Suede, noches de papel satinado

Lo mires como lo mires, Brett Anderson es el único que ha conseguido que su proyecto perdure. Jarvis Cocker disolvió a sus Pulp, Damon Albarn se dejó a un lado ese juguete que era Blur, y los Gallagher se fueron cada uno a su esquina del cuadrilátero.

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De los cuatro grandes del britpop solo Suede permanece. Con “As one”, que es también el inicio del disco “The Blue Hour”, su última entrega en esta década, abrieron el concierto de Murcia, con una escenografía impresionante basada en luces blancas y grises que apenas dejaban vislumbrar a los músicos.

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Era el entorno perfecto para esa música de tintes sinfónicos que evoca mundos suburbanos de sórdida belleza. Por ese pórtico entraron a una noche de colores radiantes que se hermanaban con cada una de las canciones. Y siempre un foco blanco para Anderson, testigo de sus incursiones en las primeras filas del público, divinidad que se ofrece a sus fieles en un sacrificio que nunca se consuma.

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No tardó en llegar “So Young”, himno imperecedero, precedido por “We are the Pigs” y antecediendo a “Metal Mickey”, y la señal estaba clara: no iban a faltar los éxitos del pasado, esas canciones deslumbrantes y eternas que todavía hoy puedes corear cuando Anderson señala con el micro hacia el público. Pero también en los tres discos de esta década hay material suficiente para completar un repertorio de lujo: ahí estuvieron en los momentos en que te podían hacer feliz temas tan redondos como “Sometimes I feel I’ll float away” o “It starts and ends with you”.

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Poderosos en “The Drowners”, desbocados en “Can’t get enough”, eufóricos en esa pieza perfecta que es “Trash”, Suede transmitía esa sensación que solo las grandes bandas pueden ser capaces de llevar hasta ti y que cuando las enfrentas te permiten reconocer en ellos a los elegidos, a los auténticamente tocados por el dedo del dios de la música.

Y de repente, cuando todo eso pasa por tu cabeza o por tu alma, se van y Brett Anderson se queda solo, sentado con su guitarra acústica, para regalarte “The Wild Ones” en una versión intimista y por momentos a voz desnuda, una voz que alcanza esas tesituras que recordabas, una voz llena que se impone al vocerío de un coso taurino plagado de estudiantes universitarios con entradas subvencionadas para una noche de alcohol y porros y conversaciones a gritos.

“The Beautiful Ones” es el final esperado, una fiesta de colorida nostalgia y al mismo tiempo de comunión con una banda que mira al pasado con la misma brillantez que afianza el presente. El bis es “New Generation”, un guiño a lo que ya no son, aquellos que en la portada de la revista Select encabezaron en 1993 la respuesta británica al grunge. Son ya mucho más que eso.

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Anderson tuvo sus mañanas de negro carbón y sus tardes de persianas bajadas, y ahora con sus incombustibles Suede comparte con nosotros noches de papel satinado en las que los colores son canciones.

Fotos y vídeos por Juan J. Vicedo.

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