Graveyard, rosas en el camposanto

Graveyard cerraron por todo lo alto una jornada de celebraciones en Barcelona como es la diada de Sant Jordi. 

Nada mejor para terminar un día tan importante del calendario en Barcelona que un buen concierto. Entre libros y rosas siempre está bien encontrar un hueco donde encajar la música, y Razzmatazz 2 fue el entorno ideal para hacerlo. Quizás por la naturaleza festiva del día, el público tardó en llenar la sala para ver a los suecos Graveyard. Algo que no impidió que The Mothercrow saliera al escenario con la misma intención con la que se enfrenta una bola de demolición a un edificio: arrasar con todo. Bajo el brazo, un interesante “Foráneo” (Discos Macarra/LaRubia Records, 2024) que aportó la gran mayoría de los temas que la banda fue desgranando. Aprovecharon cada minuto sobre las tablas mostrando al mundo lo que mejor saben hacer. Así que en cuanto el huracán Karen hizo acto de presencia, se hizo muy difícil centrar la atención en otro lugar. 

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“Standing My Ground” marcó el inicio de unos cuarenta minutos que seguro que se les hicieron cortos a The Mothercrow. Repetir varias veces que abrir para Graveyard era un sueño para ellos fue la única relación que se dio con el mundo onírico. Porque despertaron de la siesta a base de afilados riffs y la fuerza de la frontwoman que es Karen. Junto con el inicial sonaron tres temas más de “Foráneo” (“(Doin It) For The Thrill”, “Danger Rules” y “Howlin”) y un par más de su disco de debut. Apenas se diría que la nueva formación de la banda lleva cosa de un año juntos. Sonaron contundentes y con garra. Si alguien pensó que  jugar en casa podía suponer relajación, se equivocaba. Algo de lo que no hubo ni rastro en el cierre con “Lizard Queen” que puso patas arriba la mediana de Razzmatazz. 

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Y llegó el momento de la banda sueca. Su último trabajo “6” (Nuclear Blast, 2023) supone otra vuelta de tuerca dentro de la discografía de la banda pero sin perder un ápice de su calidad. Hacía tres años que no se acercaban a la zona metropolitana de Barcelona y se notaba en el ambiente. Con el público a sus pies desde el primer acorde de “Twice”, Graveyard inició un psicodélico viaje a través del rock más clásico y el stoner más contundente. Su arranque destila las cadencias de Bo Diddley para llevarlas a su terreno. La voz de Joakim Nilsson ha sido objeto de examen continuo en los últimos años y quizás por eso procura dejar más espacio para que su bajista Truls Morck dé ese paso adelante. Suya fue la voz que llevó adelante un tema como “Bird Of Paradise”.

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La crudeza de su sonido volvió de la mano de “Cold Love” y “Please Don’t” demostrando que por sus venas corre sangre stoner. Pero hay muchas influencias en sus creaciones, “Breath In Breath Out” sono al Nick Cave más descarnado y dejó ver el buen gusto a las seis cuerdas que tiene Jonatan LaRocca. “Slow Motion Countdown” me hizo pensar en cómo hubiera sonado The Doors si en vez de morir en París, Morrison hubiera seguido su carrera desde algún lugar de Suecia. Un repaso de su “Lights Out” (Nuclear Blast, 2012) que continuaría con “An Industry Of Murder” y que desembocaría en uno de sus himnos “Hisingen Blues”

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Con el concierto pasando por su ecuador, Graveyard ya dejaron claro que son de pocas palabras y muchos hechos. Apenas algún discreto saludo y poca concesión a la interacción con el público. Sin problemas, allí se había venido a escuchar música y música nos ofrecían. Y si alguien quería una prueba de si el concierto estaba emocionando, solo había que mirar al lateral del foso. Allí se podía ver como Karen Asensio lo vivía como si no existiese ningún otro lugar en la tierra mientras descargaban “Goliath”. Truls volvió a ocuparse de las voces en “From A Hole In The Ward”. Y si hay que beber del blues, los suecos son capaces de ofrecer un trago con sabor a buen bourbon como es “Rampant Fields”.  

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En apenas una hora, Graveyard había mostrado como dar un concierto con un bloque coherente que terminaría con el desgarro emocional de “Uncomfortably Numb”. El saturado sonido de la guitarra de Joakim nos acompañó mientras ellos se tomaban un respiro, pero eso no era el final. Volvieron con “Walk On”, sonaron a Los Rolling Stones de los 60 pasados de vueltas en “Ain’t Fit To Live Here” y nos dejaron KO con un gancho directo como es “The Siren”.

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Ahora sí, su salida del escenario era definitiva, pero no en nuestros cerebros, que aún seguían tratando de procesar lo vivido en las últimas dos horas y media. Dos maneras diferentes de enfrentarse a un directo, pero igual de efectivas. The Mothercrow son mucho más explosivos y vistosos, Graveyard son estáticos pero se van haciendo con tu conciencia con cada golpe de riff. Cuando te das cuenta, tu cabeza lleva un rato agitándose al ritmo del pesado groove que imponen con sus temas. Fue una primera experiencia muy positiva con los suecos… y espero que no sea la última.

Fotos: Desi Estévez

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