Jim Croce, cincuenta años después

Jim Croce murió el 20 de septiembre de 1973 cuando el avión monomotor en el que viajaba chocó contra un árbol durante el despegue. Las otras víctimas del accidente fueron el guitarrista de apoyo de Croce, Maury Meuhleisen; su manager Kenneth D. Cortose, su road manager Morgan Tell; el cómico George Stevens y el piloto Robert N. Elliott. Croce se había ganado un nombre y estaba en su primera gira como cabeza de cartel, después de sus dos primeros discos, con algunos singles de mucho éxito. Acababa de dar un concierto en el Northwestern State College y se dirigía a Sherman, Texas; donde iba a dar por concluido un tour agotador.

Corb Donahue, amigo de Croce y empleado de su ABC/Dunhill, describió a Croce como «simplemente uno de los mejores seres humanos que he conocido». Y sí, todo el mundo que se cruzó por el camino corroboró esa definición. Un tipo sencillo y de clase trabajadora que había sufrido mucho hasta llevar a la fama y que, curiosamente, ahora que estaba en la carretera añoraba profundamente a su esposa y a su hijo. De hecho, sus planes eran retirarse de la música y dedicarse a ser guionista de televisión y pasar más tiempo con ellos.

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James Joseph Croce había nacido en 1943 en el sur de Filadelfia en una humilde familia de origen italiano. Croce creció escuchando todo tipo de música, desde Enrico Caruso hasta Fats Waller. Después de conseguir su primera guitarra, se interesó por el R&B, el rock and roll, el country, el blues y el folk, música que influyó en su propia composición. Fue el orgullo de su familia, pues fue el primero en ir a la universidad. Conoció allí a Ingrid Jacobson. Pronto empezaron a actuar juntos y, en 1966, se casaron. Intentaron prosperar en la música. Capitol Records los contrató como dúo de folk, pero su debut de 1968, “Jim & Ingrid Croce”, pasó desapercibido. Compaginaba la música con un trabajo como maestro de niños con trastornos emocionales en Filadelfia. Pero un día una chavala trastornada de 120 kilos le dio una paliza y dejó la docencia.

Fue una época complicada. Cantaba en bares por un puñado de dólares mientras trabajaba de albañil. Ingrid consiguió una beca para estudiar cerámica en México. Allí, se tropezaron con Tommy West, un amigo de la universidad, que le animó a probar en el circuito de cantautores de Nueva York. Grabó un álbum en 1969, “Croce”, que fue un fracaso absoluto. Decepcionado, empezó a trabajar de camionero hasta que él e Ingrid se mudaron a una granja en Pensilvania. Cuando se acabaron los ahorros volvió a la construcción. De vez en cuando grababa canciones para anuncios y hacía audiciones intentando cumplir su sueño. Después de dos años compaginando su trabajo con la música, Croce se vio en una encrucijada cuando se enteró de que Ingrid estaba embarazada de su hijo. Esa misma noche, determinado a triunfar, Jim escribió “Time In A Bottle”.

Finalmente, tras un primer rechazo, firmó con el sello ABC/Dunhill y grabó un par de canciones que había escrito en el camión: “You Don’t Mess Around With Jim” y “Operator”. Ambos se convirtieron en éxitos de su álbum debut y le dieron la oportunidad de grabar otro disco “Life And Times”, que contenía su primer número uno en las listas, el inmortal «Bad, Bad Leroy Brown». Un clásico que grabaría el propio Frank Sinatra meses después de su muerte. Para recordar lo difícil que se lo habían puesto, tenía en casa enmarcada la primera carta de rechazo de ABC junto con su primer disco de oro.

“Leroy Brown surgió de la tradición callejera estadounidense. Escribí muchas canciones sobre camioneros y ésta en concreto está basada en personajes reales que he conocido. Los curros que he tenido están llenos de personajes peculiares”.

Estaba en la cima, pero muy muy cansado de todo. El último concierto fue bastante desganado, según los asistentes. Tampoco hubo mucho público, pues coincidió con el histórico partido de exhibición de tenis en el que la gran Billie Jean King humilló a Bobby Riggs en la “batalla de los sexos” ante 90 millones de televidentes. Tras él, estuvo hablando con algunos fans con desgana. Pensaban pasar la noche en Natchitoches, pero hubo un cambio de planes y llamaron al piloto, que se alojaba en un motel. Querían partir ya hacia Texas.

El piloto descansaba a un hotel a cinco kilómetros del aeródromo y a esa hora era imposible conseguir un taxi. Tuvo que ir corriendo y, cuando llegó al aeropuerto los testigos dicen que tenía pinta de estar exhausto. Sudaba y estaba desaliñado. Después del accidente, se pensó que estaba borracho o drogado pero no, todas las pruebas dieron negativo.

Nadie sabe por qué Croce tuvo tanta prisa por salir a la carrera de Natchitoches, pero una carta enviada a su esposa aquella misma tarde nos muestra a un tipo muy cansado de la carretera y que extrañaba enormemente a su familia, especialmente a su hijo A.J. En ella, hablaba de su deseo de encerrarse con su esposa y su hijo, tal vez dejando el negocio de la música y su sueño de convertirse en guionistas de cine o novelista para estar más tiempo en casa. “Recuerda, en la vida los primeros 60 años son los que cuentan y a mí me quedan 30. Te amo”. Ingrid recibió la carta una semana después de la muerte de su marido.

Robert Elliott pilotó el avión por la pista y despegó, pero apenas segundos después el Beechcraft bimotor chocó contra un nogal justo al final de la pista y se estrelló, matando a todos los pasajeros al instante, según la policía. La Junta Nacional de Seguridad de Aviación determinó que el accidente fue causado por un error del piloto. El día después del accidente, el sencillo de Croce «I Got a Name» fue lanzado -no fue debido a su muerte, sino que ya estaba planeado- y se convirtió en un éxito póstumo, como su tercer y último disco titulado igual que el single. El recopilatorio “Photographs & Memories”, editado el año siguiente fue un gran éxito y es el disco perfecto para entrar en el mundo de Croce, que al fin y al cabo era un artista más de singles que de Lps.

Su legado permanece en la memoria de los aficionados. Varias de sus canciones siguen sonando en las emisoras de todo el mundo. Su hijo, A. J. Croce, también se dedicó a la música, con gran éxito de crítica y numerosos fans en nuestro país. Numerosos artistas han versionado algunos de sus temas emblemáticos. Nosotros nos quedamos con la versión de “Operator” de nuestro querido Jesse Malin.

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