Apocalyptica. El regalo de Metallica en vena.

El pasado lunes, 9 de Abril, la semana de conciertos empezaba fuerte en la capital con la visita de la banda de «Chelo Metal» finlandesa, Apocalyptica. Así es cómo se auto-definen estos nórdicos. Fans acérrimos de Metallica, como no podía ser de otro modo, llevan por el mundo más de 20 años ya subiéndose a los escenarios para interpretar, en la única compañía de las 4 cuerdas de sus chelos, los clásicos de la banda de San Francisco.

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El lugar de la cita es el Nuevo Teatro Alcalá sito en la calle homónima. Un recinto que se ha ido modernizando con el paso del tiempo y que se ha convertido en uno de los referentes, en lo que a espectáculos se refiere, de la capital. Actualmente representan, casi cada noche, el ya clásico musical Billy Elliot. Además, nos encanta venir a este teatro que consideramos la casa de uno de los grandes amigos de esta redacción, el bueno de Miki Camacho. Uno de esos tipos que apuesta cada minuto por los mejores espectáculos, artistas y bandas. Un baluarte de la cultura en Madrid al que tenemos un cariño muy especial en Dirty Rock y al que le damos las gracias por toda su motivación.

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Aquél primer álbum de Apocalyptica publicado allá por 1996 llevaba por título «Plays Metallica» y, más que una declaración de intenciones, era una declaración de hechos. El disco se componía a base de grandes versiones de Metallica en su totalidad. Por aquel entonces levantó expectación y escepticismo a partes iguales. Pero la verdad es que la mezcla daba resultado. Los fans de Hetfield y Ulrich abrazaron la obra de estos vikingos y los aceptaron entre sus filas como alumnos aventajados. 

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Eicca Toppinen, miembro fundador de la banda, es un virtuoso chelinista y fan incondicional del metal, y en concreto de los californianos más metálicos de todos los tiempos. De casta le viene al galgo, ya que en su casa todos sus hermanos tomaron lecciones musicales y aprendieron a tocar instrumentos desde bien jóvenes. Y es que en los países nórdicos la educación musical es básica y prioritaria. Vamos que la respetan como el arte que es. Eicca ha compuesto hasta operas y además no todos los álbumes de Apocalyptica suponen versiones de Metallica.

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Pero en esta ocasión, como la gira celebra el 20 aniversario del album que les vio nacer y en ese disco sólo hay versiones, la gira se trata, noche tras noche, de tocar clásicos de Metallica y así lo explican desde que comienza el show. La colocación de los músicos en la primera parte del concierto es la clásica, sentados los cuatro en línea cada uno con su chelo. De un modo muy sobrio, un foco de luz ilumina a cada componente que tiene una pantalla detrás en la que refleja su sombra. A partir de ahí, música de cuarteto de cuerda durante una hora seguida en la que recorren temas que han tejido los sentimientos y la vida de casi todos los que estamos en un Nuevo Alcalá que está hasta la bandera y que colgó para este show el cartel de no hay billetes, hace ya unos meses.

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El espectáculo echa a andar con un maravilloso «Enter Sandman» que nos pone los pelos tan de punta como el original y al que los chelos distorsionados le hacen cobrar una nueva dimensión. Le siguen los «Master Of Puppets», «Harvester Of Sorrow», «The Unforgiven», «Sad But True», «Creeping Death», «Whereever I  May Roam» y «Welcome Home (Sanitarium)». Esta parte inicial del concierto muestra cierto enamoramiento de la formación hacia los clásicos contenidos en el denominado popularmente «black album» de Metallica, que realmente lleva el mismo nombre que la banda. De este modo, la primera parte del show ha servido para tocar, entero y seguidito, su álbum debut del 96.

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El directo de Apocalyptica es mucho más sorprendente de lo que nos imaginábamos. Estamos literalmente con la boca abierta y ya nos hemos levantado varias veces a corear y cantar los temas. Poniendo voz a la música a petición de la propia banda, que nos pide que cantemos como auténticos fans. Llegamos a un receso en el que nos anuncian que nos separan quince largos minutos de la segunda parte. Nos ponemos a digerir lo que acabamos de ver y pensamos en lo que nos espera.

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El siguiente set, nada tiente que ver con el anterior. Las pantallas que franqueaban a cada uno de los miembros desaparecen y ante nuestros ojos se descubre una batería compuesta por extraños artilugios, todo con cajas metálicas inverosímiles, platos en espiral alargados e incluso cencerros colgantes que nos hacen preguntarnos cómo diantres van a usar «eso». La respuesta es rápida. Ahora ya no es un concierto de música clásica de chelo, realmente nunca lo fue, pero es que ahora tres de los miembros han decidido deshacerse de su indumentaria anterior y pasan plenamente como componentes de cualquier banda de heavy metal que se precie. Melenas al aire, donde se puede, camiseta de tirantes, cuero negro y espíritu totalmente desbocado a lo más puro Motörhead.

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Los temas que suenan ahora son más cañeros, tienen otro impacto en el público. Quizá por le pequeño detalle de una batería que suena maravillosamente tronadora y perfectamente acompasada con los Chelos. ¡Qué absoluta maravilla estamos presenciando, amigos!. Es completamente brutal. Es muy difícil transmitir la sensación de toda esa música resonando en nuestros oídos y corazones y encima haciéndolo a ritmo de una de nuestra bandas favoritas. Quizá la mejor banda del mundo, METALLICA.

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Las melodías que operan ese sentimiento entre los presentes comienzan por el «Fade To Black» y siguen con un bestial «For Whom The Bell Tolls» al que Cliff Burton no pondría ni un solo «pero». Luego vienen «Fight Fire With Fire», «Until It Sleeps» «Orion», que fue el primer tema que se aprendió Eicca de jovenzuelo. Aunque nos comenta que realmente, «Master Of Puppets» no fue el primer disco de Metallica que se tocó. Su presupuesto a tan temprana edad era tan bajo que tuvo que elegir cuál de los libretos de partituras se compraba y optó por el «Ride The Lighning». Seguimos de pie, gritando y cantando con ellos mientras hacen solos de chelo de pie, tumbados, de rodillas sobre sí mismos. Todo como si fueran virtuosos guitarristas solistas al más puro estilo Mike McCready. Es increíble que se puedan hacer esas cosas con un chelo. Hasta hoy, para mi, era impensable. Incluso en uno de los chelos comenzó a salir humo y dentro se veían llamas simulando un fuego en el interior del instrumento. Ni la puesta en escena fallaba.

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Seguimos recorriendo el camino y nos lo abren unos espeluznantes «Escape», «Battery» y «Seek & Destroy». Nos comenta Eicca, que la reedición de su album debut para celebrar el veinte aniversario, además de haber sido remasterizada, se ha engalonado con algunos temas extra entre los que está, justamente, ese «Battery». Entre bromas nos dice que en el 96 no habría sido capaz de interpretar y grabar un tema con tanta dificultad. Pero el directo que hacen de él es tan rápido o más que el que se marcan los de Hetfield. Una auténtica pasada.

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Se marchan del escenario para volver ante un público embravecido que les pide más. Y nos dan un delicado y preciosista «Nothing Else Matters», la balada de Metallica por excelencia. Y para finalizar una interpretación infinita de «One». Esto no se puede contar, sencillamente hay que verlo para entenderlo. Un tema que parece completamente inabarcable con Chelos y que bordan con maestría. 

Hemos disfrutado al final de una noche de metal puro. De una lección de respeto, tributo y vida a base de cuatro chelos y mucha ilusión. La ilusión que nos da a todos llevar a Metallica en las venas cada «fucking yeah!» día de nuestras vidas. Esas venas vikingas de Apocalyptica están llenas de ese encanto y esta noche en Madrid lo han derramado con creces para el regocijo de todos. Salud!

 

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