Un Coyote llamado Dylan Leblanc

«Coyote» es el quinto álbum de estudio de Dylan LeBlanc. Además, el primero en ser autoproducido, cuestión de tiempo en un artista que creció en los estudios Fame. Su padre era uno de los compositores de cabecera de la casa. De muy jovencito, se colaba allí cuando todos se iban con el joven ingeniero Ben Tanner. Allí grababa sus primeras canciones, entre fotos de Bobbie Gentry y el Wurlitzer que usaba Aretha Franklin. «Coyote» utiliza experiencias autobiográficas y las proyecta en un ciclo de canciones conceptuales sobre el personaje principal, que no tiene nada que ver con el personaje de nuestro querido Mallorquí.  LeBlanc explica: “Coyote es un hombre cuyo nombre deriva de ser un tipo solitario dentro de una manada. Y explica el tipo de hombre que es dentro de su propia desesperación y circunstancias”. ¿El propio Dylan, quizás? Algo de eso hay.

Escucha «Coyote» de Dylan Leblanc aquí:

Grabado en el legendario Muscle Shoals, y editado por ATO Records, LeBlanc escribió (o coescribió) las trece pistas que hay en el disco. Además de producirlo, tocó guitarras eléctricas y acústicas. Entre los músicos participantes, su propio padre, James Leblanc. Seth Kauffman (bajista de sesión de Lana del Rey), Jim “Moose” Brown (teclados, colaborador de Bob Seger); Fred Eltringham (batería de gente como Ringo Starr o Sheryl Crow), Laura Epling (violín), Austin Hoke (violonchelo), Eleanore Denig (viola) y las maravillosas The Secret Sisters (voces). La producción es la más elaborada de sus discos, cuestión de clase. Dylan fue presentado como «el nuevo Neil Young», pero ha demostrado que era una definición totalmente equivocada. 

dylanleblanc2023

La carrera de Leblanc ha sido un ascenso continuo. Su anterior disco «Renegade», producido por el omnipresente Dave Cobb, le situaba a medio camino entre el outlaw y el pop rock, siempre con profunda personalidad. Había canciones allí de indudable gancho, como «Born Again» y «Lone Wolf». Estas y otras podrían haber sido éxitos. Donde en aquella ocasión parecía buscar canciones, aquí ha buscado ambientes. Este trabajo es un álbum conceptual sobre un hombre que vive al límite y hace lo que sea necesario para sobrevivir en un mundo duro. El protagonista se encuentra atrapado en un laberinto perverso y se enfrenta a todo tipo de situaciones. Los detalles sobre su vida, las experiencias con los cárteles de la droga mexicanos, la estancia en prisión y la búsqueda del amor viviendo al límite son parte de una historia fascinante que se va desarrollando a lo largo del vinilo. 

La historia de «Coyote» avanza linealmente, comenzando con la canción principal, un blues atmosférico que marca con claridad el momento en que Coyote cruza la frontera dispuesto a trabajar en los cárteles de la droga.

«mi nombre es Coyote/ Voy a cruzar esa ciudad fronteriza/ mi nombre es Coyote/ Voy a cruzar esa ciudad fronteriza/ Todo el camino desde Sonora hasta/ Santa Muerte, seis pies de profundidad»

Los problemas aumentan en cada canción hasta la pista seis. Allí, contra todo pronóstico, “No Promises Broken” marca el momento en que Coyote conoce a una chica. Allí empieza a pensar que su suerte ha cambiado. La canción habla de cómo el amor cura y pone el punto de interés en la historia sobre dos personas que comparten un pasado turbulento. Saben que llegan tiempos difíciles, pero prometen preservar su amor sin hacerse promesas que saben que no podrán cumplir.

Después de reconocer que a veces pasan cosas extrañas («Stranger Things»), «Hate» nos muestra la cruda realidad: el lado oscuro del Coyote ha sido moldeado tras vivir experiencias muy duras. Es algo biográfico: también Leblanc se desvió del buen camino y se enfrentó a controlar la ira en su adolescencia. Una de las mejores canciones que encierra este trabajo. “Wicked Kind” profundiza en la adicción de Coyote. En ella advierte que las malas tentaciones siempre están en el horizonte, por mucho que queramos evitarlas. «Telluride», con un ambiente muy Chris Isaak y la atmósferica «Human Kind» narran la caída definitiva de Coyote, materializada en «The Crowd Goes Wild» que es todo un descubrimiento: funk psicodélico con sabor a tex mex. Una maravilla de canción.

Para dejarnos con un hilo de esperanza, el disco acaba con “The Outside”. Su título, según LeBlanc, pretende ser literal: Coyote por fin está fuera de los muros de la prisión. Con una guitarra slide omnipresente y ecos bastardos a Fleetwooc Mac, cierra la historia en una larga recta de una carretera desértica donde Coyote sigue luchando contra los fantasmas del pasado sin dejar de repetirse: «soy libre y mi lucha ha terminado».

“En la portada, el coyote sigue en pie a pesar de que está lleno de flechas, a pesar de que le han disparado y herido muchas veces. Continúa desafiando todo lo que le han arrojado. No se puede sacar una flecha por completo, siempre queda una cicatriz. Se convierte en parte de ti, de tu identidad”.

Como artista dotado de una especial sensibilidad, Dylan ha lidiado con numerosas dificultades. Pero poco a poco ha demostrado que estaba en el buen camino. Ahora, con «Coyote», ha llegado al que, según sus propias palabras, es «el disco que siempre quiso hacer». Mucho más tranquilo que en su juventud y padre primerizo, Leblanc es como el Coyote: ha sobrevivido a muchos de sus congéneres en el mundo salvaje de la música. Aprendiendo a adaptarse, aguantando todas las flechas recibidas, mirándose las heridas.  Mientras que la mayoría de artistas de country rock buscan usar sonidos retro para sonar en la tradición, LeBlanc tiene claro que lo suyo es ampliar lo que hizo la vieja escuela. En lugar de copiar y pegar los sonidos tradicionales, busca su propio sonido. Hay gente que no lo aceptará, pero él es así. Libre, curioso y salvaje.

La gira española de Dylan Leblanc comenzará en pocos días. Organizada por The Mad Note Co. promete ser uno de los acontecimientos del otoño. Esperemos que nos haga olvidar la decepción de no poder ver la presentación de «Renegade» , frustrada por el covid.

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