La suerte de Big Mama Thornton

La gorra se le había caído al trotar por el pasillo del patio de butacas. Así que, en un impulso la recogí y fui tras ella para devolvérsela. El entarimado crujía intimidado con su solo caminar. Ese crujido era puro temblor, respeto del suelo hacia ella. Al alzar la vista, la contemple en su infinitud azabache. Imposible no hacerlo. Estaba justo delante de mí. Parada, pétrea; del color del carbón. Imponente. Alpina. Cortando el paso, como el más voluptuoso dolmen de un yacimiento arqueológico minero. Y yo me había colado en el ensayo del concierto organizado por la Moratalaz Blues Factory. Ahora, la que temblaba era yo.

The Lucky Makers Moratalaz Blues Factory.10

Me miraba como solamente una negra mira a una blanquita. Con distancia, con seriedad, con orgullo racial y por una décima de segundo, creí que con una brizna de simpatía asomando de sus labios y entre las juntas de unos dientes fuertes y desconfiados; supongo que fruto de la compasión del artista hacia el admirador.
Inclinó menos de 10 grados la cabeza, imagino que para darme las gracias por la pesca de la gorra y me hizo un gesto seco para que me largara al fondo.

The Lucky Makers Moratalaz Blues Factory 2018 Big Mama

The Lucky Makers Moratalaz Blues Factory

Big Mama Thornton es gorda, negra, inmensa, fantástica. Toda ella es un escenario, con pantalones anchos de paño fino que le caen sobre las piernas a modo de telón de dos cuerpos. Me sentí algo contrariada, además de muy pequeña; mas, obediente corrí al rincón del final de la sala del «C.C.El Torito» para agazaparme y esconderme tras los asientos de la última fila y observarla de lejos, oírla de cerca y no molestar durante las pruebas de sonido. Ese torrente de voz, mejor captarlo desde la lejanía, a oscuras y con los ojos bien apretados y cerrados. Hice lo propio y sólo escuché con el alma, que es como más me gusta hacerlo.

The Lucky Makers Moratalaz Blues Factory.2

Sonó «Just can’t help myself» a través de las teclas blancas y negras del piano, el fraseo de la guitarra y las escobillas de la batería y ella, ella ….abrió su boca para delatarse con ese «whyyyyyy» arrastrado, y ese «doooooo» y ese «blueeeeeee», y ese «myseeeelff» estirado hasta el lamento masoquista del amor esclavo hacia el ser ingrato que no corresponde a una plegaria. No tuve que esperar al estribillo para darme cuenta de que, sí: Mama fue «Una chica sin suerte», como tituló su novela certeramente Noemí Sabugal. Pero debo concluir que, tras escucharla en vivo por obra y gracia de The Lucky Makers, resucitada en la voz de Patricia Göser, y paladearla sólo para mí, Big Mama Thornton quiso que así fuera.

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Me lo estaba cantando a mí, solo a mí, confesando que tenía que ser así. Que ese trato cruel, esa ingratitud de su país, de la sociedad que la rodeaba, de los hombres del Blues que la ninguneaban, traicionaban y trataban de herirla, de domesticarla, era lo que la convirtió en quién fue: componiendo, interpretando, gorgoreando, arrastrando letras y notas en sus temas. Los indomables como ella también tienen suerte y… ¿quién ha dicho que la suerte tiene que ser buena o que la buena suerte, es la mejor?

Texto por May T. Dibujos por Cayetana Ávarez.

Fotos por Ana Hortelano.

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