Johnny Blue Skies, la nueva vida de Sturgill Simpson

Lo prometido es deuda: hace unos años Sturgill Simpson dijo que solo lanzaría cinco discos bajo su nombre y ha cumplido. Tras cinco trabajos que le valieron seis nominaciones al Grammy (alguna totalmente inesperada), Sturgill ha cumplido su promesa: ahora es Johnny Blue Skies. El disco de presentación del nuevo proyecto ya está aquí: “Passage Du Desir”. Un trabajo producido y mezclado por el propio artista -que compone todas las canciones- y David Ferguson. El álbum incluye a grandes músicos como Jake Bugg, Matt Combes, Dan Dugmore, Fred Eltringham, Sierra Hull, Steve Mackey o Mike Rojas. Un dream team de las sesiones de Nashville. También se grabaron partes en el mítico Abbey Road. El disco ha sido editado por High Top Mountain.

Escucha “Passage Du Desir” de Johnny Blue Skies (Sturgill Simpson) aquí:

Uno de los grandes momentos de la historia reciente es ese «Who the fuck is Sturgill Simpson?» que se viralizo cuando su obra maestra “A Sailor’s Guide to Earth” fue nominada a Álbum del Año en los Grammys de 2016, al lado de Justin Bieber, Beyoncé o Adele. Alguno de nuestros redactores sigue luciendo con orgullo la camiseta con ese lema. Era uno de los nuestros peleando contra el mainstream. Aquello sonaba raro hasta cierto punto: introducirse en los surcos de aquel disco emocionaba como pocos trabajos publicados en los últimos 20 años.

Curiosamente, aunque no lo sabíamos, quizás donde más resonaba ese “¿Quién diablos es Sturgill Simpson?” era en su propia cabeza. Lo vimos en sus tres primeros álbumes, que, vistos con la perspectiva del tiempo, son una trilogía sobre buscar el verdadero yo: en Nashville (”High Top Mountain”), en el cosmos (”Metamodern Sounds in Country Music”) y en alta mar (“A Sailor’s Guide to Earth”). Juguetón y experimentador, desde entonces lleva casi una década desafiando a sus fans, que no han comprendido del todo sus movimientos.

El rock futurista a lo ZZ Top que practicó en Sound & Fury, incomprendida banda sonora de un manga futurista creado por él mismo, fue un paso que no entendió casi nadie, salvo los oídos más abiertos. Apuesto a que en el futuro será revalorizado. Por otro lado, los dos discos de bluegrass no eran más que reinterpretación de clásicos de su repertorio y “The Ballad of Dood & Juanita” no llegaba al nivel de sus primeros discos, además de pecar de demasiado tradicionalista, algo alejado del concepto mismo como artista de Simpson.

“Passage Du Desir”, sin llegar a la categoría de clásico, es una obra fascinante y llena de grandes momentos. El country es una etiqueta demasiado pequeña para Sturgill. El álbum se inspiró en los últimos años. Decidió alejarse de USA, pasando una temporada en Tailandia hasta terminar en París, donde ha estado viviendo y escribiendo estas canciones. Un pequeño pasaje comercial cercano a la estación del norte de la capital francesa da nombre al disco, enigmático lugar que se pierde en el tiempo y que podría ser el escenario perfecto de una de las novelas de Modiano.

 El álbum comienza con “Swamp Of Sadness”. La abren acordeones que evocan clásicos callejeros de la época dorada de la chanson pero no, enseguida emerge una melancólica balada marinera típica de Sturgill: “Noches bajo las brillantes luces de Mignon en Beaumarchais, la ola roja me hace murmurar, luego me lleva dando tumbos, rebotando y rodando como un corcho perdido en el mar”. Ecos de sirenas y de marineros en tierra firme en una canción llena de guiños a la ciudad de la luz, como ese violín final que parece salido de algún disco de Edith Piaff.

«If the Sun Never Rises Again» comienza con un riff clásico. Enseguida muta en una balada soul elegante y sofisticada al estilo de Muscle Shoals. Un encuentro entre dos corazones rotos donde todo está perfectamente medido: el órgano que sobrevuela todo, versos contundentes y llenos de pegada («Sé que estás roto pero lo escondes bien, lo guardas como una niña asustada»), un estribillo perfecto y un solo de guitarra que emociona a pesar de su aparente sencillez. Ya no se hacen canciones como ésta. “Scooter Blues” es una canción más ligera. Suena como una mezcla bastarda entre el swamp rock de John Fogerty y el soft rock de Jimmy Buffett. Narrativamente es una elegía al amor, la paternidad y el mantenerse ocioso disfrutando de la familia. Nunca hubiéramos imaginado a Sturgill rimando “Egos” con “Legos”…

“Jupiter’s Faerie”, canción sobre la muerte de un viejo amigo del que estaba distanciado, emociona desde ese country rock elegante que es dónde mejor se mueve. “Lo hecho, hecho está, ahora no hay nada más que decir”. Una canción que empieza tímida con un órgano sencillo pero efectivo y acaba con un crescendo de los suyos, rodeado de cuerdas que lo acompañan majestuosas hasta que vuelve la calma, creando la banda sonora perfecta para despedir al viejo compañero y dejándonos con el corazón encogido.

 “Who I Am” es lo más clásico del lote. Un vals vaquero sencillo y atemporal con un órgano que puede recordar al Dylan setentero, lleno de lugares comunes en las historias de forajidos: amistad, héroes, muerte, alcohol, Dios, … No se deja ni uno. Y es que, como canta Simpson: “No te preguntan cómo te llamas cuando llegas al cielo”. “Right Kind of Dream” es el momento más pop y ligero del disco. Una canción que sabe dejar huella gracias a unos arreglos fantásticos y su luminosidad, con mensajes como “Quiero hacer magia de amor contigo” o “Cómo desearía que esa felicidad también dejara cicatrices”). “Mint Tea” es country con pegada, la canción que más se acerca al Sturgill que empezamos a amar. Un gran trabajo a las guitarras y preciosos licks de mandolina que corren a cargo de Sierra Hull.

Ya, para acabar, “One For The Road”. Una canción que vale más que la carrera entera del 99% de artistas en activo. Las cuerdas que la abren crean el marco perfecto para las guitarras que dan paso a un primer verso que sabe a gloria. Emoción a flor de piel en una canción de ruptura donde el narrador trata de que su amante sea feliz lejos de él. “Nuestro amor era un jardín, pero parece que han crecido algunas malas hierbas”.

Los arreglos de cuerdas del estribillo junto a las guitarras sobreprocesadas son el marco ideal para una triste historia de aceptación de que el amor no es para siempre, pero tienen que ser las dos personas las que acepten la derrota. Un tema que juega con el blues y la psicodelia y que acaba de convertirse en atemporal cuando a partir de los cinco minutos muta en lo más parecido que hayamos escuchado a una “Nashville Sesión” grabada por Pink Floyd y Jerry García en sus años de gloria.

He perdido todo lo que soy, incluso mi nombre, dice Sturgill… Perdón, Johnny Blue Skies. Lo que hubiera sido un suicidio comercial en otros tiempos aquí suena más a excentricidad. En época de redes sociales no es tan fácil perder tu nombre ni pasar desapercibido. Menos aún si tienes tanto talento y todo el mundo -hasta Pitchfork, que lo ha categorizado como “new best album”- está pendiente de cada uno de tus movimientos. Y es que, a pesar de sus imperfecciones, estamos delante de un disco importante. De todas formas, el dinero manda y Sturgill Simpson girará con las canciones de este disco… pero con su propio nombre. Johnny Blue Skies es solo un personaje, ¿su particular Ziggy Stardust? El tiempo dirá.

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