Vuelve a la carga Dylan Earl con un nuevo disco lleno de vitalidad y canciones redondas que beben del country más clásico, “Level-Headed Even Smile”. En el disco participan músicos como Dick Darden (Batería), Chris Wood (Bajo), Lee Zodrow (Piano), Grady Drugg (Guitarras), Grant D’Aubin (Bajo, Guitarra, Mandolina), Hamilton Belk (Pedal Steel y Dobro), Jude Brothers (Coros) y Meredith Kimbrough (Coros). Además, podemos encontrar colaboraciones estelares de artistas como Willi Carlisle, Jess Harp y Nick Shoulders. El álbum ha sido coproducido por Dylan Earl, Grady P. Drugg, Grant D’Aubin y Eric Witthans en Homestead Studio (Arkansas).
Escucha “Level-Headed Even Smile”de Dylan Earl aquí:
Nacido en Luisiana y establecido en Arkansas, Dylan Earl busca comprenderse a sí mismo comprendiendo a los demás y su lugar de residencia. Este último disco explora sus años de formación recorriendo los pequeños pueblos de Arkansas y ofrece un enfoque refrescante y progresista de la música country y western, repleto de ingenio irónico, irreverencia y un entrañable deseo de romper con los límites.
Con raíces cajún, su madre aprovechó cualquier oportunidad para educarle sobre los pantanos que lo rodeaban y ponerle cintas de música country en su coche camino del colegio. Earl ama aquellas canciones casi tanto como a sus propios recuerdos. A los quince años, tras la devastación causada por el huracán Katrina en 2005, Earl se mudó a Arkansas mientras su madre se quedaba en Luisiana trabajando. No fue hasta 2017 cuando debutó con “New Country To Be”. Tanto este como su siguiente “Squirrel In The Garden” son obras notablemente maduras para un recién llegado, mostrando un profundo respeto por el legado de sus héroes. Aunque no fue hasta “I Saw The Arkansas” que su nombre empezó a sonar con más fuerza fuera de su estado de adopción.
Dylan pone las cartas sobre la mesa desde la primera nota del tema principal, “Level-Headed Even Smile”. Aquí no hay nada artificial, ni la música ni la letra. Un alegre country & western lleno de optimismo proletario que transmite su aprecio por la música country de antaño. Es una canción que huele a taberna de pueblo y a comunidad. Un punto de partida fantástico para el disco, con su ronco acento sureño, el pedal steel omnipresente, y un piano festivo que enfatizan el mensaje: nunca, ni en los peores momentos, hay que perder la sonrisa.
“Get In The Truck” con la mandolina y el dobro haciendo filigranas simultáneamente, es una balada al estilo de Willie Nelson. “Broken Parts” es el mejor momento del disco. Trayendo los sonidos clásicos a nuestros días, al estilo del mejor Charley Crockett. La guitarra, el Steel y los coros dan un toque de melancolía perfecto. “Little Rock Bottom” es la clásica canción sobre el alcohol y sus consecuencias que no puede faltar en todo álbum de country. Aunque se añade cierto toque de ironía y una melodía alegre, la historia que cuenta está llena de tristeza. Tampoco puede faltar un vals. Lo encontramos en “Two Kinds of Loners”, el recuerdo a un amigo desaparecido, otra vez con unos fantásticos coros.
“High On Ouachita”, el primer single, es una balada poética y centrada en la naturaleza. Un canto de amor a las montañas por las que ha paseado durante mucho tiempo. Otra canción preciosa, con un gran fraseo y un estribillo lleno de elegancia.
El otro single, “Outlaw Country”, se dirige a a los políticos que han convertido a Estados Unidos en un lugar hostil para la gente decente. Y, también, para todos aquellos que aman el country pero cuyas creencias son totalmente contrarias a sus orígenes. Según Earl, “esta canción pretende hacer reflexionar a la gente de camino a casa después del concierto y quizás reexaminar los fundamentos de sus creencias”. Es su granito de arena contra la intolerancia, el fascismo y la corrupción, que se han convertido en una corriente creciente en su país. En la segunda estrofa cuenta su paso por la cárcel tras un arresto por posesión de droga.
Encontramos el momento más folk en la versión de Jimmy Driftwood, “White River Valley”, con la colaboración de contemporáneos como Willi Carlisle, Jess Harp o Nick Shoulders. Le sigue la alegre apología de la vida de divorciado que es “Lawn Chair”, con una letra que te saca una sonrisa facilmente. Para cerrar el disco, una buena sorpresa, “Rock Me To Sleep” de Utah Phillips. Una clásica balada de un autor poco reivindicado que suena a gloria y es un homenaje a la vida en la carretera de todos esos cantautores con más talento que éxito.
Earl sigue con su cruzada para devolver la música country a sus orígenes de clase trabajadora, restaurando la admiración por la diversidad, el respeto, la naturaleza y la comunidad en lugar de ese country pop que solo habla de coches, chicas con faldas cortas y cervezas frías. Y es que, como dijo en una reciente entrevista, “Un viejo punkie me habló el otro día de Woody Guthrie y es que ¡joder!… Woody Guthrie si que fue un punk de verdad”.