa época Musselwhite se ganaba la vida cavando zanjas, asfaltando y haciendo contrabando de alcohol con su Lincoln de 1950. Conociendo por el camino a más leyendas, incluyendo a Lew Soloff, Muddy Waters, Junior Wells, Sonny Boy Williamson, Buddy Guy, Howlin ‘Wolf, Little Walter y Big Walter Horton. Ya no hace falta decir más. Charlie es un Dios en el panorama musical americano y su virtuosismo con la armónica es inigualable. Se lo ha ganado a base de experiencia en la mejor escuela.

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La jugada de Harper es genial. En la madurez de su carrera «descubre» el blues y desde su inteligencia sabe perfectamente dónde buscar cobijo. En la experiencia de Charlie Musselwhite, claro. Que además le dota a Ben de algo que no tenía en su sonido tan logrado. Esa armónica de marras, claro. Harper es muy astuto, pero Musselwhite es también perro viejo y sabe que Harper es su oportunidad de seguir disfrutando sobre los escenarios de su música al 100%. Es la savia que necesita, el balón de oxigeno de uno de los pocos músicos contemporáneos que está a la altura. Uno de esos artistas que todos metemos en el grupo de «Qué pasará cuando no estén los Stones».

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Por tanto, es el momento idóneo para ambos músicos que han entrado en perfecta simbiosis y armonía. Han vuelto a pactar con el diablo como lo hizo Robert Johnson en aquel cruce de caminos y le han pedido que les de muchos más años juntos para hacer lo que les gusta, lo que disfrutan. Charlie no necesita más talento y Ben irá cogiendo el poco que le falta al Blues, ya que su manejo del slide guitar empieza a ser maestro. Los ritmos y la acústica ya los tiene dominados y su control de voz es cada vez más soberbio. El paso del tiempo le permite defenderse ampliamente a cappella tirando sólo de entrañas.

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El show que nos regalaron en Madrid es 100% blues y en toda la gira, prácticamente no hay ni un solo guiño a la discografía de Harper. Muchos parroquianos acuden ansiosos a la llamada del americano esperando escuchar en directo alguno de sus clásicos. Pero Ben no los regala y, aún así, el respetable se va siempre satisfecho y feliz. Y no es para menos, porque la calidad del Blues que encierran los dos discos con Charlie, ese «Get Up!» de 2013 y el «No Mercy in This Land», recién publicado que vienen a presentar, es más que de sobra para dar la felicidad a cualquier amante de la música. 

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Las colosales versiones son para temas del propio, Charlie, evidentemente eso sí que tiene cabida en este circo y de ese modo, nos llevamos «The Blues Overtook Me» y «I’m Goin’ Home». Las guindas en lo que a covers se refiere se las llevan el clásico de Memphis Minnie & Kansas Joe McCoy y el «When the Levee Breaks» popularizado por Led Zeppelin con el que cierran su set principal antes de los bises. Pero la joya de la corona es ese blues pegadizo y corrosivo, el «Yer Blues» de The Beatles.

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La banda que han sacado de gira es la misma que ha grabado el disco con ellos y en palabras de Ben Harper, «es todo un lujo grabar un disco juntos y salir luego de gira todos a interpretarlo». No tenemos que decir que esa guitarra solista, el bajo y la batería suenan a purita gloria y que el que no haya visto esta maquina de Blues en directo se ha perdido y uno de los espectáculos del año.

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Ben Harper y Charlie Musselwhite hacen sonar moderno lo antiguo, revitalizan las raíces del Blues y lo entregan más actual que nunca. Su directo suena a rock duro, a delta blues, a grasa. Suena afilado como los cuernos del diablo con el que han vuelto a pactar. Y él mismo ha dejado un poco de sí en cada uno de ellos. La astucia de Ben es la misma de Robert Johnson al tratar de engañar al diablo en el «Crossroads» y la experiencia de Musselwhite reflejab a Belcebú, porque, recordad: «más sabe el diablo por viejo que por diablo». Salud!

Texto y fotos: Javier Naranjo

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