La atemporal personalidad. “Smoking Stones” y “ Alè D’Euga” en Rocksound

La ancha y enorme calle industrial siempre a punto de ser reconvertida en barrio residencial, muy cercana al centro de una ciudad, la siempre Layetana, dónde todo está cerca del núcleo urbano.

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Se halla tomada, no sólo por las bien mesuradas y distanciadas farolas nocturnas iluminando sus privativas ínsulas de luminosidad, sino también por algunos anodinos seres ataviados según la tendencia musical de aquellos tiempos cuando, sus rostros, lucían tersos y casi imberbes. Y, eran, como en la actualidad, un relleno con vestimentas convertidas en supuesta señal de identidad, ilusos, determinando ya, entonces, una prematura estulticia soliviantada por la juventud, convertida en necedad sustitutoria de la bata, el traje o el mono de trabajo que les llevó, no ya a traicionar sus carentes convicciones, sino a ratificar su ansia de borrego de cualquier manada.

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Similares a unas nuevas generaciones, buena parte de ellas que, coincidiendo con su día “indi”, punk o lo que toque, exentas de aquella identificación musical debido, quizá, a una presumible innecesariedad por carácter y convicción o, casi a buen seguro, por la estupidez y necedad de quiénes son incapaces de defender nada más allá de una conexión a la red mundial y a sus extensiones sociales. Engrosando caminares sin sentido luciendo un palmito del que carecen y que, como los precedentes, sobresalen como pijos entre punks, entre los auténticos dueños de la noche y la personalidad.

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Plagados de arrugas, canas, alopecia, tinte y una actitud madurada de la juventud, pequeños reductos, casi como aquellos galos de la poción, resistiendo no sólo al paso del tiempo sino a unos nuevos aires donde la música no tiene más identidad que la de arropar a un sinfín de dementes ávidos de no plantearse nada más allá de su ombligo.

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Que, sin zascandilear ni preocuparse lo más mínimo por miradas impúdicas, algunos, se dirigen directamente a uno de los pocos lugares con autenticidad e identidad, la “Sala Rocksound” en la calle dels Almogàvers de la siempre Layetana ciudad. Donde, no cómo la aldea de los galos, sino, más bien, como aquellos míticos y, ya casi, mitológicos bares de música en directo que tanto hicieron por el devenir de un futuro, una vez más, impredecible, Celeste, CBGb o The Cavern. Donde, sin necesidad de sistema de posicionamiento global alguno ni marearse de un lado a otro mostrando expresiones artificiales, se sienten acogidos como lo que son, uno de esos grupúsculos atemporales necesitados de vivir y disfrutar, que no revivir, horas de buena música.

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En un ambiente creado por esas particulares paredes y, desde luego, por ellos, posiblemente nostálgicos de aquellos humos exentos de ser expulsados en la puta calle. Y que, el pasado día catorce de abril, debieron soltar en la acera frente a la entrada, intentando no perder una sola nota del conciertazo deSmoking Stonesy “Alè d’Euga”.

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Iniciaron la noche, los del Pallars, sin la ostentación de sus ancestros que, se cree, dieron nombre a la comarca, Eduard Bosh, voz y guitarra; Lara Villodres, voz y coros; Sergi Porter, teclado; Txalmet Cartes, bajo; Raúl Costafreda, guitarra y coro; y Sito Serra, batería, comenzaron a derrochar su Folk Rock progresivo catalán de alta montaña con el desenfado de esas tierras donde, a buen seguro, se agradece el calor del “Alè d’Euga”.

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Con Eduard como carismático frontman y maestro a las seis cuerdas, arrastraron al respetable a ese terreno tan suyo donde un solo impagable de guitarra se entrecorta con el autoanálisis y, desde luego, la poesía inculpatoria sazonada con el humor de esa tierra de nogales. Hicieron vibrar al público con la impecable y potente voz de Lara, aún con problemas de micro, haciéndose oír por encima del teclado de Sergi, tomado por el tacto de sus pulsadores, junto a Sito, poseídos por unas baquetas voladoras capaces de una autoría sin desbancar la básica cadencia aunada por Txalmet, con sus cuatro cuerdas.

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Igualmente autor, sin perder el ritmo, de unos golpes de gravedad que incitaban a Raúl, no sólo a intentar llegar al tono de Lara, sino además a no perderse en la desproporcionada pericia del manejo de sus seis cuerdas. Mientras Eduard, sin perder ese talante montañero capaz de enfrentarse a un alud sin pestañear, seguía declamando sus estrofas salteadas con la amestría de unos dedos creados para volar sobre la media docena de alambres y extraer el colofón de esas melodías de folck rock montañero que embelesó por completo al grupúsculo atemporal que atestaba la sala. Y que, a buen seguro, si asisten al “Doctor Music Festival de Montmeló” en julio, no se perderán la participación de “Alè d’Euga”.

Los cuales dejaron la sala, como era de esperar, con un ambiente infernal y tupido por el fervor de los cuerpos habiéndose movido a sus ritmos para los siguientes en ascender al escenario y anfitriones de la noche, “Smoking Stones”.

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Sergio Ortíz, voz y armónica; Luis Arcos, guitarra y voces; Julio García Cobos, teclado y voces; Brutus, guitarra y voces; Santi Ursul, bajo; Miguel Izquierdo, batería, llevan media vida cantando temas de los Stones y, como todo el mundo esperaba, si cerraban los ojos, creían estar en un concierto de los Rolling.

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Porque, no sólo Sergio, que consigue hacer que cualquiera se cuestione si no fue Jagger quien le imitó a él, sino las guitarras de Brutus o Santi, a lo Keith Richards o a lo Ron Wood o Santi a lo Darryl Jones, pero con mayor preponderancia en el escenario que éste.

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Y, desde luego, los teclados de Julio insuperable como lo fue Ian Stewart o, lo es, Charlie Watts, al que Miguel consigue que no se eche de menos. “Smoking Stones” amantes de la música de sus Satánicas Majestades a las que, más que tributar, casi encarnan sin perder ni un ápice de su personalidad artística, consiguiendo que, cada uno de sus conciertazos, se conviertan, sin importar el tamaño de la sala, en cualquiera de las citas de los auténticos Stones.

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Imbuidos por cada uno de las canciones, esa noche fueron dieciocho los temas preparados, desde “Brown Sugar” a “It’s only Rock ‘n Roll”, “Bitch” a “Gimme Shelter”, “Miss you” a “Honky Tonk Woman”, exaltando a un público que conoce todas y cada una de las letras. Y que celebra el cumpleaños de una de las asistentes con el regalo del tema “Time is On my Side” y que, a todos se le pasa por la cabeza, tomo un sentido bien distinto cuando Gregory Hoblit la utilizó en su película, “Fallen”, para aterrorizar y llevar al suicidio a Denzel Washington.

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Para acabar con “I Can’t get no, Satisfaction” y “Jumpin Jack Flash” rematando el inconcebible halo de hallarse ante los inmortales británicos, bañados en sudor y frenesí como en cualquier concierto de éstos. Y, como en cualquiera de ellos, provocando que el respetable reticente a abandonar el desenfreno, la exaltación y la satisfacción tras expulsar, algunos, rápidas bocanadas de humo prohibido en el exterior de la Sala, les agasajaran admirados por su inigualable labor.

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Alargando una noche, aún de domingo, donde uno de esos grupúsculos de autenticidad atemporal salteado por contemporáneos de la misma ralea, se negaba a dejar de disfrutar de una noche arrolladora de buena música y mejores músicos, “Smoking Stones” y “Alè d’Euga”.

Texto por yon raga kender. Fotos por Desi Estévez.

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