Andrés Calamaro cerró el pasado sábado 25 de mayo en La Laguna, Tenerife su mini gira por Canarias. El bonaerense celebró su particular 25 de mayo, día de la patria y de los patriotas argentinos. Noche de rock animal y verdades afiladas en el tercio de los sueños. Y frente al mar, un rebelde con causa, de un tipo sin corazón pero que te dice la verdad como a Victoria hace muchísimos años en la isla ¿dónde estás?
Calamaro vino a presentar su más reciente y magnífico «Cargar la suerte». Boleros y canciones, guitarras llorando a guitarras, chocolate marroquí, Miss you, punto cubano entre canción y canción desplegó en clave narrativa reciclando los estereotipos populares y poniendo en valor la cultura plebeya, parodia como eje revolucionario de otra visión del mundo.
Calamaro en la isla del mar del veneno fue siempre el siete vidas. Su saludo por ajustadas saltilleras en el quite a su primero fue una aceptable carta de bienvenida. Se fue siempre al centro del ruedo con la muleta y allí, no godos, en lucha sin cuartel contra el viento encargado del faro del fin del mundo. No estaban las cosas para menos ni más, «all you need is pop».
Se subió a su coche el ángel maldito, inútil negarlo con soberbias interpretaciones de «A los ojos», «Los aviones», «Estadio Azteca», «Los Chicos», «Milonga del marinero y el capitán», «Paloma», «Flaca», o la definitiva, «Me estás atrapando otra vez», en la que tuvo que esconder sus heridas.
Fueron más de dos horas y cuarto de un tirón y en varias tandas, muchas con la mano izquierda, hondas y hermosas, ligadas en una demostración de naturalidad, buen gusto, aroma, clase, y estilo. La “Revoluti” ya no es lo que era. Sin guillotina no hay revolución. Más allá del bien.
Más allá del mal, Andrés Calamaro obvió la «polémica electoral» injusta y bastante agria en la que se vio envuelto cumpliendo con creces en su cita con Tenerife y sus 2.000 seguidores en el Pabellón Santiago Martín en una declaración de amor. Tenerife tiene «mojo», dijo el canchero sin la coca. Victoria y soledad, filosofía y soledad.
Texto por Carlos Pérez Báez. Fotos y vídeos por Patricio Glez Machín.
