Entradas agotadas para ver de nuevo al niño bonito de la escena retro, y ni la más que adversa climatología impidió que la sala presentara un esplendoroso lleno. Y con media hora de retraso y con parte de los asistentes mostrando que la paciencia no era una de sus virtudes.
Salió a escena el Californiano y la banda de campanillas que le secundaba, empalmando las dos partes de “Time’s All Gone”, que también marcaron las directrices del recital; aires taciturnos y melancólicos y ramalazos marchosos que oscilan entre el rock & roll en clave más purista y un poco de early soul.
Ninguna pega, Nick Waterhouse controla muy bien los tempos en los que se mueve y los tiene bien asimilados, aunque un poco en su contra se podría decir que tampoco se sale de lo más mínimo de su propio guion, quizás restando cierta espontaneidad a su actuación.
Una actuación que la banda de siete músicos que le respaldaba hizo que llegara a estupendo puerto, destacando la classy saxofonista que llevaba que junto a otro saxofonista nos obsequiaron con unos arreglos de viento exquisitos.
El concierto fue discurriendo fluidamente con un comunicativo Nick Waterhouse que picoteó de toda su discografía; espléndidas sonaron especialmente “Silver Bracelet” y “Katchi” Con un público agradecido y entregado por esta liturgia reto (que en algún momento hacía pensar en Richard Hawley) se encaró el supuesto final con “(If) You Want Trouble” y la alegre “This Is a Game”.
Por supuesto esta retirada fue una falsa alarma, y el público tuvo el deseado bis con “LA Turnaround” que ahora sí, finiquitó el concierto manera perfecta. Ninguna sorpresa, ni nada nuevo bajo el sol, pero Nick Waterhouse solventó el concierto de manera óptima con su clase (y pijerío californiano). Valor seguro y solvente si hablamos de la actual escena retro americana.
Fotos Desi Estévez.