Huercasa 2025: no es (muy) country, pero me gusta

Entre el 18 y el 20 de julio de 2025, el Huercasa Country Festival regresó a Riaza para celebrar su décima edición. Con una programación que reflejaba la riqueza y diversidad de los estilos que conforman la llamada americana music, el festival volvió a ser fiel a su esencia: música auténtica, en un entorno natural privilegiado y con una comunidad unida por la pasión por las raíces sonoras.

Viernes

Precisamente los sonidos más tradicionales vinieron de bandas de aquí. Abriendo el festival estaba Jodie Cash. Tras la edición de su nuevo disco está haciendo una extensa gira por nuestro país, llevando su vitalista sonido a todos los rincones. Como dijo durante el concierto, “en el country las penas se cantan con alegría”. Combinó canciones más cercanas al rock sureño con otras más countries ante un puñado de incondicionales que no se querían perder nada de esta edición. Superó con nota el siempre difícil concierto de la hora de la siesta y se ganó un mejor horario para próximas ediciones.

Alfonso Toribio & His Yodeling Cowboys llevaron al escenario los sonidos más tradicionales de todo el festival, fundamentando su concierto principalmente en el bluegrass. Sus acompañantes secundaron con entusiasmo unas canciones que parecían escritas en las montañas de los Apalaches. Una propuesta poco común en nuestro país y que merece todo nuestro apoyo y reconocimiento. Presentaban “First Folks”, editado dos días antes, del que tocaron temas como “Drinking Tears Again” o “When They Bury Me”. También nos sorprendieron con versiones como el “Drivin’ Nails In My Coffin” de Ernest Tubb o la tradicional “The House Of The Rising Sun”. Les seguiremos la pista.

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El Twanguero nos ofreció, como acostumbra, otra lección de clase. Su guitarra sabe hablar como pocas en nuestro país. El show estuvo dominado sobre todo por los sonidos latinos que impregnan su último “Panamerica” y la gente se sorprendió con su relectura del “Me Gustas Mucho” de Juan Gabriel. Está claro que su propuesta no está muy relacionada por el country, pero nadie puede negar que es un artista que ha recorrido durante su carrera sonidos secundarios que están muy cerca del estilo. Como nota especial, la reaparición de Juana Everett, a la que le habíamos perdido la pista y que le acompañó en “Pupilas”, una cumbia western que fue uno de los singles de su último álbum.

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Color Green era sin duda la banda más alejada del espíritu del festival. Hasta ellos mismos se sorprendían en nuestra entrevista hace unas semanas al saber que iban a tocar en un “country festival”. Para los más fundamentalistas fue la hora de ir a cenar. Para los abiertos de oídos como nosotros fue una de las experiencias más inolvidables del fin de semana. Pura música psicodélica al puro estilo californiano. Unas canciones bien trabajadas y unos desarrollos instrumentales llenos de imaginación y que en todo momento estaban en movimiento.

Ya la primera canción, que duró 15 minutos, nos mostró el camino. A veces unos Grateful Dead jugando con el rock sureño, otras recordando a Rain Parade o incluso a Velvet Underground, por momentos parecía que se iban a perder en sus desarrollos instrumentales, pero siempre encontraron la salida. Su gira por salas ha cosechado grandes críticas, pero en un escenario tan grande tampoco defraudaron. Oiremos hablar mucho de ellos en los próximos tiempos. Se despidieron con un ¡Viva Palestina! que resonó por todo el campo. ¡Enormes!

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Jason Scott & The High Heat subieron al escenario entre aplausos, vestidos con sus característicos uniformes de cowboy, pero lo que nos ofrecieron fue un espectáculo más cercano al rock de Tom Petty. La banda, sólida como el acero, arropó en todo momento a su líder con precisión. Con un show perfectamente estructurado y uno de los sonidos más limpios de esta edición, basaron su repertorio en su reciente “American Grin”. Canciones como “Golden” son disparos seguros y certeros y así sonaron. La versión del “Money” de Pink Floyd, el momento bizarro de la noche. ¿Era necesario? A pesar de todo, gran concierto de una banda de altura.

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Con Son Volt es difícil que pueda ser imparcial, pues está en mi top de bandas favoritas. Un grupo verdaderamente profesional que difícilmente puede dar un mal concierto. Empezaron con una versión de Doug Sahm, extraída del disco homenaje editado hace un par de años y, a partir de alli, una selección de lo mejor de su discografía. Canciones como “The Picture”, “Cherokee Street”, “Afterglow 61”, … aunque lo mejor, como no, fueron las canciones clásicas de su primer disco, la obra definitiva del country alternativo. El creciendo de “Ten Second News” fue posiblemente el mejor momento musical del fin de semana. Además, podía notarse la emoción del público cuando sonaban canciones tan definitivas como “Drown”, “Windfall” o “Tear Stained Eye”.

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Como era un festival tenían que contentar un poco a los menos fans, así que cerraron con el “American Girl” de Tom Petty que suelen incluir en sus últimos conciertos. Aunque viendo las canciones que tuvieron que tachar del setlist por lo ajustado de su tiempo, los seguidores de la banda hubiéramos preferido escuchar “Picking Up The Signal” o alguna de Uncle Tupelo. Organizarles una gira de salas de Son Volt es una de las grandes asignaturas pendientes que tienen los promotores de este país.

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El gran triunfador de la jornada inaugural fue Myron Elkins. Con apenas 23 años, pero con la voz y el aplomo de un veterano, el artista estadounidense dejó una actuación para el recuerdo. Vestido con su habitual sobriedad —jeans oscuros, camisa arremangada, sombrero echado hacia atrás—, Elkins subió al escenario con la seguridad de quien sabe que su música habla por sí sola. Bastó un primer acorde, seco y preciso, para que el público entendiera que algo auténtico estaba a punto de suceder.

Desde los compases iniciales de “Factories, Farms & Amphetamines”, tema que da nombre a su álbum debut (2023), quedó claro que Elkins no pretende imitar a nadie: él es el sonido del Midwest. Acompañado por una banda ajustada como una maquinaria de Detroit —su ciudad natal—, ofreció un repertorio en el que confluyeron el country, el southern rock y el soul con una naturalidad abrumadora.

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El público, compuesto por fieles del género y curiosos locales, respondió con atención reverente. Algunos tarareaban con los ojos cerrados, otros se dejaban llevar por punteos eléctricos que por momentos rozaban el blues más crudo. Cuando sonó “Wrong Side of the River”, una balada amarga sobre fronteras físicas y emocionales, se hizo un silencio total: nadie quería perderse una sola palabra.

Myron Elkins no necesita grandes discursos. Su música hace el trabajo. Y aunque en Huercasa la conexión emocional con el público es habitual, lo suyo fue algo más profundo: una intensidad casi telúrica. Durante unos minutos, bajo las luces cálidas de la noche segoviana, el centro del mundo pareció estar allí mismo, frente a una voz que no canta canciones, sino verdades.

En un festival que celebra las raíces del country y la música americana, Elkins no solo encajó: dejó una huella imborrable. Una huella polvorienta, con olor a juventud, carretera y honestidad brutal.

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Sábado

The Barroom Buddies Band abrieron la tarde demostrando que las bandas nacionales estaban destinadas a preservar la llama de la pureza en esta edición. Trajeron desde Barcelona el honky tonk y el country 70s que llevan practicando desde hace más de una década con elegancia y muy buen gusto. Una banda que no solo saben componer canciones con verdadero aroma a vaca, sino que también saben rescatar canciones no demasiado conocidas del género, como ese “Going Back To Texas” de Shel Silverstein que es el primer single de su nuevo disco, Back To The Barrooms”, que editarán después del verano. Poco público debido a las horas, pero muy satisfecho por el buen hacer de la banda.

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Back To The Hills se presentarán como la segunda banda menos country del festival. Posiblemente tenían razón, lo suyo es un folk rock lleno de melodías y guitarras en la línea de los Byrds o el primer Neil Young. Las dos versiones que escogieron fueron precisamente de ellos, destacando la fantástica “Everybody Knows This Is Nowhere”. En la banda todo el mundo sabe cantar y lo aprovechan para llenar de armonías unas canciones muy bien construidas.

Su disco estuvo en el top 10 de favoritos nacionales para nuestra revista y en directo no hacen más que confirmar que son uno de los grupos más interesantes del momento. Estaremos atentos a su futuro, que tal vez pase por empezar a escribir canciones en castellano. Esa tarde presentaron su primer intento, “Funambulista”, qué pasó sin problemas el control de calidad. Nos llamó la atención ver lo bien que se lo pasa Santi Campos en rol más secundario. Uno de los músicos fundamentales de nuestro país.

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El murciano Al Dual demostró que el nivel de su música puede competir con cualquiera. Acompañado por una banda muy competente, dejó muy alto el listón. En los estudios de Sun Records no dejan entrar a cualquiera y él ha conseguido grabar allí. Toda una fiesta de sonidos de rock & roll primigenio, western swing, blues primitivo, hillbilly y todos esos sonidos que reinaron hace ya muchas décadas y que nunca han pasado de moda en un show muy bien estructurado y lleno de clase.

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Germán Salto, presencia habitual del festival, muchas veces acompañando a otros artistas, se presentó con su proyecto Country Thunder Revue. Una multitud tomando el escenario con percusionista, banjo, pedal Steel o violín. La idea parecía clara: rendir homenaje a bandas como Manassas y otras grandes leyendas del country californiano. Destacó especialmente Manu Garaizabal en un concierto que empezó de manera espectacular recreando clásicos de la época para pasar a recuperar algunas de las mejores obras del cancionero de Germán. Un buen concierto de uno de los artistas más queridos del panorama nacional.

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¡Roberto! ¡Roberto! coreaba el público con entusiasmo entre canción y canción. Y es que no hay duda de que el triunfador de esta edición ha sido Rob Leines. Soldador durante muchos años, Leines comprende el valor del trabajo duro. Y sabe que cada noche tiene que dar lo mejor. Rob Leines, que conectó de inmediato con el público gracias a un estilo directo, sin artificios, donde el country-rock clásico se mezcla con la energía contemporánea. Leines no necesitó más que su guitarra y su voz rasgada para ganarse al respetable. Con temas como “Roller Coaster” y “Take It or Leave It”, ofreció un sonido crudo, poderoso y profundamente honesto. En un festival donde la autenticidad es la norma, Leines encajó a la perfección. Su propuesta fue un recordatorio de que, a veces, lo más impactante es precisamente lo más sencillo.

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Durante años, ha descrito su sonido como “si Skynyrd y Cash hubieran tenido un bebé” y por ahí van los tiros. Aunque en la noche de Riaza se decantó por un sonido sin concesiones, disparando riff tras riff sin descanso. Muchas de sus canciones hablan del orgullo de ser obrero y están llenas de una vitalidad contagiosa. J Halp, su batería dio toda una lección de intensidad, llevándose el título de mejor instrumentista de Huercasa 2025. El olor a cerveza derramada, cuero gastado y guitarras calientes flotaba en el aire cuando finalizó el concierto en olor de multitudes. Puro músculo sin edulcorar. Quizás lo único que se puede reprochar de su show: la falta de matices.

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Uno de los momentos más esperados fue el regreso de The Jayhawks, quienes ofrecieron un concierto que recorrió lo mejor de su extenso legado. La banda, siempre a medio camino entre el alt-country y el folk-rock, demostró que el paso del tiempo no ha hecho mella en su capacidad para emocionar. Abrieron con “This Forgotten Town”, uno de sus temas más recientes, y desplegaron un repertorio cargado de clásicos atemporales. Resulta imposible no conmoverse con canciones como “Tampa to Tulsa” o “Blue”, cuyas armonías vocales siguen siendo tan precisas como conmovedoras.

Aunque no hubo unanimidad con ellos, para alguno de nosotros sonaron un poco apagados y con cierta desgana. Gary Louris andaba justo de voz, los años no pasan en balde; y aunque el repertorio fue impecable -es imposible no emocionarse ante canciones tan grandes- la sensación de frialdad no se fue en ningún momento. Dio la sensación de show rutinario, aunque como decimos no todo el mundo se llevó la misma impresión.

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The War And Treaty están en su mejor momento y lo demostraron. Después de años de intentar asomar la cabeza en la escena country, mayoritariamente blanca; parecen apostar definitivamente por el soul. En ese estilo basaron su presentación en el festival, a pesar de llevar un banjo en la banda: en realidad solo tomó un papel predominante en una canción. Por lo demás, la banda de ocho músicos impresionantes que les acompañaba montó un verdadero festín, sirviendo de colchón a dos maravillosos vocalistas perfectamente ensamblados y enamorados. Quizás el único pero a su actuación pueda ser que quisieron agradar demasiado al público, alargando las canciones y haciéndole cantar. Nos hubiera gustado un poco más de repertorio. Por ejemplo, esa excelsa versión del “Cold” de Chris Stapleton que maravilló a todos los asistentes de los ACM 2023.

Décima edición del Huercasa Country Festival, un evento que desde Dirty Rock hemos seguido desde sus inicios. Una edición un tanto controvertida para cierto público reaccionario del country puro, que se ha visto quizás ninguneado por la poca presencia de los sonidos más afines a sus gustos. Y sí, tal vez Huercasa se esté convirtiendo en un festival de Americana más que de country; aunque de momento la mayoría de fieles siguen contentos con la trayectoria del festival. Más allá de la pureza, las propuestas de este año han estado llenas de calidad.

Texto: Javier Casamor / Quique Sánchez

Fotos: Chusmi / Isabela Roldán / Javier Casamor

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