The Sheepdogs. Alguien tenía que ser el sucesor de The Band

Puede sonar muy pretencioso decir que The Sheepdogs son la mejor banda canadiense en activo, con permiso de The Sadies. Pero en el panorama musical americano canadiense, llevábamos tiempo buscando una banda que pudiera ser tan buena como los colosales y clásicos The Band. Y estamos casi seguros de haberla encontrado. Está claro que el país de Neil Young no para de darnos prodigios musicales en este género. El ojo ha estado puesto en estos chicos de Saskatoon desde que editaron su primera loncha que era toda una declaración de intenciones con aquel «Trying To Grow». Y el ascenso ha sido progresivo tanto en estudio como en vivo, directo que también han registrado en su grabación oficial del genial «Live At The Roxy» del 2016.

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El pasado 22 de Noviembre, de la mano de Mercury Wheels, reventaron la madrileña sala Changó Live, donde la parroquia acudía sumando a todas las premisas anteriores, quizá la más importante. El disco de los canadienses es, probablemente, el mejor disco del año. Y si os fijáis, no en vano, ese delicioso «Changing Colours» aparece en todas las listas top del año, tanto en las de lo entendidos como en las de los que lo ponen ahí porque lo han visto en otras listas. Sea como sea, es un discazo, del primer al último tema. Con un aire fresco que consigue una mezcla perfecta entre The Band, Byrds y Allman Brothers, con toques de ZeppelinHendrix y Young. Y todo esto con un aroma de frescura y modernidad que es la chispa adecuada para que tengan su propio estilo y suenen a Sheepdogs. Reconocidos por los mismísimos Rival Sons que les han invitado a realizar con ellos la gira primaveral por el territorio americano donde harán hasta 24 fechas en entre Abril y Mayo. Pero ahí no acaba la cosa porque la banda seguirá girando, con vuelta a Europa, hasta finales de verano. Un calendario de conciertos loco que les lleva a estar más de un año con idas y venidas entre el nuevo y el viejo continente. 

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Ya nos dejaron boquiabiertos en su anterior visita en El Sol, pero ahora con más aforo y con mucha más madurez, han completado una faena perfecta en la que todos y cada uno de ellos son una pieza imprescindible de un todo que suena a tren de vapor atravesando los valles de oeste americano tirados por una locomotora que consume talento, rabia y rock and roll. Su directo es un trallazo que se basa en el conocimiento de los clásicos y en las ganas de sacar a cada instrumento todo su partido. Mucho tiene que ver en esto el gran Jimmy Bowskill, un tipo nuevo en la banda que tras una dilatada carrera centrada en el blues y en las raíces, ha puesto el condimento perfecto a la formación de los hermanos Ewan y Shamus Currie.

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Jimmy ha tomado un papel principal en la banda desde su incorporación en 2015 y suyo es todo el mérito al pedal steel y a esos solos infinitos aromatizados de country y alma. También toma, junto con Ewan, un papel principal en las voces. Qué decir de las voces. Ya sabéis que adoramos estas formaciones tipo Eagles en las que todos los miembros aportan su granito de arena para conseguir sonar a música celestial como The Wild Feather o The Avett Brothers. Esos coros que elevan la música americana a la categoría de divinidad.

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Ewan Currie sigue siendo una máquina en la voz principal y en la guitarra solista. Lleva el peso de la banda sobre sus hombros y eso que la bola del mundo no para de crecer para este Atlas. Pero cuenta con la inestimable ayuda de su hermano Shamus, que más allá de las prodigiosas melodías que extrae de su Hammond, donde se alterna con el propio Ewan, se atreve con el trombón para meter un punto más a la banda, una quinta marcha que les pone en la misma liga que Nathaniel Rateliff, en la liga del Soul y el sonido Stax que tanto os gusta. Ese punto de cocción es el que mete de lleno en la lista de los grandes a estos perros pastores canadienses. Eso y la conjunción de una banda que suena como si fueran uno solo.

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Sam Corbett a la batería y Ryan Gullen al bajo completan la sección rítmica de este tren para la delicia de los que asistimos a su directo. Un tren que como decía Johnny Cash «…Is Bound For Glory». Y a buen seguro que alcanzarán todavía mayor gloria que la que tienen, si siguen esta vía por la que han optado. Una vía que les lleva a cerrar su bolo entre el gozo y alboroto del respetable, ¿cómo si no?, con una versionaza de quitarse el sombrero.

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Creo sinceramente que ninguna banda en activo puede tocar el «Ramblin’ Man» de los Allman Brothers como hace esta gente para acabar su directo. Bajo estas líneas tenéis la prueba. Es simplemente la definición perfecta de la mezcla entre prodigio, virtuosismo y felicidad. Esa misma con la que abandonamos la sala preguntándonos cuándo será la próxima vez que estos perros nos dejen ser sus ovejas. Porque a buen seguro, allí estaremos como siempre en el redil. Salud!

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