The Hu, el espíritu de Gengis Kan conquistó Barcelona

La fusión de lo tradicional con lo contemporáneo es la receta con la que triunfó el hunnu rock de The Hu en el Salamandra de Hospitalet

El viernes por la noche pude asistir al concierto que no estará en ninguna de las listas de Top de este año seguramente, pero probablemente encabece el de las rarezas. The Hu son una banda mongol que practica lo que denominan Hunnu Rock. La última vez que habréis oído hablar de los hunos seguro venía asociado al nombre de Atila, uno de los grandes conquistadores. Como también lo fue Gengis Kan siglos después. En pleno siglo XXI, Mongolia ya no es aquella potencia de antaño ni mucho menos. Pero estos cuatro músicos parece que están dispuestos a conquistar el mundo armados únicamente con sus instrumentos tradicionales y su característico canto difónico mongol.

Y viendo que la sala Salamandra registraba casi un lleno, creo que no van por mal camino. Dominarlo quizás no, pero tener un buen sitio como banda carismática a la que ver en algún festival o acercarte a uno de sus conciertos si. Sólo quedaba ya comprobar cómo son capaces de llevarlo al directo. El público resultaba bastante variopinto. Los rockeros de toda la vida se mezclaban con los miembros de la comunidad mongol que se había reunido para ver a sus compatriotas. Un gran telón de fondo con el nombre de la banda dejaba a sus pies dos grupos de percusión, una batería tradicional y otra con grandes panderos. 

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Sin teloneros y con puntualidad mongol aparecieron los músicos en escena, un total de ocho, que ocuparon el escenario de Salamandra. Dos percusionistas, además de un bajista y un guitarrista de apoyo, acompañaban a los cuatro miembros de The Hu. Ataviados con ropa tradicional cuidadosamente modificada para darle un aspecto roquero fueron ocupando sus posiciones. La banda la componen Gala Namgur y Enkush tocando el Morin Khuur, un instrumento de dos cuerdas que recuerda al cello, tocado con arco y con una cabeza de un caballo de batalla en la pala. Temka toca un Tovshuur, un instrumento parecido a una guitarra. Y en la voz principal Jaya, encargado de acompañar los temas con el Tsuru (un tipo de flauta) y un arpa de boca (sí, el sonido típico de las canciones del oeste).

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Bajo el brazo, los cuatro músicos traían su nuevo trabajo “Rumble of Thunder” del que sonaron hasta siete temas, que fueron intercalando con los de “The Gereg”. Se notaban las ganas de ofrecer un buen espectáculo y estuvieron muy comunicativos durante todo el concierto. Eso sí, en la mayoría de las ocasiones lo hacían en mongol, así que bien podrían estar declarándonos la guerra que no solo no nos enterábamos, si no que además lo jaleábamos con fervor. Cosas de los conciertos. Un par de banderas de Mongolia iban apareciendo entre el público y la comunidad mongol vibraba con cada una de las canciones sin importar la edad de los miembros. Un espíritu que se contagiaba haciendo que el resto se uniera a los vítores a la banda.

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Salvando las distancias con el grupo germano, temas como “The Gereg” o “The Great Chingis Khan” recuerdan a la sonoridad característica de Rammstein. Sería muy interesante que ambas bandas unieran fuerzas para un tema. Incluso coquetean con sonidos disco como en “Uchirtai Gurav”, algo que demuestra las ganas de abrir sus melodías a un público más general. Con el canto difónico presente en casi todos los temas, “Shrieg Shrieg” nos dejó ver a Jaya tocar el Tsuru, que llevó enfundado en una especie de cartuchera del oeste.

El contagioso ritmo de “Bii Biyelgee” puso a saltar a la mayoría de la sala Salamandra. Una fiesta que se repetía con “Yuve Yuve Yu” y que sirvió para calmar las ganas de conquista de “Tatar Warrior”. Un ánimo que estuvo presente en un final de concierto donde encadenaron “Wolf Totem”, la epicidad de “Black Thunder” y la contundencia de “This Is Mongol”.

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Con el trabajo bien hecho, The Hu se retiraron al camerino bajo la tremenda ovación del respetable. Y visto el set list, realmente aquí terminaban el concierto. Pero no faltó el bis que saciara las ganas de más del público. Acerté en mi predicción cuando anticipé que los minutos extras los ocuparía alguna de las versiones que han hecho de Metallica. Fue “Sad But True” la que se llevó el aduu (caballo mongol) al agua.

Una concesión final que, para mi gusto, le restó cierta contundencia al show. Habría sido mejor meterla dentro del repertorio y dejar para los bises la terna de canciones del final del show. Pero esta es una mera apreciación personal. En ningún caso algo así empañó ni las buenas sensaciones al salir de la sala ni las ganas de invadir cualquier territorio cercano que hubiese. Aunque solo fuera la mesa de un bar para tomar unas cervezas.

Fotos: Desi Estévez



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