La música viaja en tren. Miguel López

Miguel López ha entregado una obra apasionante que llevaba construyendo con mimo de ebanista a lo largo de los años, y quién sabe durante cuántos más había ido gestándose en sus sueños y en sus vigilias. Este es un libro necesario por el mero hecho de su existencia. Posiblemente nadie lo habría echado en falta si López no lo hubiera escrito y Sílex no lo hubiera publicado, pero qué riqueza se habría perdido.

Este es un libro que habla de música y de trenes y de cómo se relacionan, poniendo principalmente la mirada en los Estados Unidos y en las Islas Británicas. No se queda ahí, en la fácil enumeración enciclopédica de canciones que hablan de trenes o los mencionan, sino que amplía su visión haciendo que abarque los aspectos sociales, políticos, económicos y culturales que han conformado el mundo en un siglo, el pasado, en el que la música popular se transformó y rompió barreras geográficas y vitales.

Así, en los primeros capítulos se teje un tapiz histórico en el que la esclavitud y la segregación racial en los Estados Unidos alimentan un paisaje de canciones y de músicas que viajan en los trenes, los mismos a los que se aúpan clandestinamente los hobos, los vagabundos que hacen de su vida un continuo viaje. La música negra tiene un protagonismo absoluto en las primeras páginas, condición que va cediendo paulatinamente a los cantantes folk, testigos de las penalidades de las capas menos favorecidas de los trabajadores, y posteriormente a quienes como los cuatro de Liverpool retrataron un mundo en constante transformación. La narración serpentea mientras rememora los nombres propios que van poblando la historia, nombres de músicos y de canciones, de trenes y de líneas de ferrocarril.

El Midnight Special es tan importante como pueden serlo Johnny Cash, “Mistery Train” o la Belfast and County Down Railway. Con gran habilidad Miguel López conduce cada uno de los capítulos hacia una figura principal: Bessie Smith, Robert Johnson, Honeyboy Edwards, Duke Ellington, Jimmy Rodgers, Woody Guthrie, Johnny Cash, Bob Dylan, los Beatles, Van Morrison y Tom Waits se suceden en el relato.

Del de Pomona y del de Belfast tiene López libros publicados, y su conocimiento de Dylan no es desde luego menor, por lo que cabía esperar estas elecciones, pero sorprende en la de Honeyboy Edwards, mucho menos popular y al que merece la pena conocer. Junto a ellos aparecen muchos más nombres de músicos, otras historias, narradas más sucintamente pero no con menos profundidad. Unas y otras conforman una crónica que recorre décadas y miles de millas. Una vez concluido el viaje, López, gran conocedor de los entresijos de nuestra compañía ferroviaria nacional, nos regala un apéndice en el que la música, exigua, es solo una excusa para asomarnos a la historia política de España a través de la pequeña historia de Renfe.

Texto por Juan J. Vicedo desde Libros para el camino. Lugar que tiene que ver con la música, y con lo que nos conmueve de la música.

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